♛ VIII Liga de Ajedrez

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- Mira -le dije- eso que dices me recuerda algo...Es una escena de la tercera temporada de "True Detective" El detective oscuro (papelón, por cierto) está hablando con alguien, una conversación íntrospectiva, uno de tantos magníficos diálogos, monólogos más bien, de los que están bien provistos las tres temporadas. No recuerdo con quien hablaba ni a cuenta de qué, pero sí de una frase que me quedó grabada. Venía a decir algo así como que él antes de ser padre no le tenía miedo a nada ni a nadie pero que todo eso cambió al otro extremo con el nacimiento de su primer hijo. Y que le costó Dios y ayuda sobreponerse a la idea, a la responsabilidad, al terror que conlleva transformarse en padre.
- Sí -respondió él- Así es -Y añadió una frase de Bill Murray en "Lost in translation" que yo no recordaba y ya he olvidado.

El chaval entró al bar, me saludó, pidió un café y enseguida habló de la madrugada pasada en una rave. Se había ido a dormir a las nueve y ahora, a las tres y media de la tarde, a trabajar su turno en la bodega. Pidió una piedra de hierbas y siempre dirigiéndose a mi nos contó su noche pasada.

El chaval ya tiene treinta años que todavía no aparenta. Guapete, malote de buen corazón y no demasiadas luces, convive con su madre viuda y en sus ratos libres saca a pasear al perrazo y a veces nos encontramos cuando regreso al pueblo tras bajar de los molinos. Él siempre me saluda por mi nombre e intercambiamos un par de frases típicas al cruzar nuestros caminos.

Es amigo de mi hermano pequeño. Una nochebuena mantuvimos una conversación mientras se cerraba el bar. De esto hará no sé, ¿seis, siete años, ocho? Yo, claro, estaba bebido pero no tanto como para no hilvanar un cierto sentido de la vida al chico que escuchaba con atención, ya huérfano de padre en aquel tiempo. Y desde entonces hasta hoy.

La rave había sido la leche, los chavales ahí en medio del campo, el musicón, todo dios poniéndose, buen rollo...Había pillado medio pollo de speed y todavía le quedaba mitad, así que tampoco había sido una cosa muy extrema pero con todo y con eso no había dormido bien.

- ¡Será que ya tengo treinta años! -dijo
- Bueno -dije yo- Con treinta años yo ya estaba casi cadáver para esos esfuerzos. Y ahora a punto de cumplir los cincuenta ni te cuento.

El chico se vino arriba y orgulloso empezó a contarnos sus detenciones y retiradas de carnet, las peleas con los polis, las noches de calabozo y los juicios rápidos, todos arreglados, y ahí se atrancó.

- ¿Por qué, Kufisto, mi palabra vale menos que la de un poli?
- Porque la palabra de un poli vale más que la tuya o la mía cuando se está delante de un juez.
- ¡Pero él también me pegó!
- Nunca le pegues a un poli.

Pidió otra piedra de hierbas y pasó al water.

- ¿Sabes? -le dije mientras tanto a mi amigo- Nunca hablé con mi padre hasta que la enfermedad cayó sobre él. Quiero decir, nunca hablé en el sentido de padre a hijo, o hijo a padre. Tuvo que llegarle el cáncer para decirnos las cosas. Claro que no soy padre ni creo que vaya a serlo; hoy por hoy me resulta una idea casi lovecraftiana, pero quien sabe...Y mi viejo enfermo, con los ojos brillantes, me decía lo que fue tener con él a uno cualquiera de sus cinco hijos, acariciarlos, "esa piel tan fina", verlos crecer uno tras otro, el mayor con el pequeño y el pequeño con el más pequeño y el más pequeño con el otro todavía más pequeño...Y así hasta el final. Y entonces, una de esas tardes, le escuché decir como en sueños que uno no sabe lo que es la vida hasta que es padre; que desde ese momento todo se transforma; que los chicos que ves por ahí dando guerra, los chicos que tanto te jodían, son reflejos de los tuyos, y entonces los miras a todos al modo de las abuelas, que todos los chicos son suyos, que todos los chicos tienen cien mil salvas antes de castigarlos...
- Así es, Kufisto -dijo mi amigo- Yo lo soy de tres y cuando vi salir la cabeza de mi primera hija fue un antes y un después. Sí, ya son mayores, viven su vida y no me necesitan...¡cachopo! ¿Sabes lo que me dijo el otro día mi hijo? "Papá, no bebas tanto" ¿Como te comes eso? ¡Pasar de que tu padre te diga que no bebas a que lo haga tu hijo!

