De buenos vasallos y pésimos señores

Clavisto

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- "Abuelo...¿cómo fue la guerra civil?"

Se calló un momento y sin dejar de mirar el televisor me dijo:

- "Un desastre"

Eran mediados de los ochenta, yo tendría unos once años y no recuerdo por qué se lo pregunté. Estábamos de vacaciones estivales, no había colegio, supongo que vería algo por la tele y se me ocurrió preguntárselo. Sentí que no debía preguntar más; mi abuela me echó una mirada y continué cenando aquel tazón de leche con sus correspondientes 30 galletas María; cuando la leche no estaba enriquecida con mil soplapolleces, cuando todas las mañanas el vaquero iba con su furgoneta por el barrio para venderla recién ordeñada, cuando las galletas María sabían a gloria y no a ladrillo.

Algunos días después, una noche que mis abuelos estaban tomando el fresco, él se retiró un poco antes, no se encontraba demasiado bien y subió a acostarse, así que nos quedamos mi hermano, mi abuela y yo. Entonces ella nos contó algunas cosas que no sabíamos del abuelo; creo que el frescor de la madrugada, después de otro día de calor infernal, actuó como narcótico en su cabeza.

Nos contó que el abuelo había luchado en la guerra, que fue hecho prisionero y que cuando los hacinaron en una plaza de toros, como animales, logró sobrevivir sin apenas comer ni beber durante semanas. Nos contó que muchos de sus compañeros murieron por beber agua estancada, de lo desesperados que estaban. Nos contó que a consecuencia de aquello le apareció su úlcera de estómago, con la que tuvo que convivir el resto de sus días, y nos contó, también, que una vez hecho prisionero se dió cuenta de que uno de los que estaban en el otro bando era su hermano. Habían estado pegándose tiros durante días sin saberlo.

Después de hacernos jurar, quizá arrepentida, que nunca se lo diríamos nos fuímos a dormir.


Mi abuelo tenía 18 años cuando estalló la guerra; tres después, y aún dando las gracias por seguir vivo, reabrió la taberna de su padre, se casó y creó una familia.

El negocio (me da la risa emplear esta palabra referida a aquellos años) fue para arriba y consiguió que a su familia, y a las de otros muchos, no le faltara comida, ropa y una cama donde dormir. Mi padre dejó los estudios cuando vió que aquello no era la suyo y se puso a trabajar en lo que ya era un bar.

Cuando mi abuelo notó que su enfermedad no le permitía trabajar se retiró. Acababa de cumplir los 50 y su hijo ya estaba preparado para ponerse al frente de lo que en breve se transformaría en marisquería. Se fue a su casa y no volvió a aparecer por el negocio; era un hombre disciplinado, durante 50 años se alimentó a base de arroz hervido, leche, alguna galleta y algo de fruta. Un hombre sobrio. Así que el resto de su vida lo empleó en pasear, ver fútbol y tenis por la tele, dar de comer a los pájaros y, con el tiempo, cuidar de sus nietos. Recuerdo que en ocasiones lo acompañaba a comprar la fruta, íbamos a un almacén grande donde la tenían extraordinaria; de camino siempre teníamos que pararnos un montón de veces para charlar con cualquiera que se cruzara con nosotros. Todos le conocían, todos le querían y todos querían saber de él, qué hacía, qué tal estaba, como le iba todo...yo no podía entenderlo, tenía a mi abuelo por un hombre muy serio, solitario, un tanto huraño, y no comprendía como era posible que tanta gente lo quisiera. Le hablaban con un respeto...y mi abuelo a todos les sonreía, les preguntaba por la familia, les decía amables palabras, se despedía, y otra vez a caminar y otra vez a parar y otra vez lo mismo...


Años después, con trece o catorce, empezamos a ayudar a nuestro padre durante los veranos. Conocíamos a todos los clientes, nos habían visto crecer y se divertían viendo como nos esforzábamos por hacer las cosas bien. Era bonito.

Yo les echaba una mano en la terraza, mesas fáciles al principio, pero cuando el trompo se líaba y no dábamos abasto atendía lo que fuera, eché los dientes rápido.

A primera hora de la tarde colocaba las mesas, con toda la solanera; después los viejos clientes del bar se sentaban y yo con ellos, a la espera de que llegara la gente.

Hablaban de toros, de fútbol, me preguntaban por mi abuelo, contaban batallitas y la mayor parte del tiempo permanecían en silencio. A veces me sentaba en los barriles que dejábamos en la calle (todavía se podía dejar un barril entero de cerveza sin miedo a que te lo robaran) y observaba como podían estar toda la tarde sin hablar, simplemente fumando caldo de gallina, bebiéndose un café y mirando en derredor. Ahora pienso que sólo hablaban cuando yo estaba delante. ¿De qué vas a hablar cuando ya está dicho y hecho todo?. Es mejor estar acompañado, pero no de capullos que con 80 años todavía tienen que hablar como cotorras para sentir que alguien les hace caso.

