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Amenaza al empleo
El reiterado aviso de que España ha tenido una excesiva dependencia del dinamismo del sector de la construcción en el crecimiento del PIB, de los mejores de la Europa más desarrollada desde hace una década, ha tenido dos concreciones claras, aunque de distinta índole, en las últimas semanas. La primera, que ha faltado distinción entre algunas de las empresas que han protagonizado más la burbuja bursátil española, las inmobiliarias de nuevo cuño y escaso rigor en sus cuentas auditadas, de las grandes constructoras que dominan mejor su negocio y han sabido interpretar por dónde van a ir las inversiones públicas del futuro --energía, ferrocarril, aeropuertos--. En medio, aparece la preocupación por los compromisos adquiridos por millones de familias españolas en la suscripción de hipotecas, cada vez a más largo plazo, que cada mes aumentan su cuota por el repunte del valor del euro en los mercados internacionales, con efecto inmediato en el tipo de interés al que vincularon su préstamo.
En este panorama, planea otro temor: si el auge económico español ha tenido por locomotora principal la construcción en sentido amplio --desde promotores hasta el más modesto instalador de aire acondicionado--, cuando se adivina un repliegue, ¿hasta dónde va a alcanzar? Primero, a los compradores de pisos más recientes, que verán reducida en poco tiempo la valoración de su vivienda. Pero también es una amenaza, que aún no se ha constatado según los últimos datos del sector, para los miles de empleos que se han creado en los últimos años, que justifican en buena parte el aumento de la población activa española, sean nacionales o recién llegados.