El proletariado es el gran derrotado de la guerra civil. En un principio es un proletariado rural y hambriento. Sólo durante el desarrollismo, y gracias al éxodo rural se convierte en un proletariado industrial. Tras la guerra civil el proletariado empobrecido regresa al medio rural, ya que es aquí donde se producen los alimentos. Ya no son propietarios de las tierras, y deben arrendarlas o trabajar como jornaleros para los grandes terratenientes. La repentina abundancia de la mano de obra hace que los salarios bajen. En los grandes latifundios de Extremadura y Andalucía hay familias enteras que trabajan sólo por la comida y un techo dentro de la gran propiedad. Esta situación se prologa hasta los años 60. Tras el plan de estabilización (1959) de la economía española el país se comienza a industrializar. Es necesario tener un proletariado industrial, y esa gente sólo puede salir del campo. Se promueve un proceso de emigración del campo a la ciudad, que se hace masivo, y por eso se conoce como el éxodo rural. Los pueblos se quedan con muy pocos habitantes en menos de una década.
El proletariado se concentra en las zonas industriales: las zonas carboníferas de León, Asturias y Palencia; la minería de plomo, cobre, mercurio y pirita en Cartagena y Huelva; el hierro en el País Vasco, la industria textil de Valencia y Barcelona; la industria siderúrgica y química de Asturias y el País Vasco, etc. Y los polos de desarrollo: Burgos, Huelva, La Coruña, Sevilla, Valladolid, Vigo, Zaragoza, Córdoba, Granada, Logroño, Oviedo y Villa García de Arosa. Aunque lo que más crece es la industria del turismo y el ocio, en todas las capitales de provincia y, sobre todo, en la costa del Sol, el Levante, Alicante, las islas Baleares y Canarias. Además del crecimiento de los funcionarios de la Administración pública, tanto en las capitales de provincia como en Madrid.
En 1960 el 39% de la población activa se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 33% a la industria y el 28% al sector servicios. En 1975 sólo el 20% se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 39% a la industria y el 41% a los servicios.
Las condiciones en las que trabaja el proletariado se definen en una de las principales leyes del franquismo: Fuero del Trabajo, de 1938. Esas condiciones son perversoss, pero el Estado asume la protección paternalista del trabajador, claro que condena la huelga, con lo que se le priva de cualquier posibilidad de reivindicación ante situaciones injustas. Las quejas deben encauzarse a través del partido, que está controlado por los patronos. Su lema es: Pan, Patria y Justicia.
El proletariado se enmarca dentro de los sindicatos verticales, típicos del fascismo, donde no tiene posibilidades defender sus derechos. El mundo del trabajo se organiza por ramas de producción, y en cada rama están representados los trabajadores, los patronos y el partido único, con lo que no se representan los intereses de los trabajadores, cuya situación se irá deteriorando rápidamente. Cae estrepitosamente el precio de la mano de obra. Con el desarrollismo (años 60) aumenta la preparación técnica del proletariado, para el que se hacen planes de estudio de formación profesional, pero la mayoría del proletariado rural, que no encuentra trabajo, emigra al extranjero. Dos millones de emigrantes evitan que las cifras del paro se disparen y pongan a España en una situación insostenible.
La huelga está prohibida lo que no quiere decir que no haya conflictos, como la huelga de los transportes de Barcelona en 1951, la de estudiantes en 1956 o la de 1962, cuando hay una profunda crisis en el gobierno debido a la huelga de los mineros asturianos. Son huelgas provocadas por la diferencia de los salarios reales y el espectacular aumento del crecimiento económico que está viviendo el país. Los planes de estabilización se suceden desde 1959, consiguiendo mejores cotas que las planteadas inicialmente, gracias a la coyuntura internacional favorable.
Si bien es cierto que los sindicatos verticales eran los oficiales, en los años 60 los obreros comenzaron a agruparse en sindicatos clandestinos. Resucitó la UGT (Unión General de Trabajadores) vinculada históricamente al PSOE (Partido Socialista Obrero Español), y surgieron sindicatos nuevos: CC.OO. (Comisiones Obreras) vinculado al PCE (Partido Comunista Español), USO (Unión Sindical Obrera) de carácter católico, a la luz de la doctrina social de la Iglesia surgida tras el Concilio Vaticano Segundo y muy alejado de la Iglesia española que apoyaba al régimen; y muy tímidamente la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) el gran sindicato anarquista de la Segunda República. Son estos nuevos sindicatos (CC.OO., USO, y también la UGT), los que operan en el interior, y los que realmente cambian las condiciones del proletariado en España.
La crisis de 1973 puso a España al borde de la quiebra, pero no en 1973 sino a partir de 1975, tras la muerte de Franco, porque no se habían tomado medidas anticrisis. La inflación se disparó, y los salarios reales bajaron hasta límites insostenibles. La España de la época tenía que hacer frente a una transición política muy difícil y al mismo tiempo a una crisis económica agobiante. Este ambiente se refleja en la constitución de 1978, donde se asume plenamente el sistema económico capitalista de mercado pero se deja abierta la puerta a la intervención del Estado en economía.
