Tony Soprano
Madmaxista
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España; ese país que maltrata a sus funcionarios
Me disponía yo el pasado Viernes de buena mañana a acudir a la ciudad de la justicia de Valencia, donde se encuentra el instituto de medicina forense, para dar cuenta de unas lesiones…
Al llegar allí, entras por una puerta en la que se encuentra un guardia civil de los tiempos de Franco, a punto de retirarse, sentado leyendo un diario, sin fijarse lo más mínimo en quién entra o quién sale…
Primer momento dolido, hay cola; toca esperar.
Cuando ya casi era mi turno, entra una chica de entre 25 y 30 años, a la cual llamaremos “Jenny”, con aspecto poligonero; tatuajes en espalda, pie y mano (que yo viese), piercing encima del labio, maquillada como la mismísima faraona y con unos pendientes de oro en los cuales podría mecerse un tucán… Se ve que había sido maltratada por su “jonathan”, por lo que tiene preferencia, pasa delante de mí y le atiende un médico “especializado en estos casos”. Bien.
Por fin me atienden; frente a mí, 2 señoritas en el mostrador, jóvenes, toman mi citación y me dicen, siéntese, ahora en seguida le llamamos.
Sabía yo que como todo servicio público, me iba a tocar esperar lo mío, pero la “diversión” o al menos mi tema de distracción no tardaría en aparecérseme…
Sumando las 2 señoritas de ventanilla, había 6 mujeres más “trabajando a la vista”, 3 de las cuales podía yo ver su ordenador, ya que estaban unas enfrente de las otras.
De los 3 ordenadores que podía ver, una jugaba al solitario (o similar) mientras las otras 2 comentaban algo, juntas, en la mesa de una de ellas. De las otras 3, cara a mí pero que no veía sus ordenadores, una de ellas iba y venía y las otras 2 charlaban amablemente con un señor.
Las 2 del mostrador no cabe decir que no hacían otra cosa que charrar, ya que tenían como difícil misión laboral, leer un nombre de una lista tras sonar un pitido, el cual había sido accionado por el médico cuya consulta había quedado libre, y tras esto, tachar el nombre.
La espera seguía haciéndose larga; el guardia civil seguía sin prestar mucha atención a su alrededor a excepción de cuando su rabillo del ojo adivinaba que entraba una silueta femenina…
Pese a que había unas 10 consultas, tan sólo atendían en 3 de ellas…; 2 desde el momento en el que un médico “salía 5 minutos” al bar de la esquina a almorzar algo porque estaba desmayado, que no había desayunado (palabras textuales dichas a una de las chicas del mostrador).
Yo seguía esperando, contemplando la gran eficiencia de nuestros funcionarios, pero bueno, digamos que uno ya sabía a lo que iba… uno ya sabe cómo está este tema en este país.
Por fin llegó mi momento, me dispuse a entrar a la consulta. Consulta número 3 era en la que tenía que entrar.
Al llegar dentro, una médico de mediana edad hablaba por teléfono y me hacía gestos con el brazo como diciendo; “pasa y siéntate”. Al minuto de sentarme colgó y comenzó a hacerme unas preguntas, que nada tenían que ver con medicina; qué edad tenía o qué estudiaba, entre otras…
Cuando hubo transcrito los informes de mi médico de cabecera, me dijo que me esperara, que necesitaba unas copias de los documentos, que lo hiciese fuera hasta que realizasen las fotocopias.
Vi cómo salía la doctora y dejaba los documentos encima de la mesa más cercana de las 6 que antes les comentaba, y decía; “hay que hacer una copia de cada una de estas páginas al chico ese de allí que está esperando”. La que estaba más cerca de ella, se giró y simplemente dijo “vale”, el resto o no lo oyeron o prefirieron no darse por aludidas.
Aquí la escena era dantesca; las 2 del mostrador cotorreaban aún más, una de ellas lima en mano y con esas gafas de pasta.., era una imagen típica y tópica de lo que es alguien que trabaja cara al público pero con funciones de secretaria. De las otras 6, había 2 que ya no estaban; mirando el reloj sospechaba de otra “escapadita” al bar para almorzar (cuestión que luego se confirmaría ya que quedé para hablar con mi abogado en el mismo bar en el que las 2 se encontraban). De las 4 restantes, una cara al ordenador (esta quizá incluso estaba trabajando), otra hablando con un hombre mayor y aquella que había dicho el famoso “vale” a la difícil función de hacerme las fotocopias, hablaba con la de la mesa de al lado.