Nos reímos. El chaval salió del water tras meterse el resto del medio pollo de speed.

- Bueno, Kufisto, me voy a currar.
- Venga, tío. Quien no valga para gallo que lo capen.
- ¡Jajaja! ¡Eres el mejor, Kufisto!
- Venga
- ¡Adiós!
- ¡Y haz las cosas bien!
- ¡Claro!


- ¿Un chupito de whisky del barrilete? -le dije a mi amigo. Miró el reloj.
- Vale.


Súper.
 

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- Hoy no vendrá -le dije a mi amigo.
- Espera un poco, hombre. Todavía es temprano.

La una y medía. Hora casi límite para ella y sus padres.

- No, no va a venir. Este fin de semana me voy a quedar sin ver a Sonia.
- ¿No vinieron ayer?
- No.

No sé qué hado me instó a buscar en Google imágenes de Sonia Marmeladova. Sorprendido de mi mismo por no haberlo hecho nunca antes tecleé el nombre en el buscador. Y allí estaba ella, en la segunda imagen. No miré más.

- jorobar -musité- Es ella, sin duda. Es la mujer de Raskólnikov.

Tal fue la súbita emoción que poco faltó para que una lágrima escapara de mis ojos. Claro que yo no estaba ni medio bien, no tan mal como al principio de la jornada en el bar pero gracias al ibuprofeno tomado un par de horas a modo de último recurso había conseguido liberar el cuerpo y la mente de buena parte de los dolores traídos por una noche muy mal dormida. Tanto fue el efecto de la medicina al cabo de una hora que casi lo tuve por milagroso. "Algún día -pensé al sentir la mejoría- escribiré una loa al Ibuprofeno a modo de Padrenuestro"

"¿Y como es -me dije sin apartar la mirada del teléfono, olvidado de todo- que nunca jamás se me había ocurrido mirar por la imagen de Sonia Marmeladova, la chica de Raskólnikov?"

Conforme a lo previsto no vi a Sonia. Y el mediodía pasó sin pena ni gloria.


A las tres y media entró una mujer con su hijo, un chico de apenas ocho o nueve años que andaba como un viejo de ochenta o noventa. La madre lo sostenía del brazo izquierdo mientras él caminaba a caderazos, como un lagarto. Ella saludó con acento del Este y fueron a sentarse en una de las mesas del vacío salón. Me fijé en su buen trastero magníficamente torneado por los vaqueros. En la barra mis tres clientes seguían a su rollo, hablando de la música rock que estábamos escuchando, atropellándonos los unos a los otros entre memorias y recuerdos.

Salí de la barra. Pregunté qué querían.

Ella me habló sonriendo de patatas con delicioso acento eslavo. Era una mujer de treintaitantos años muy bien llevados, piel finísima, rostro ovalado, pómulos salientes y sonrosados, ojos claros y grandes tras unas gafas de montura fina, dorada, y larga melena lacia de color rubio ceniciento; la mirada clara y fija, confiada, fuerte y suave al mismo tiempo; los labios espléndidamente dibujados como en base a sus ojos. Pero era la piel del rostro lo que más llamaba la atención.

Le dije la verdad: que no tenía patatas fritas ni nada de eso. Y conforme se lo decía pensé que iba a levantarse para irse a otro bar donde sí las tuvieran, pensamiento que no me desagradó pues ya no tenía ganas de hacer nada, me quedaba poco para acabar el turno, la conversación del rock con mis amigos cerveceros de los domingos iba tan en viento en popa como de costumbre y pronto nos pasaríamos al whisky y entonces Dios sabría qué más entre canciones de Thin Lizzy, Led Zeppelin, UFO, Deep Purple y los Stones; más aún cuanto que a ojos vistas el chaval no debería estar muy cómodo, pues también parecía mostrar signos de cierto ignorancia.

- ¡Ah! -dijo ella- ¿Un montado o algo?
- Puedo haceros una tosta de jamón...ibérico -añadí en modo precaución.
- ¡Ah! ¿Y de tomate?
- ¿Tomate?
- Sí, sólo tomate.
- Sí, puedo hacérosla.
- Bien. Dos. Y dos cocacolas. Y un café. Cortado. Gracias.

