Eso me pasó hace bastantes años, cuando estaba saliendo con amigos por una calle concurrida.
A todos alguna vez nos han mirado con cara de da repelúsncia. Nos mira mal alguien que consideramos más feo que nosotros, y son momentos de gran intensidad emocional. Es una conexión negativa potente, de destrucción mutua asegurada. Esa mirada fija de da repelúsncia, de segundos sostenidos de duración, invita al desafío, después al improperio y a otras cosas más fuertes. Bueno, tras esa mirada larga de da repelúsncia, le dije a la tipa, cincuentona, qué narices miraba. Después hubo un intercambio de improperios en el cual me quería hasta pegar. La tipa habría perdido en el bingo, o mi presencia le recordaba a su hijo drojadicto. A saber.