Cinco duros, una partida: las salas recreativas de los 90

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Hace tiempo acudí de visita a mi antiguo barrio. Después de unos días de reencuentros con amigos y familiares, decidí tomarme una tarde para pasear por sus calles y rememorar viejos tiempos. En esencia era lo mismo, pero con el peso de los años, que caían a plomo sobre mis recuerdos a cada metro que recorría por las aceras de lo que un día fue mi hogar, aunque sé que nunca dejará de serlo del todo, por muy lejos que esté de él. Es una sensación extraña, ya que he crecido y me he ido haciendo mayor, pero algunos lugares todavía mantienen esa esencia añeja, negándose a desaparecer en el olvido y manteniendo una intensa lucha contra las décadas: la ferretería, el bar de los parroquianos de enfrente del supermercado, la librería donde compraba el material para el colegio y, para mi sorpresa, el cine de toda la vida.

Muchos recovecos tan familiares como mi propia casa, pero entre ellos, también se encontraban locales nuevos; donde antes estaba una pequeña tienda de ropa, que ahora era un kebab, o el establecimiento de las fotocopias baratas, que se había transformado en una peluquería. Otros no corrieron la misma suerte, como el videoclub, que ahora el lugar presentaba un aspecto horrible que nunca mereció, con los cristales pintados, incluso algunos rotos. Me asomé a su interior, apoyándome sobre mis manos para poder tener mejor visión, y las ruinas, restos de estanterías que ya no albergaban nada más que polvo y suciedad, alguna caja y papeles por el suelo, dibujaban una escena apocalíptica, muy lejana a los años dorados del alquiler de cintas.

Dejando atrás aquellos recuerdos, continué andando y disfrutando del viento otoñal después de un cálido verano. Caminé, hasta que de pronto, me topé con lo que en su día fue el salón recreativo. Aquí, hice un alto en el camino, y sintiéndome Totó en Cinema Paradiso, no tardaron en llegar los recuerdos y mi memoria fotográfica comenzó a montar imágenes en mi cabeza de ese maravilloso lugar.

De pronto me vi yo mismo, hace casi tres décadas, cuando las luces de neón parpadeaban en las calles, y el sonido inconfundible de las monedas cayendo en las máquinas resonaba en los oídos, las salas recreativas eran el epicentro de la diversión para jóvenes y no tan jóvenes. Era una época en la que los videojuegos no se disfrutaban desde la comodidad de nuestros hogares, sino en locales de perdición especializados en la diversión, en su más amplio sentido de la palabra.

Si bien aquellos días lejanos ahora parecen un eco distante en la memoria, es imposible no sentir nostalgia por esos rincones mágicos. Los chavales se congregaban en estos refugios, ansiosos por gastar sus pesetas y disfrutar de las últimas novedades en el mundo de los videojuegos. ¿Quién podría olvidar los titanes de la época, como el "Comecocos" (Pac-Man), o los piques de "Street Fighter" o "Mortal Kombat"? Cada máquina tenía su propio encanto y su historia que contar.

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El ambiente era eléctrico, y la rivalidad estaba presente en todo momento, incluso en alguna ocasión he visto llover alguna leche a más de uno. Las partidas eran una competición feroz, y la destreza en "las maquinitas" era motivo de admiración e idolatría. La música de los juegos, mezclada con los gritos de emoción y frustración de los jugadores, creaba una sinfonía única que solo aquellos que vivieron esa época pueden apreciar plenamente. Eran lugares fascinantes, pero no olvidemos también las paredes con agujeros, las moquetas rotas en el suelo o ese particular olor a sudor que invadía algunas profundas zonas de la sala. Lo dicho, un lugar magnífico.

Los recreativos no eran solo un lugar para jugar, eran un punto de encuentro donde se forjaban amistades duraderas, algo así como las que únicamente se crean en la guandoca. Compartir la emoción de una victoria inesperada o la derrota más amarga, a menudo desembocaba en risas, insultos, botones rotos y conversaciones posteriores. No importaba quién eras o de dónde venías; en ese santuario del entretenimiento, todos éramos iguales.

A medida que los años avanzaban, la tecnología evolucionaba, y las consolas de videojuegos domésticas se volvían más asequibles y accesibles. Los recreativos, sin embargo, empezaron a disminuir en número. La magia de estas estancias se desvaneció lentamente, dejando un vacío en los corazones de aquellos que habían crecido en su interior.