Me puse a ello. Entró otra cuadrilla de buenos amiguetes un tanto pasados. Uno de ellos se había quedado sin batería en el coche y ya que estaban con todo lo necesario para solucionar el problema pues qué menos que antes de hacerlo meterse unos tiros, unos cafés y unas copas rápidas en el bar de Kufisto.

- Tómate un chupito, Kufisto.
- No, que estoy liao.
- ¡Pero qué liao si no hay nadie!
- Sí hay, sí.

Serví las tostadas bien esmeradas. De regreso a la barra oí a uno de mis amigos decir algo de un concierto de Status Quo en Puertollano, uno de hace mil doscientos años.

- ¡me siento amigablemente en el WC mientras pienso en la fruta! -grité fuerte entre los gritos de los otros- ¡Pero si Status Quo fue el primer rocanrol que me hizo volar la cabeza! ¡Mirad, me gusta la fruta!

Y fui al ordenador para buscar "What your proposing?" Sí, aquel fue el primer rocanrol que me voló la cabeza.

- ¡Hooostia, Kufisto!
- ¡La fruta! ¡Cuanto tiempo!

Le di caña.

Poco después la cuadrilla marchó a lo suyo y nos quedamos los de la barra, ya más tranquilos.

La mujer se levantó de la mesa.

- ¿Qué debo? -preguntó.
- Nueve con diez.
- ¿Puedo pagar con tarjeta?
- Claro.

Cogí el terminal y se lo acerqué; pasó la tarjeta y esperamos la aprobación sin que ella me mirara. Y entonces fue que vi la cruz que llevaba colgada del cuello. Una cruz leve, dorada.

- Correcto.
- Gracias.
- No hay de qué -respondí con mi mejor sonrisa.

Ella no sonrió. Ni me miró. Fue a por su chico, le ayudó a levantarse y agarrándolo del brazo salió del bar.


- Buen trastero -dijo uno de mis amigos una vez que ella estaba fuera del bar.
- jorobar, menudo pompis -dijo otro.
- Sí -dije yo-...¿Un poco de Black Sabbath?
- Venga.


 

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Hacía tiempo desde la última vez que vi a Gonzalo en el bar. Hará nada, un par de días, que lo recordé: "¿qué raro? -pensé- ¿estará ingresado?" Y hoy reapareció en mi vida a eso de las tres y cuarto de la tarde.

Le vi llegar. Hoy ha hecho bueno, la puerta estaba abierta y yo estaba sentado al final de la barra, frente a la puerta. En la distancia me pareció aún más delgado; caminaba parsimonioso el paso de cebra con las gafas de sol puestas; entró al bar, saludó y fue a sentarse conmigo.

- Hola, Gonzalo.
- Hola, Kufisto.

El tío de la prensa que había venido a cobrar la semanada y de paso echarse un tercio se hizo a un lado más allá. La gente prefiere evitar a los tipos como Gonzalo. Quizá yo también lo haría si mi sitio no estuviera detrás de la barra. No es peligroso, está medicado, pero claro, es un enfermo mental y eso echa para atrás. No es como la pobre gente disminuida que encima andan varados en sillas de ruedas conducidas por otros, no; estos al menos crean una especie de conmiseración hacia su persona aunque sólo sea por la ausencia de peligro. Pero un loco, un loco al que algunos conocieron cuerdo, es otra cosa. Un loco puede hacer daño.

En mi caso no lo conocí cuerdo, y ya van más de diez años. Él tiene 41 y yo pronto haré los cincuenta. Siempre he sentido una cierta simpatía por esta gente, quizá porque me siento más cercano a ellos que a los otros. Después de todo y visto lo visto es casi un milagro que todavía no esté como ellos.

Lo suyo, según cuentan, fue por las drojas. Se quedó, como se dice y como todos pudimos quedarnos. Le tocó a él.

Es un chaval alto, bien formado, de complexión atlética y rostro anguloso y marcado, la nariz recta, el típico tío que atrae a las chicas. Y seguro que las atrajo. Pero de eso no queda nada. Ahora está demasiado delgado, cada vez con menos pelo y encima, loco.

- ¿Café? -pregunté.
- Sí.

