Pues fue uno de los mejores viajes de mi vida: un montón de días por allí, visitando las ciudades más grandes, pero también aldeas perdidas en mitad de la nada. Disfrutar de que un jefe local organizara una fiesta para nosotros, "disfrutar" de que en alguna de esas aldeas no tuviesen agua embotellada y pillar una pirrilera de proporciones épicas, pasar de dormir en una habitación de hotel hiper lujosa, cómoda y moderna a hacerlo en una cama de niños en la que, con mi 1,95 no es que me colgasen los pies, es que me colgaban las pantorrillas.
Fue un viaje de muchísimos contrastes y yo creo que eso fue lo que más me gustó. Estoy deseando volver.