Hoy, es difícil encontrar una auténtica sala recreativa. Pero la nostalgia de esos días perdura, y muchos aún buscan revivir ese espíritu en museos y eventos de videojuegos retro. Aquí, entre los sonidos de las máquinas que alguna vez nos hicieron soñar, recordamos una época en la que la diversión era simple y pura, por el módico precio de 25 pesetas, en el caso del Super Pang o Dynamite Cop, y 100 pesetas, si querías el producto premium del lugar, como el Time Crisis o Point Blank. Son algunos ejemplos, pero es imposible olvidar máquinas como: Tetris, Puzzle Bobble, Metal Slug, El Mundo Perdido o Space Invaders. Años después, con la llegada del Euro, todo se encareció de manera exagerada, lo que puso el primer clavo en su ataúd, aunque lo cierto es que Internet, las videoconsolas domésticas y los tiempos modernos, acabaron de cerrarlo.

Con una sensación entre tristeza y una sonrisa, dejé aquel lugar que tantos recuerdos me evocaba, pensando en aquellos tiempos con mis amigos en cumpleaños, fines de semana y otros porque sí, porque era nuestro lugar. Un sitio al que un día acudimos a jugar por última vez, pero no lo sabíamos.
Que nostalgia amigo, felicidades por el hilo.

Debes ser algo menor que yo(soy del 78) ni tengo en la memoria los citados Time Crisis o Point Blank, en mi tiempo había algunos juegos incluso de 5 pts o hasta 10 como supercontra en algún lar, o incluso de navecitas como esto:galaga.jpg
Ni recuerdo sus nombres, ya que pasaron a la historia por otros títulos más modernos como los que citas.

Voy a dejar mi selección de títulos que más morriña me produce:

threewonders, superpang, snow Bros, tumblepop, tetris, Gals Panic, hammerin Harry, Ghost and goblins
.images (1).jpeg
descarga.jpeg
descarga (1).jpeg

esos son los que más horas eché y más cortesanas solté, que vicio.

.yo creo sinceramente que ahora crean juegos(android fundamentalmente) sencillamente capados adrede para badulaques, cero adicción y estímulos comerciales de pagar items para no desarrollar nuestro intelecto y creatividad. Parece que no, pero aquellas máquinas había que interactuar y nos dió reflejos, pericia, astucia, perspectiva, etc.

ahora es todo frutapenico, e insisto adrede, con los sensores y bits, resolución, etc debían sacar cosas impresionantes y sólo hay morralla incluso en las plataformas de más caché. Han cambiado la industria totalmente.

Para otro hilo sería hablar de las plataformas tipo máster sistema, megadrive, neo geo, Ness, supernintendo, etc que fueron precisamente la que se cargó las salas recreativas al tiempo.
 
Última edición:
Si los chavales dejaban allí un dineral, ¿por qué desaparecieron los salones recreativos? No creo que la salida de la megadrive y otras consolas lograra eso. Me parece que sí, perdieron muchos clientes, pero más bien se debió al aumento del precio de la electricidad y a los impuestos a los empresarios.
 
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Hace tiempo acudí de visita a mi antiguo barrio. Después de unos días de reencuentros con amigos y familiares, decidí tomarme una tarde para pasear por sus calles y rememorar viejos tiempos. En esencia era lo mismo, pero con el peso de los años, que caían a plomo sobre mis recuerdos a cada metro que recorría por las aceras de lo que un día fue mi hogar, aunque sé que nunca dejará de serlo del todo, por muy lejos que esté de él. Es una sensación extraña, ya que he crecido y me he ido haciendo mayor, pero algunos lugares todavía mantienen esa esencia añeja, negándose a desaparecer en el olvido y manteniendo una intensa lucha contra las décadas: la ferretería, el bar de los parroquianos de enfrente del supermercado, la librería donde compraba el material para el colegio y, para mi sorpresa, el cine de toda la vida.

Muchos recovecos tan familiares como mi propia casa, pero entre ellos, también se encontraban locales nuevos; donde antes estaba una pequeña tienda de ropa, que ahora era un kebab, o el establecimiento de las fotocopias baratas, que se había transformado en una peluquería. Otros no corrieron la misma suerte, como el videoclub, que ahora el lugar presentaba un aspecto horrible que nunca mereció, con los cristales pintados, incluso algunos rotos. Me asomé a su interior, apoyándome sobre mis manos para poder tener mejor visión, y las ruinas, restos de estanterías que ya no albergaban nada más que polvo y suciedad, alguna caja y papeles por el suelo, dibujaban una escena apocalíptica, muy lejana a los años dorados del alquiler de cintas.