Se lo puse descafeinado tal y como llevo haciéndolo desde hace años. No se da cuenta. Por otra parte tampoco creo que lo hiciera el 75 % de mis clientes. El café descafeinado ha mejorado mucho de sabor y la peña anda tan vacunada y empastillada que ya no saben qué meter a sus cuerpos para no morirse de ardor de estomago.

Hablamos. Habló. Gonzalo coge carrerilla y es mejor dejarle hablar su pausado deje, lineal y desconcertante.

No te mira a la cara mientras habla salvo que tú, por decir algo, comentes en modo "estoy escuchándote" y entonces levanta la vista, pesada por la medicación, y te mira un tanto sorprendido, como si no recordara haber hablado para otro. A veces sonríe. Y resulta una sonrisa maravillosa.

Tiene la tez de quien ha bebido fuerte durante mucho tiempo a pesar de que él no bebe ni gota de alcohol. La fuerte medicación está moliendo sus órganos. Tiene menos pelo, ya casi está alopécico en el frontal, aunque no creo que le importe. En todos estos años jamás hemos hablado de tías, o al menos no en el sentido habitual. Es un chico muy espiritual, sensible, y cercano a todo aquello que tenga que ver con los más aguzados sentimientos siempre y cuando sean de noble índole. Le he visto llorar por el recuerdo de una muchacha de parecida condición que conoció ya sin estar bien y con la que durante algún tiempo mantuvo una relación religiosa. Y también le he visto a punto de perder el control un mediodía de domingo en el bar. Aquella vez estuvo a punto de liarla parda. Pero lo contuve sin violencias, se fue y como resultado pasó un par de meses en el psiquiátrico.

- ¿Nos fumamos un pito, Kufisto?
- Claro.

Salimos afuera. El cielo estaba cubierto a modo de chemtrails.

- Ya están fumigando otra vez -dije- Por esto hace calor otra vez.
- ¿Qué? -respondió
- El cielo fumigado. Veneno. Chemtrails. ¿No has visto nada de eso?
- No

Él tiene otro pensamiento. Gonzalo quiere salvar al mundo de lo que se avecina en base a ciertos conjuros, péndulos y experimentos que lleva a cabo en la habitación de la casa paterna. Tiene fijado el fin para el 2073, si mal no recuerdo.

Siguió a su rollo, hablando de un extraño dinero con el que pudiera haber correspondido a sus padres, un dinero que no había llegado por esas cosas de la vida y sus ingresos hospitalarios.

Vi llegar a mi hermano en su coche. Gonzalo siguió hablando cuando nos saludó para darme el relevo.

Cogí la bolsa de trabajo ahora rellenada con unos tercios, me despedí de mi hermano y salí afuera.

- ¿Te vas? -dijo Gonzalo.
- Sí.

Y entonces pensé que sigo estando sin coche y que diez minutos andando con unos kilos en la mano ya es algo que está empezando a inflarme los narices.

- Oye, Gonzalo.
- ¿Qué?
- ¿Has venido en el coche?
- Sí.
- ¿Puedes acercarme a casa?
- Claro

Cruzamos los pasos de cebra. Alcanzamos su coche. El asiento estaba atestado de hezs que poco a poco se encargó de desbrazar.

- ¿Paso ya? -dije viendo los dos cojines.
- Sí, pasa.

Me enseñó un cenicero portátil regalo de su hermana.

- ¿Pero estos coches nuevos no llevan cenicero? -dije.
- No.

Tardó un buen rato en meter la llave en el contacto mientras me explicaba el curioso cenicero, tanto que empecé a sudar por no bajar las ventanillas. El coche había estado al sol y eso era como un horno a baja temperatura. Al final metió la llave en el contacto y pude bajar la ventanilla. Y arrancó.

- Te digo -dije- A la derecha.

Siguió hablando de aquel dinero perdido que hubiese podido mitigar el esfuerzo de sus padres.

- A la derecha, Gonzalo. Hacia el...

Pero se despistaba. Íbamos a paso de camello pero él continuaba dándole vueltas a aquel dinero salvador, a aquel dinero con el que habría podido hacerle frente a sus padres.

"Me cachis" - A la derecha otra vez.
- ¿Qué?
- Que a la derecha otra vez, Gonzalo.
- Vale.

Sin dejar de hablar de aquel dinero perdido esperó la incorporación hasta que le animé a ello en vista de que no venía ni Dios por el otro lado.

