Hay que reconocer que con el PP el salario mínimo era una porquería, y sin embargo con el PSOE, también.
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La diferencia es que, hace unos años, un "obrero" con cierta cualificación, un oficial de cualquier categoría, e incluso un peón, si me apuráis, tenía un sueldo que no era muy diferente al actual, las horas extras bien retribuidas estaban a la orden del día y el dinero bajo mano que no figuraba en nóminas ni en estadísticas era habitual en muchísimas empresas.
No era un chollo ser obrero, nunca lo ha sido, pero bueno... al menos en la empresa tenían cierto reconocimiento.
La situación actual ha cambiado un pelín.
Cuando una empresa oferta un puesto y el oriundo se presenta, se encuentra con una fila de extranjeros que optan por lo mismo. La única alternativa que tiene es tragar con lo que el empresario le diga y no abrir demasiado la boca, porque a la mínima duda sabe que se van a decantar por el inmigrante.
Y eso ocurre ahora, en plena cresta de la ola, cuando se advierte que la crisis está a la vuelta de la esquina, si... pero a pesar de todo, en estos momentos, la maquinaria está a pleno rendimiento, las empresas están a tope de trabajo y los pedidos se necesitan para ayer.
Quiero decir que el salario mínimo en estos tres años ha subido, pero el sueldo real que cobra el españolito (peones y oficiales en empresas) ha bajado, a veces incluso en términos reales, sin tener en cuenta la inflación.
Y eso me lleva a decir que empieza a haber muchísima gente muy, pero que muy cabreada, y que tiene la sensación de que el PSOE, y la progresía en general es una cosa de yupis, de funcionarios, de gente que se siente en la cresta de esta incierta ola, y que los obreros (lo que siempre se ha llamado obreros) empiezan a mirar con buenos ojos a la derecha.
El mundo al revés, incluso antes de que se ponga definitivamente del revés, de aquí a tres o cuatro años.