Ya en la transición a la democracia, y por causa de la profunda crisis económica, con índices de inflación cercanos al 20% anual y un paro galopante, se promovieron una serie de acuerdos entre el gobierno, la patronal y los sindicatos-partidos que se conocen con el nombre de los Pactos de la Moncloa (1977). Los partidos y sindicatos socialistas y comunistas (UGT y CC.OO.) aceptan un sistema de libre mercado, los empresarios aceptan la reforma fiscal (durante el franquismo apenas pagaban impuestos), se reforma la Seguridad Social (sistema sanitario, jubilación, salario mínimo, bajas laborales y protección en el desempleo, principalmente) y se toman medidas para que las empresas públicas sean rentables autónomamente y no dependan de las suvbenciones del Estado y se devalúa la peseta. Gracias a estos pactos se alcanzó una notable paz social y laboral que permitió a España salir de la crisis poco a poco.
El proletariado se concentra en las zonas industriales: las zonas carboníferas de León, Asturias y Palencia; la minería de plomo, cobre, mercurio y pirita en Cartagena y Huelva; el hierro en el País Vasco, la industria textil de Valencia y Barcelona; la industria siderúrgica y química de Asturias y el País Vasco, etc. Y los polos de desarrollo: Burgos, Huelva, La Coruña, Sevilla, Valladolid, Vigo, Zaragoza, Córdoba, Granada, Logroño, Oviedo y Villa García de Arosa. Aunque lo que más crece es la industria del turismo y el ocio, en todas las capitales de provincia y, sobre todo, en la costa del Sol, el Levante, Alicante, las islas Baleares y Canarias. Además del crecimiento de los funcionarios de la Administración pública, tanto en las capitales de provincia como en Madrid.
En 1960 el 39% de la población activa se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 33% a la industria y el 28% al sector servicios. En 1975 sólo el 20% se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 39% a la industria y el 41% a los servicios.
Las condiciones en las que trabaja el proletariado se definen en una de las principales leyes del franquismo: Fuero del Trabajo, de 1938. Esas condiciones son perversoss, pero el Estado asume la protección paternalista del trabajador, claro que condena la huelga, con lo que se le priva de cualquier posibilidad de reivindicación ante situaciones injustas. Las quejas deben encauzarse a través del partido, que está controlado por los patronos. Su lema es: Pan, Patria y Justicia.
El proletariado se enmarca dentro de los sindicatos verticales, típicos del fascismo, donde no tiene posibilidades defender sus derechos. El mundo del trabajo se organiza por ramas de producción, y en cada rama están representados los trabajadores, los patronos y el partido único, con lo que no se representan los intereses de los trabajadores, cuya situación se irá deteriorando rápidamente. Cae estrepitosamente el precio de la mano de obra. Con el desarrollismo (años 60) aumenta la preparación técnica del proletariado, para el que se hacen planes de estudio de formación profesional, pero la mayoría del proletariado rural, que no encuentra trabajo, emigra al extranjero. Dos millones de emigrantes evitan que las cifras del paro se disparen y pongan a España en una situación insostenible.
La huelga está prohibida lo que no quiere decir que no haya conflictos, como la huelga de los transportes de Barcelona en 1951, la de estudiantes en 1956 o la de 1962, cuando hay una profunda crisis en el gobierno debido a la huelga de los mineros asturianos. Son huelgas provocadas por la diferencia de los salarios reales y el espectacular aumento del crecimiento económico que está viviendo el país. Los planes de estabilización se suceden desde 1959, consiguiendo mejores cotas que las planteadas inicialmente, gracias a la coyuntura internacional favorable.
Si bien es cierto que los sindicatos verticales eran los oficiales, en los años 60 los obreros comenzaron a agruparse en sindicatos clandestinos. Resucitó la UGT (Unión General de Trabajadores) vinculada históricamente al PSOE (Partido Socialista Obrero Español), y surgieron sindicatos nuevos: CC.OO. (Comisiones Obreras) vinculado al PCE (Partido Comunista Español), USO (Unión Sindical Obrera) de carácter católico, a la luz de la doctrina social de la Iglesia surgida tras el Concilio Vaticano Segundo y muy alejado de la Iglesia española que apoyaba al régimen; y muy tímidamente la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) el gran sindicato anarquista de la Segunda República. Son estos nuevos sindicatos (CC.OO., USO, y también la UGT), los que operan en el interior, y los que realmente cambian las condiciones del proletariado en España.
La crisis de 1973 puso a España al borde de la quiebra, pero no en 1973 sino a partir de 1975, tras la muerte de Franco, porque no se habían tomado medidas anticrisis. La inflación se disparó, y los salarios reales bajaron hasta límites insostenibles. La España de la época tenía que hacer frente a una transición política muy difícil y al mismo tiempo a una crisis económica agobiante. Este ambiente se refleja en la constitución de 1978, donde se asume plenamente el sistema económico capitalista de mercado pero se deja abierta la puerta a la intervención del Estado en economía.
Ya en la transición a la democracia, y por causa de la profunda crisis económica, con índices de inflación cercanos al 20% anual y un paro galopante, se promovieron una serie de acuerdos entre el gobierno, la patronal y los sindicatos-partidos que se conocen con el nombre de los Pactos de la Moncloa (1977). Los partidos y sindicatos socialistas y comunistas (UGT y CC.OO.) aceptan un sistema de libre mercado, los empresarios aceptan la reforma fiscal (durante el franquismo apenas pagaban impuestos), se reforma la Seguridad Social (sistema sanitario, jubilación, salario mínimo, bajas laborales y protección en el desempleo, principalmente) y se toman medidas para que las empresas públicas sean rentables autónomamente y no dependan de las suvbenciones del Estado y se devalúa la peseta. Gracias a estos pactos se alcanzó una notable paz social y laboral que permitió a España salir de la crisis poco a poco.
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