¿no vamos hacia una crisis?

eduenca

Madmaxista
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No suelo hablar de la Bolsa, Uds. lo saben, pero a veces …

El pasado 24 de Abril se produjo una caída relativamente espectacular en las cotizaciones de algunas empresas, las denominadas ‘del ladrillo’; lo de ‘relativamente espectacular’ lo he puesto en cursiva porque esa caída fue eso: espectacular, pero relativamente. La estrella de las que se cayeron, Astroc, ha caído, desde su nivel máximo, un 78%, pero es que había subido ¡un 1.034%!. Relativamente espectacular, ¿no?.

De todos modos, no voy a hablar del ladrillo, al menos, no como mayormente se está hablando en los medios, voy a ir por otro lado: por las reacciones y por lo que va a venir.

En el Reino de España, desde mediados de los 90, y sobre todo desde principios del 2000 se está produciendo, sin paliativos, sin parangón, una auténtica burbuja inmobiliaria; admitámoslo de una vez; todos; incluido el Gobierno del reino, y el principal partido de la oposición, también. Esa burbuja ha tenido dos vertientes. Una, la visible, la popular, manifestada en el incremento espectacular de los precios de las propiedades inmobiliarias; otra, la que no se ve, el ascenso disparado de las cotizaciones de ciertas compañías, las del ladrillo, evidentemente, pero también las financieras.

El Sr. Zaplana tiene razón cuando dice que el Presidente del Gobierno nada dijo de esto en su recientísima comparecencia en la que expuso el Informe Económico del Gobierno; pero no la tiene cuando calla que la burbuja se fue formando a lo largo del período en que gobernó el país el partido político del que él es un destacado miembro.

El mensaje del Gobierno, de la oposición, del Banco de España, de muchos expertos, es el de que “aquí no pasa nada”, y no es verdad, sí pasa, y cosas muy obesas, pero no se quieren decir para no ‘crear pánico’. ¡Pero si el pánico va a llegar, lo quieran o no, quienes no quieren decir que sí están pasando cosas!.

Hasta Septiembre, las cosas van a ir más o menos como hasta ahora, pero cuando volvamos de vacaciones, las cosas van a empezar a mostrarse de modo diferente y, lo más importante, van a ser percibidas de manera distinta por ‘el hombre de la calle’ (¿se han dado cuenta de que en, estos términos, nunca se dice ‘la mujer de la calle’; eso tiene otras connotaciones; ¿por qué será?), que es quien, al final, el que cuenta porque es quien se endeuda.

Cuando volvamos de pasar unos días en la Riviera, veremos que bastantes empresas, pequeñas, sobre todo, habrán cerrado o van a cerrar, lo que provocará desazón. La venta de pisos se va a paralizar, lo que llevará al cierre a bastantes agencias inmobiliarias aumentando la desazón. Los precios de los pisos, de momento, no bajarán, pero la desazón y el aumento del desempleo irán llevando las tasas de jovenlandesesidad y de impago de créditos -hipotecarios y no hipotecarios- al alza. Las instituciones financieras se resentirán, no tanto en sus balances (estoy convencido de que a la chita callando ya están constituyendo reservas en previsión de este evento), como sus cuentas de explotación y sus cotizaciones; de las de las compañías del ladrillo, mejor no hablar. Y, a partir de aquí, a peor con descensos en vertical de los precios de los pisos a partir del 2009.

El escenario es este -¡claro!, ¿no vamos hacia una crisis?-, pero aunque se sabe, no se dice; ha sido un ‘ajuste’, es lo que se dice. ¿Dirán luego, cuando las cosas exploten, “no, si nosotros ya lo decíamos”?; ¡capaces serán!.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica Facultad de Economía. Universidad Ramon Llull.