La situación se demoró unos minutos que a mí se me hicieron eternos, no solo por lo que joroba esperar, sino porque yo podía ver con mis propios ojos cómo, pese a tener una orden sencilla que hacer, seguían todas rascándose los bemoles…
Cuando por fin se dignaron a realizar tan ardua tarea, me dieron los originales junto con –ahora viene lo bueno- unos calendarios del csif (el sindicato de funcionarios) de 2 tamaños diferentes para que se los diera a mis padres o amigos y les comentara el injustísimo recorte salarial que se les iba a hacer. “Es que es injusto”, repitió en una conversación (mejor dicho monólogo) de 2 minutos unas 5 ó 6 veces. Me dijo que no podían recortar salario a gente trabajadora con lo justito para llegar a fin de mes, y también me dijo que normalmente los trabajos que desempeñaban eran duros y sobretodo estresantes (parecía que ese día tenían ganas de hablar, y de decir sandeces, por lo visto, también).
Mi cabeza en ese momento no podía más que estar acordándose en su querida madre, lo siento. Tuve la educación de aguantar estoicamente sus memeces, las de la doctora, el no hacer nada del guardia civil, que colasen a una Jenny supuestamente maltratada y que hubiera solo un medico dedicado a estos temas (exclusivamente?? Eso parecía…), esa manera de “trabajar” de 8 mujeres, que serían administrativas, y que entre las 8 seguramente estaban haciendo el trabajo de 3 personas realmente eficientes, también tuve que ver la escapadita del médico para irse a comer algo, el esperar casi 10 minutos (que se dice rápido pero fueron interminables) sólo porque a una de esas no le apetecía hacer su trabajo, porque no les pueden despedir por incompetentes, también la salida a almorzar de las otras 2 mujeres…
Pero lo que más me fastidiaba, al igual como me ocurrió al acudir a una importante sesión del parlamento, fue ver con mis propios ojos, a dónde van a parar los impuestos de todos; …a pagar sueldos de gente que realmente no es necesaria.
Y no sólo no es necesaria, sino que encima de que no son rentables y gozan de los mejores horarios, sueldos bastante buenos, la seguridad de que no te van a despedir, y tienen un respetabilísimo porcentaje de bajas por cosas tan jodidas como dolor de espalda (de estar sentadito en la silla), depresiones (por estrés laboral?!?! WTF!!) y que sospechosamente se multiplican éstas en Verano…
Pese a todo, pese a verlo con mis propios ojos en una situación cotidiana (que habrán muchísimas más), se atreven a aleccionarnos, diciéndonos al resto de los ciudadanos, que tenemos que luchar por sus derechos, ya que "se sienten maltratados por la sociedad, siendo todos iguales, y sobre todo por España, porque es una situación injusta y “esto” no puede ser de ninguna de las maneras…"
Al salir de allí sólo podía pensar en cómo España trata a sus funcionarios y cómo -cierto era lo que decía aquella mujer-; esto es realmente injusto, esto tiene que cambiar…
Me disponía yo el pasado Viernes de buena mañana a acudir a la ciudad de la justicia de Valencia, donde se encuentra el instituto de medicina forense, para dar cuenta de unas lesiones…
Al llegar allí, entras por una puerta en la que se encuentra un guardia civil de los tiempos de Franco, a punto de retirarse, sentado leyendo un diario, sin fijarse lo más mínimo en quién entra o quién sale…
Primer momento dolido, hay cola; toca esperar.
Cuando ya casi era mi turno, entra una chica de entre 25 y 30 años, a la cual llamaremos “Jenny”, con aspecto poligonero; tatuajes en espalda, pie y mano (que yo viese), piercing encima del labio, maquillada como la mismísima faraona y con unos pendientes de oro en los cuales podría mecerse un tucán… Se ve que había sido maltratada por su “jonathan”, por lo que tiene preferencia, pasa delante de mí y le atiende un médico “especializado en estos casos”. Bien.
Por fin me atienden; frente a mí, 2 señoritas en el mostrador, jóvenes, toman mi citación y me dicen, siéntese, ahora en seguida le llamamos.
Sabía yo que como todo servicio público, me iba a tocar esperar lo mío, pero la “diversión” o al menos mi tema de distracción no tardaría en aparecérseme…
Sumando las 2 señoritas de ventanilla, había 6 mujeres más “trabajando a la vista”, 3 de las cuales podía yo ver su ordenador, ya que estaban unas enfrente de las otras.
De los 3 ordenadores que podía ver, una jugaba al solitario (o similar) mientras las otras 2 comentaban algo, juntas, en la mesa de una de ellas. De las otras 3, cara a mí pero que no veía sus ordenadores, una de ellas iba y venía y las otras 2 charlaban amablemente con un señor.
Las 2 del mostrador no cabe decir que no hacían otra cosa que charrar, ya que tenían como difícil misión laboral, leer un nombre de una lista tras sonar un pitido, el cual había sido accionado por el médico cuya consulta había quedado libre, y tras esto, tachar el nombre.
La espera seguía haciéndose larga; el guardia civil seguía sin prestar mucha atención a su alrededor a excepción de cuando su rabillo del ojo adivinaba que entraba una silueta femenina…
Pese a que había unas 10 consultas, tan sólo atendían en 3 de ellas…; 2 desde el momento en el que un médico “salía 5 minutos” al bar de la esquina a almorzar algo porque estaba desmayado, que no había desayunado (palabras textuales dichas a una de las chicas del mostrador).