Dejando atrás aquellos recuerdos, continué andando y disfrutando del viento otoñal después de un cálido verano. Caminé, hasta que de pronto, me topé con lo que en su día fue el salón recreativo. Aquí, hice un alto en el camino, y sintiéndome Totó en Cinema Paradiso, no tardaron en llegar los recuerdos y mi memoria fotográfica comenzó a montar imágenes en mi cabeza de ese maravilloso lugar.

De pronto me vi yo mismo, hace casi tres décadas, cuando las luces de neón parpadeaban en las calles, y el sonido inconfundible de las monedas cayendo en las máquinas resonaba en los oídos, las salas recreativas eran el epicentro de la diversión para jóvenes y no tan jóvenes. Era una época en la que los videojuegos no se disfrutaban desde la comodidad de nuestros hogares, sino en locales de perdición especializados en la diversión, en su más amplio sentido de la palabra.

Si bien aquellos días lejanos ahora parecen un eco distante en la memoria, es imposible no sentir nostalgia por esos rincones mágicos. Los chavales se congregaban en estos refugios, ansiosos por gastar sus pesetas y disfrutar de las últimas novedades en el mundo de los videojuegos. ¿Quién podría olvidar los titanes de la época, como el "Comecocos" (Pac-Man), o los piques de "Street Fighter" o "Mortal Kombat"? Cada máquina tenía su propio encanto y su historia que contar.

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El ambiente era eléctrico, y la rivalidad estaba presente en todo momento, incluso en alguna ocasión he visto llover alguna leche a más de uno. Las partidas eran una competición feroz, y la destreza en "las maquinitas" era motivo de admiración e idolatría. La música de los juegos, mezclada con los gritos de emoción y frustración de los jugadores, creaba una sinfonía única que solo aquellos que vivieron esa época pueden apreciar plenamente. Eran lugares fascinantes, pero no olvidemos también las paredes con agujeros, las moquetas rotas en el suelo o ese particular olor a sudor que invadía algunas profundas zonas de la sala. Lo dicho, un lugar magnífico.

Los recreativos no eran solo un lugar para jugar, eran un punto de encuentro donde se forjaban amistades duraderas, algo así como las que únicamente se crean en la guandoca. Compartir la emoción de una victoria inesperada o la derrota más amarga, a menudo desembocaba en risas, insultos, botones rotos y conversaciones posteriores. No importaba quién eras o de dónde venías; en ese santuario del entretenimiento, todos éramos iguales.

A medida que los años avanzaban, la tecnología evolucionaba, y las consolas de videojuegos domésticas se volvían más asequibles y accesibles. Los recreativos, sin embargo, empezaron a disminuir en número. La magia de estas estancias se desvaneció lentamente, dejando un vacío en los corazones de aquellos que habían crecido en su interior.

Hoy, es difícil encontrar una auténtica sala recreativa. Pero la nostalgia de esos días perdura, y muchos aún buscan revivir ese espíritu en museos y eventos de videojuegos retro. Aquí, entre los sonidos de las máquinas que alguna vez nos hicieron soñar, recordamos una época en la que la diversión era simple y pura, por el módico precio de 25 pesetas, en el caso del Super Pang o Dynamite Cop, y 100 pesetas, si querías el producto premium del lugar, como el Time Crisis o Point Blank. Son algunos ejemplos, pero es imposible olvidar máquinas como: Tetris, Puzzle Bobble, Metal Slug, El Mundo Perdido o Space Invaders. Años después, con la llegada del Euro, todo se encareció de manera exagerada, lo que puso el primer clavo en su ataúd, aunque lo cierto es que Internet, las videoconsolas domésticas y los tiempos modernos, acabaron de cerrarlo.

Con una sensación entre tristeza y una sonrisa, dejé aquel lugar que tantos recuerdos me evocaba, pensando en aquellos tiempos con mis amigos en cumpleaños, fines de semana y otros porque sí, porque era nuestro lugar. Un sitio al que un día acudimos a jugar por última vez, pero no lo sabíamos.
Esas salas recreativas, antes eran otro negocio que recuerda un señor (treinta años mayor que usted) que pasea por allí.
 
No solo los salones recreativos, tambien sacaron a los crios y adolescentes de los bares. Todo bar tenia una arcade (o 2).

Un amigo que tiene un bar, me cuenta que se acabaron en los bares porque el estado cobra por maquina electronica y maximo 2 maquinas, asi que solo quedaron las tragaperras.



Mi opinion es que para explotar la sociedad y el pais nos necesitan aislados, es una parte mas para dividirnos.
 
