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Y el hijomio ese del BBVA exigiendo una moderación salarial...ANTÓN Costas
Catedrático de Economía de la UB
Cual gota malaya, desde hace varios años los salarios de los trabajadores españoles están reduciendo su crecimiento y perdiendo capacidad adquisitiva. Para los empresarios y el Gobierno se trata de una moderación de los costes laborales que tiene efectos benéficos para el crecimiento económico. Pero posiblemente, los afectados no lo ven de la misma manera. Y tampoco está claro que a la larga sea bueno para el conjunto de la economía, especialmente si la caída de los salarios se combina con un aumento de los tipos de interés de las hipotecas y los créditos.
Comencemos con los salarios. Los datos son bastante claros y muy tozudos. El crecimiento de los salarios desde el año 2001 es menor año tras año. Y no sólo han crecido a menor ritmo, sino que los salarios eran más bajos de lo que sabíamos. Ahora resulta que el empleo descubierto por la elaboración de la nueva Contabilidad Nacional del año 2000 en sectores no agrarios (industria, construcción y servicios sometidos a competencia) tiene un salario más bajo que el promedio de ingresos. Dicho de otra manera, las nóminas de los asalariados resultan más bajas de lo que creíamos y además crecen cada vez a menor ritmo.
Pero lo que realmente interesa no son los euros que cobramos, sino lo que podemos comprar con ellos. Como los precios de los bienes y servicios que adquirimos, es decir la inflación, crecen más que los salarios, el resultado es que el salario real es cada año menor que el anterior. De hecho, el salario real era a finales del año pasado el mismo que hace cinco años, según los datos que elaboran Adeco y el IESE, teniendo en cuenta todas las remuneraciones: el salario base, las pagas extraordinarias y las horas extras.
ESTÁ CLARO, los salarios menguan año a año. Dejando de lado ahora las causas de esta caída, la cosa tiene visos de continuar, al menos a corto plazo. Todas las proyecciones realizadas sobre la evolución de los salarios reales para el año 2006 predicen una nueva caída del salario real. Es decir, aquellas personas y familias cuyos ingresos para vivir vengan de los salarios, que son la mayoría, seguirán perdiendo capacidad adquisitiva; dicho de una manera más contundente, serán más pobres el año que viene.
No quiero ser ningún aguafiestas, pero si al menor salario real le sumamos el hecho de que un gran número de personas y familias trabajadoras están hipotecadas (especialmente las más jóvenes), que los tipos de interés de sus hipotecas son a tipo variable y que esos tipos están subiendo, el panorama al que se enfrentan estas familias está claro: salarios menguantes, intereses hipotecarios crecientes. Como se ve, no es como para tirar cohetes.
Sin embargo, a decir de algunos, España va bien, aunque vaya mejor para unos que para otros. Hasta ahora la cosa se ha arreglado porque, al contrario que lo que ha sucedido con el salario, el empleo ha tirado bien, aunque sea precario y temporal. Y como las mujeres se han incorporado de forma masiva al mercado laboral, dos empleos en una pareja parece que compensan la reducción del salario de cada uno. Un salario para pagar la hipoteca y el otro para vivir. Pero si, como es de prever, el salario baja y los intereses suben, la cosa se va a poner antiestética.
Los que tengan tendencia a ver las cosas con optimismo, pueden consolarse pensando que, aunque a algunos les vaya algo peor, al menos a la economía en su conjunto le irá bien. Pero tampoco está claro.
Como el salario real de cada trabajador ha caído más intensamente que lo que ha aumentado el número de empleados, el crecimiento de la renta procedente de los salarios del conjunto de las familias españolas se moderó en el 2005 respecto del año anterior. A esa caída de los salarios hay que añadir el hecho de que la riqueza que esas mismas familias tienen en forma de viviendas (la vivienda constituye el 80 % de la riqueza de los hogares españoles) también creció menos en el 2005, como consecuencia de la moderación de los precios que viene experimentando la vivienda. Por lo tanto, estamos ante una situación de salario y riqueza menguante.
Y aquí surge el problema para la economía. Como todo el mundo conoce, nuestro modelo de crecimiento se basa en el fuerte consumo de las familias españolas. En la medida en que estas tienen menos ingresos y riqueza, es de prever que el crecimiento se modere. Ya existen algunas señales. Las inversiones en bienes de equipo de las empresas están disminuyendo, a pesar de que la economía española crece. Por otro lado, la encuesta de clima industrial entre los empresarios da indicios de un pesimismo que sólo tiene sentido si están pensando en que el consumo de las familias se va a moderar.
¿DE DÓNDE pueden venir los ánimos? A corto plazo, la esperanza del Gobierno y las autoridades económicas parece ser que los alemanes se vuelvan más optimistas, dejen de ahorrar tanto y se pongan a consumir. Si es así, comprarán más productos españoles y esto hará que el descenso del consumo interno español se compense con el mayor consumo externo de otros europeos.
Mientras tanto, y teniendo en cuenta que los salarios continuarán su senda menguante, convendría cubrirse de los riesgos de los intereses crecientes. A mi juicio, el peligro principal proviene del hecho de que prácticamente el 100 % de las hipotecas de las familias españolas están planteadas a tipo variable. Por lo tanto, el riesgo de subida de tipos recae totalmente sobre las familias. Ha sido una irresponsabilidad de las instituciones financieras y, en parte, de las autoridades. Ahora deben contribuir a mitigar ese riesgo.