Yo seguía esperando, contemplando la gran eficiencia de nuestros funcionarios, pero bueno, digamos que uno ya sabía a lo que iba… uno ya sabe cómo está este tema en este país.
Por fin llegó mi momento, me dispuse a entrar a la consulta. Consulta número 3 era en la que tenía que entrar.
Al llegar dentro, una médico de mediana edad hablaba por teléfono y me hacía gestos con el brazo como diciendo; “pasa y siéntate”. Al minuto de sentarme colgó y comenzó a hacerme unas preguntas, que nada tenían que ver con medicina; qué edad tenía o qué estudiaba, entre otras…
Cuando hubo transcrito los informes de mi médico de cabecera, me dijo que me esperara, que necesitaba unas copias de los documentos, que lo hiciese fuera hasta que realizasen las fotocopias.
Vi cómo salía la doctora y dejaba los documentos encima de la mesa más cercana de las 6 que antes les comentaba, y decía; “hay que hacer una copia de cada una de estas páginas al chico ese de allí que está esperando”. La que estaba más cerca de ella, se giró y simplemente dijo “vale”, el resto o no lo oyeron o prefirieron no darse por aludidas.
Aquí la escena era dantesca; las 2 del mostrador cotorreaban aún más, una de ellas lima en mano y con esas gafas de pasta.., era una imagen típica y tópica de lo que es alguien que trabaja cara al público pero con funciones de secretaria. De las otras 6, había 2 que ya no estaban; mirando el reloj sospechaba de otra “escapadita” al bar para almorzar (cuestión que luego se confirmaría ya que quedé para hablar con mi abogado en el mismo bar en el que las 2 se encontraban). De las 4 restantes, una cara al ordenador (esta quizá incluso estaba trabajando), otra hablando con un hombre mayor y aquella que había dicho el famoso “vale” a la difícil función de hacerme las fotocopias, hablaba con la de la mesa de al lado.
La situación se demoró unos minutos que a mí se me hicieron eternos, no solo por lo que joroba esperar, sino porque yo podía ver con mis propios ojos cómo, pese a tener una orden sencilla que hacer, seguían todas rascándose los bemoles…
Cuando por fin se dignaron a realizar tan ardua tarea, me dieron los originales junto con –ahora viene lo bueno- unos calendarios del csif (el sindicato de funcionarios) de 2 tamaños diferentes para que se los diera a mis padres o amigos y les comentara el injustísimo recorte salarial que se les iba a hacer. “Es que es injusto”, repitió en una conversación (mejor dicho monólogo) de 2 minutos unas 5 ó 6 veces. Me dijo que no podían recortar salario a gente trabajadora con lo justito para llegar a fin de mes, y también me dijo que normalmente los trabajos que desempeñaban eran duros y sobretodo estresantes (parecía que ese día tenían ganas de hablar, y de decir sandeces, por lo visto, también).
Mi cabeza en ese momento no podía más que estar acordándose en su querida madre, lo siento. Tuve la educación de aguantar estoicamente sus memeces, las de la doctora, el no hacer nada del guardia civil, que colasen a una Jenny supuestamente maltratada y que hubiera solo un medico dedicado a estos temas (exclusivamente?? Eso parecía…), esa manera de “trabajar” de 8 mujeres, que serían administrativas, y que entre las 8 seguramente estaban haciendo el trabajo de 3 personas realmente eficientes, también tuve que ver la escapadita del médico para irse a comer algo, el esperar casi 10 minutos (que se dice rápido pero fueron interminables) sólo porque a una de esas no le apetecía hacer su trabajo, porque no les pueden despedir por incompetentes, también la salida a almorzar de las otras 2 mujeres…
Pero lo que más me fastidiaba, al igual como me ocurrió al acudir a una importante sesión del parlamento, fue ver con mis propios ojos, a dónde van a parar los impuestos de todos; …a pagar sueldos de gente que realmente no es necesaria.
Y no sólo no es necesaria, sino que encima de que no son rentables y gozan de los mejores horarios, sueldos bastante buenos, la seguridad de que no te van a despedir, y tienen un respetabilísimo porcentaje de bajas por cosas tan jodidas como dolor de espalda (de estar sentadito en la silla), depresiones (por estrés laboral?!?! WTF!!) y que sospechosamente se multiplican éstas en Verano…
Pese a todo, pese a verlo con mis propios ojos en una situación cotidiana (que habrán muchísimas más), se atreven a aleccionarnos, diciéndonos al resto de los ciudadanos, que tenemos que luchar por sus derechos, ya que "se sienten maltratados por la sociedad, siendo todos iguales, y sobre todo por España, porque es una situación injusta y “esto” no puede ser de ninguna de las maneras…"
Al salir de allí sólo podía pensar en cómo España trata a sus funcionarios y cómo -cierto era lo que decía aquella mujer-; esto es realmente injusto, esto tiene que cambiar…
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