Cuando ya está todo dicho no hay nada mejor que el silencio.


De todos aquellos hombres que conocí ninguno me habló de la guerra civil. Lo más que decían era una pena, una calamidad, un DESASTRE.

Ellos, los que de verdad pelearon entonces, no tenían nada que decir porque no había nada que decir. Y menos a un mocoso con una esponja por cabeza a la que cualquier comentario menso la habría empapado de repruebo y rencor sin razón alguna.

Ellos, los que de verdad pelearon entonces, gente de izquierdas y azules, no tenían nada que decir porque hacía mucho tiempo que se habían perdonado y no querían recordar la época más triste de su vida, la que debería haber sido la mejor, la de su juventud.

Ellos, los que de verdad pelearon entonces, no tenían nada que decir porque tenían la suficiente sabiduría y experiencia como para saber que la hez no hay que removerla.


Son sus hijos y sus nietos los coprofílicos, quienes hablan y rehablan de todo aquello como si les fuera la vida en ello, como si alguna vez se hubiera podido dar marcha atrás en el tiempo para no cometer errores fatales, como si ellos fueran más listos que sus mayores.

Son sus hijos y sus nietos los coprofílicos, quienes han hecho de este país un eterno ring de boxeo, de pegadores de chichinabo, de estúpidos leídos que no saben nada de nada, de amargados que culpan a la historia del fracaso de sus vidas, de renacuajos de pecera con linaje de tiburón blanco.

Son sus hijos y sus nietos los coprofílicos, quienes corrompen la sociedad entera recordando una y otra vez que hace 70 años, cuando ninguno había nacido, nuestros mayores se liaron a tiros porque unos tipos decidieron que había que matarse entre hermanos, entre amigos, entre compatriotas.



No sé cuando cachopo dejarán de remover la hez, cuando uno se aficiona a algo es difícil parar, y más en esta sociedad desquiciada, repleta de abogados y matamolleras, donde aquellos dicen que te resuelven los problemas que tengas con los demás y estos como resolver los que tienes contigo mismo, donde aquellos te obligarán a mentir si es necesario y estos a que le cuentes todo lo que se te pasa por la cabeza para "ayudarte", donde aquellos se forrarán con tu desgracia y estos creerán ser el quinto beatle en comparación con un con poca gracia como tú.


Y todo para que aquellos te digan que no tienes ni idea de como va el juego y estos que no tienes ni idea de lo que es la vida.

Para que aquellos te digan como debes vivir si no quieres meterte en líos y estos te digan como tienes que salir de tus líos.

Para que aquellos te digan que tienes suerte de contar con ellos y estos te digan que lo que de verdad siempre has querido es dar de baja de la suscripción de la vida a tu padre y amarte a tu madre.


¿Y qué son nuestros políticos sino unos picapleitos jorobamadres?


Sois vosotros, y no nosotros, los que estáis mal dolidos.


Y mal nacidos.



Para todos aquellos viejos que me enseñaron a no remover la hez.



Y para mi abuelo. El hombre más recto que he conocido.



Espero que te hayas enterado de que fuimos Campeones del Mundo.



Sí, abuelo...España es Campeona del Mundo.



A pesar de está maná de hijos de la gran fruta.
 

Heinrich

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Me ha quedado claro que ud. siente nostalgia de los 80. El resto...
 

erpayo

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a mi abuelo solo lo vi llorar una vez en la vida... con la hez de la ley de la memoria histórica cuando le llamaron para hacer un homenaje a su padre.

Y murió dos días antes de la final del mundial... por lo que el final me ha llegado, y mucho.
 

IIIWW

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¿Hablando de guerra, úlceras y reclusión y saltas conque hemos sido campeones de QUEEEÉ???

Menuda gente más volada. Qué habrás hecho en la vida para que tus células puedan hacer una conexión neuronal tan frívola, desalmada, borrega y estulta.
 

Clavisto

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¿Hablando de guerra, úlceras y reclusión y saltas conque hemos sido campeones de QUEEEÉ???

Menuda gente más volada. Qué habrás hecho en la vida para que tus células puedan hacer una conexión neuronal tan frívola, desalmada, borrega y estulta.
Tranquilícese
 
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Mis abuelos fueron los dos a la guerra, pero a diferencia de su abuelo ninguno de los dos llegó a ser un personaje de social relevancia ¿sabe por qué? Porque eran los dos de izquierdas y a diferencia de su abuelo tuvieron que retrotraerse sobre sí mismos y dejar de tener vida social.

Su hijo, mi padre ha seguido el mismo camino. No lo conozco salir en ninguna fiesta si no es por obligación. Y hoy son fiestas en mi pueblo y yo tampoco salgo por lo mismo:; aquí no estoy bien visto ¿le pasó eso a su abuelo, a su padre o a usted, o todo lo contrario?
 
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