Recuerdo y a bares con amigos sólo por que tenían una maquina y pasarnos allí horas; Shinobi, Doble Dragon, Tumble pop, .... y mi preferido ya de más mayor el Tetris

Yo tengo dos sobrinos y me bajé el emulador MAME, en un portatil antiguo, con un par de mandos, os lo dejo como idea (bueno, también podéis jugar vosotros jajaja)
 
Si los chavales dejaban allí un dineral, ¿por qué desaparecieron los salones recreativos? No creo que la salida de la megadrive y otras consolas lograra eso. Me parece que sí, perdieron muchos clientes, pero más bien se debió al aumento del precio de la electricidad y a los impuestos a los empresarios.
No hombre no. Cuando salió la megadrive, supernintendo, master sistem(para mí caso más humilde) etc costaba un dineral cada cartucho, 10-15 mil pesetas y se crearon lugares de alquiler, como los también extintos de películas. Pero al tiempo, tanto las consolas como los cartuchos, como resolución, etc por la competencia y disrupción, etc cayeron enormemente en costó y fue mucho más accesible que cualquiera tuviera sus títulos en casa. Y que el factor de la piratería que terminó de destruir la dificultad del acceso.


El precio de la electricidad, ni los impuestos tuvieron relevancia significativa. Es más, con respecto a impuestos, antes era mucho más difícil el acceso al mercado internacional, hubo aranceles que desaparecieron con la globalización y tal.
 
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Hace tiempo acudí de visita a mi antiguo barrio. Después de unos días de reencuentros con amigos y familiares, decidí tomarme una tarde para pasear por sus calles y rememorar viejos tiempos. En esencia era lo mismo, pero con el peso de los años, que caían a plomo sobre mis recuerdos a cada metro que recorría por las aceras de lo que un día fue mi hogar, aunque sé que nunca dejará de serlo del todo, por muy lejos que esté de él. Es una sensación extraña, ya que he crecido y me he ido haciendo mayor, pero algunos lugares todavía mantienen esa esencia añeja, negándose a desaparecer en el olvido y manteniendo una intensa lucha contra las décadas: la ferretería, el bar de los parroquianos de enfrente del supermercado, la librería donde compraba el material para el colegio y, para mi sorpresa, el cine de toda la vida.

Muchos recovecos tan familiares como mi propia casa, pero entre ellos, también se encontraban locales nuevos; donde antes estaba una pequeña tienda de ropa, que ahora era un kebab, o el establecimiento de las fotocopias baratas, que se había transformado en una peluquería. Otros no corrieron la misma suerte, como el videoclub, que ahora el lugar presentaba un aspecto horrible que nunca mereció, con los cristales pintados, incluso algunos rotos. Me asomé a su interior, apoyándome sobre mis manos para poder tener mejor visión, y las ruinas, restos de estanterías que ya no albergaban nada más que polvo y suciedad, alguna caja y papeles por el suelo, dibujaban una escena apocalíptica, muy lejana a los años dorados del alquiler de cintas.

Dejando atrás aquellos recuerdos, continué andando y disfrutando del viento otoñal después de un cálido verano. Caminé, hasta que de pronto, me topé con lo que en su día fue el salón recreativo. Aquí, hice un alto en el camino, y sintiéndome Totó en Cinema Paradiso, no tardaron en llegar los recuerdos y mi memoria fotográfica comenzó a montar imágenes en mi cabeza de ese maravilloso lugar.

De pronto me vi yo mismo, hace casi tres décadas, cuando las luces de neón parpadeaban en las calles, y el sonido inconfundible de las monedas cayendo en las máquinas resonaba en los oídos, las salas recreativas eran el epicentro de la diversión para jóvenes y no tan jóvenes. Era una época en la que los videojuegos no se disfrutaban desde la comodidad de nuestros hogares, sino en locales de perdición especializados en la diversión, en su más amplio sentido de la palabra.

Si bien aquellos días lejanos ahora parecen un eco distante en la memoria, es imposible no sentir nostalgia por esos rincones mágicos. Los chavales se congregaban en estos refugios, ansiosos por gastar sus pesetas y disfrutar de las últimas novedades en el mundo de los videojuegos. ¿Quién podría olvidar los titanes de la época, como el "Comecocos" (Pac-Man), o los piques de "Street Fighter" o "Mortal Kombat"? Cada máquina tenía su propio encanto y su historia que contar.

