El opaco mundo de las eléctricas

Montcada

Madmaxista
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El opaco mundo de la chispa
Francesc Sanuy

Desde finales de noviembre, las empresas europeas tienen que pagar un coste más alto que las de EEUU para colocar sus empréstitos, como consecuencia de la crisis de la deuda soberana de países como Grecia, Irlanda y España. Los diferenciales son aún mayores con respecto a los CDS, es decir, los swaps de seguro contra los créditos fallidos. Quiere decir sencillamente que los mercados valoran como más arriesgado el crédito a las empresas de la Europa periférica de la que formamos parte. Concretamente estos días, una de las empresas que pasa por más dificultades es Enel, la eléctrica estatal italiana que, en este gran bazar y mercado persa en que se ha convertido el Estado, se ha visto beneficiada con la venta de Endesa, lo que conlleva vender a la práctica un cuasi monopolio del mercado de Cataluña a un grupo extranjero.

En todo caso, la operación Endesa es claramente demostrativa de cómo funcionan las cosas que se deciden en la villa del oso y el madroño y rompeolas de todas las Españas. Figura que los gobernantes optaron por la privatización de las empresas públicas, porque haríamos cajón y, sobre todo, tendríamos una gestión privada que, por definición, sería mejor. ¡Qué cinismo y qué paradoja que, a continuación, la venta aprobada por Zapatero fuera a una empresa igualmente estatal, y además extranjera, sin ninguna garantía de buen servicio y con todas las connotaciones que tienen estos alborotos en la Italia de Berlusconi! Y, sobre todo, que el dinero lo hiciera el Sr.. Entrecanales de l'empresa familiar Acciona, Entrecanales de la empresa familiar Acciona, que por el solo hecho de ser el adjudicatario del gobierno de aquí y de vender Endesa a la designada del gobierno de allí y de sentarse en el sillón sólo 14 meses en espera de la culminación del passing shot los italianos escogidos, se embolsó la bonita cantidad de 1.500 millones de euros. Realmente, todos nos deberíamos esforzarnos para llegar a ser igual de inteligentes. De este modo, cuando, tres años después de la compra, de Endesa, nos encontraran atrapados por la enorme carga de la deuda que se necesitó para hacer la operación, podríamos acercarnos discretamente al gobierno que mover los hilos y decirle que no nos salían las cuentas. Con lágrimas en los ojos, podríamos invocar los servicios prestados o, quién sabe si los compromisos contraídos, para avisar que la agencia Moody's está a punto de degradar la solvencia de Enel. Por lo tanto, puede haber una sospecha razonable que, además de la servidumbre, de cara al ramo de la chispa, una causa suplementaria de la colleja tarifaria que, desde la venta de Endesa ya significa un aumento del 43% del recibo de la luz, pueda ser la voluntad de facilitar la rentabilidad de las facturas de kwh. Todo ello a través de unas subidas auténticamente bestiales que representan un atentado contra los usuarios de un servicio imprescindible y, por espiral de costes, un peligro de desestabilización inflacionista y de pérdida de competitividad en plena crisis de declive, empobrecimiento, desempleo y estancamiento .

Del poder de los eléctricos y otros oligopolios, tendremos que hablar repetidas veces, pero, de momento, quizás vale la pena hacer algunas primeras pinceladas. De entrada, que en la factura de la luz se esconden toda una serie de conceptos que no tienen nada que ver con un contrato bilateral. Entran, por ejemplo, el canon del carbón, que no tiene ningún sentido pero que sí sirve para fidelizar a los votantes del mitin de Rodiezmo y de la Minero Siderúrgica, empresa que había tenido de presidente Milans del Bosch y donde se habían detectado carbones de importación (Polonia y Sudáfrica) que se hacían pasar por nacionales subvencionados. Para hacerlo breve, pese a la prohibición de la UE de subvencionar un carbón que no es competitivo, se ha alargado unos años más lo de los 600 millones de euros que nos hacen pagar a los consumidores. Claro que esto no es nada si lo comparamos con los 7.387 millones de euros que pagamos para beneficiar a las empresas de renovables o la cogeneración. También figura, aunque no conste expresamente, la moratoria nuclear por el cierre de las centrales de Lemóniz por amenazas y la de Valdecaballeros. Nos endosan también conceptos tales como transporte y distribución, uso de las redes de alta y baja tensión, los gastos de la CNE (el órgano regulador que, si acaso, deberían pagar las empresas), los CTC (costes de transición a la competencia) que implantó el ministro Piqué, y el alquiler de contadores. Por el concepto de déficit tarifario, la deuda ya es de 20.000 millones y se deben pagar con intereses durante 15 años. Y ahora, cálzate, la próxima revisión de las tarifas se hará el 1 de abril, porque la de primeros de año ya no es suficiente.

Articulo original: Avui+ - Notícia: L'opac món de la guspira-352458
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