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El ambiente era eléctrico, y la rivalidad estaba presente en todo momento, incluso en alguna ocasión he visto llover alguna leche a más de uno. Las partidas eran una competición feroz, y la destreza en "las maquinitas" era motivo de admiración e idolatría. La música de los juegos, mezclada con los gritos de emoción y frustración de los jugadores, creaba una sinfonía única que solo aquellos que vivieron esa época pueden apreciar plenamente. Eran lugares fascinantes, pero no olvidemos también las paredes con agujeros, las moquetas rotas en el suelo o ese particular olor a sudor que invadía algunas profundas zonas de la sala. Lo dicho, un lugar magnífico.

Los recreativos no eran solo un lugar para jugar, eran un punto de encuentro donde se forjaban amistades duraderas, algo así como las que únicamente se crean en la guandoca. Compartir la emoción de una victoria inesperada o la derrota más amarga, a menudo desembocaba en risas, insultos, botones rotos y conversaciones posteriores. No importaba quién eras o de dónde venías; en ese santuario del entretenimiento, todos éramos iguales.

A medida que los años avanzaban, la tecnología evolucionaba, y las consolas de videojuegos domésticas se volvían más asequibles y accesibles. Los recreativos, sin embargo, empezaron a disminuir en número. La magia de estas estancias se desvaneció lentamente, dejando un vacío en los corazones de aquellos que habían crecido en su interior.

Hoy, es difícil encontrar una auténtica sala recreativa. Pero la nostalgia de esos días perdura, y muchos aún buscan revivir ese espíritu en museos y eventos de videojuegos retro. Aquí, entre los sonidos de las máquinas que alguna vez nos hicieron soñar, recordamos una época en la que la diversión era simple y pura, por el módico precio de 25 pesetas, en el caso del Super Pang o Dynamite Cop, y 100 pesetas, si querías el producto premium del lugar, como el Time Crisis o Point Blank. Son algunos ejemplos, pero es imposible olvidar máquinas como: Tetris, Puzzle Bobble, Metal Slug, El Mundo Perdido o Space Invaders. Años después, con la llegada del Euro, todo se encareció de manera exagerada, lo que puso el primer clavo en su ataúd, aunque lo cierto es que Internet, las videoconsolas domésticas y los tiempos modernos, acabaron de cerrarlo.

Con una sensación entre tristeza y una sonrisa, dejé aquel lugar que tantos recuerdos me evocaba, pensando en aquellos tiempos con mis amigos en cumpleaños, fines de semana y otros porque sí, porque era nuestro lugar. Un sitio al que un día acudimos a jugar por última vez, pero no lo sabíamos.

Y un cigarro fortuna suelto, 10 pesetas

Que tiempos...
 
Articulo nostálgico, antiguo y repetitivo, pero paso a señalar que primero costaban 1 duro. Después le metieron un viaje a 5 duros con una breve transición por los 2 duros.

La inflación de los 80. Ya sabe, cuando se acuñó el pensamiento de que "la hipoteca al principio cuesta, pero luego se paga sola".
 
No solo los salones recreativos, tambien sacaron a los crios y adolescentes de los bares. Todo bar tenia una arcade (o 2).

Un amigo que tiene un bar, me cuenta que se acabaron en los bares porque el estado cobra por maquina electronica y maximo 2 maquinas, asi que solo quedaron las tragaperras.



Mi opinion es que para explotar la sociedad y el pais nos necesitan aislados, es una parte mas para dividirnos.
Pues sí. Y por la misma razón prohibirían los botellones.
 
Las salas era la platano.
Tabaco, ligoteo, ir a chulear con los colegas.
Se pasaban las tardes volando.

Mi primera novia la conoci en los recreativos.Teniamos los dos 14 años.

A mi las recreativas no me atraian mucho.Yo iba mas bien por el futbolin, las pinball... y las litronas que nos vendian aunque fueramos menores.roto2
 
Kinkis de salas recreativas de los 90 mandan.
Chispa de mechero en ranura de monedas para partidas gratis manda.
"Todo lo que encuentre pa mi" manda.
Jugar al Mortal Kombat escuchando el Bolero Mix 10 manda.
 
Si los chavales dejaban allí un dineral, ¿por qué desaparecieron los salones recreativos? No creo que la salida de la megadrive y otras consolas lograra eso. Me parece que sí, perdieron muchos clientes, pero más bien se debió al aumento del precio de la electricidad y a los impuestos a los empresarios.
Era un pastizal y salvo que fueras de familia bien con tu paguita pues no te daba para estar ahí. Algún día sí, pero poco más. Lo que se buscaba era tener eso en casa. Empezaban a venir las consolas y después el Spectrum, el Amstrad CPC, Sony HitBit... no era lo mismo pero fué magia. Conocías gente nueva y lo más importante, te tirabas HORAS tocando. En el salón recreativo te tirabas horas papando moscas. xD
 
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