- Y ahora a la izquierda.

Y entonces estuvimos a punto de estrellarnos con el que venia de frente.

"Me cachis"

Gonzalo tenía clavado aquel dinero. Clavado en el alma.

- Tira de frente.
- ¿Donde decías que era?
- Al lado del súper.

Llegamos. Llegamos.

- Oye, Kufisto -dijo
- Dime, Gonzalo.
- Gracias.
- No, hombre. Gracias a ti, que me has traído.
- No, no...Gracias.
 

Clavisto

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Cerrar los ojos no es dormir pero tampoco estar despierto. Bueno, en realidad uno no cierra los ojos, cierra los párpados, cierra la puerta (niña) por donde entra la luz que ilumina tus pupilas, pero se entiende, ¿no? Hay tantos escritores quebrados de la cabeza por encontrar la palabra ya no adecuada (chispa) sino justa que acaban por trasladar su cansancio a quienes los leen. Uno de ellos, por cierto, es mi escritor favorito; pero no puedo leerle más de media hora.

El ciego llegó al bar el primero. Eran las ocho menos cuarto de un templado amanecer que prometía un día espléndido.

- ¡Hombre, Paco!
- ¿Se puede?
- Claro, cachopo.

Habían pasado como tres semanas, un período de tiempo casi bíblico para nuestros días de hace tantos años.

Era cosa de la espalda, según dijo; cuarenta años sin ver por más que abras los párpados dan para caminar con problemas en la columna vertebral, "la espalda"; más aún cuando hace no tanto te operaron de una cadera en la Santa Seguridad Social (S.S.S) y andas a la espera de que tengan tiempo para hacer algo con la otra antes de la ansiada invasión extraterrestre.

En fin, que Paco, Francisco (yo no soy el padre de ese hijo), reapareció por el bar tan hecho caldo que aparentaba diez años más a los muy representados sesenta que no tardará en cumplir con mucha suerte. Con todo, desayuno bien, a su estilo; esto es, engullendo. Freud, siempre sensual, diría que al quedarse ciego en la adolescencia sustituyó el impulso del bajo vientre por el del alto. Y quizá tenga razón. Pero tampoco hay que ir a estudiar a Salamanca para colegir algo así. Es como en las novelas de Agatha Christie: si las lees como un escritor albañil vigilado por una mente capataz no las disfrutas.

Volví al piso, encendí un cigarrillo y miré algo en la Red en vistas de que hoy no iba a poder darle puñetazos al saco que tengo colgado en el dormitorio. Ayer estuve en mi podólogo de confianza, lo llamé el lunes al llegar a casa tras bajar de los molinos con un dolor del huevo en la ¿almohadilla? del dedo rellenito del pie izquierdo.

- Tienes una ampolla sanguínea -dijo.
- Ah...

Me hizo un poco de daño y unos cuantos consejos; le di las gracias, pagué cuarenta euros a la recepcionista y regresé a pie a casa. Ya va para un mes que estoy sin coche. Tal vez para el verano esté reparado. Los mecánicos, los seguros, las petardas que ni saben echa el freno de mano a sus coches hasta que, resignados, bajan solos las avenidas hasta estamparse con el mío, tan bien aparcado en la fruta puerta del bar.

Todavía no eran las once y ya había comido y fumado el pito de rigor para mitigar un tanto el dolor en el pie. Me sentía muy cansado, casi enfermo, y me fui a la cama con dos horas por venir.

"Duerme...duerme..."

No dormí. No vale cerrar los ojos (¡los párpados!) para dormir. Pero cerré los ojos.

Era la una del mediodía cuando regresé al bar después de haber pasado por el estanco y la farmacia de confianza que, por cierto, parecía estar en modo "Acorazado Potemkin" Tanto que olvidé pedirles ibuprofenos y amoxicilinas. Veintiún euros con cincuenta por Betadine, pomada cicatrizante y tiritas especiales. "Con este dinero -pensé- un jubilado se lleva la farmacia entera"

Mentiría si dijera que estaba dolido de ánimo. ¡No! ¡Estaba hasta bien! Una mediodía soleado por un sol no frío, un sol calentador, un sol radiador, un sol primaveral, un sol de esos que te instan a creer que eres más que una maldita cebolla.

El cerramiento de ojos (de párpados) había funcionado con la ayuda de la buena ducha, de la santa agua (¡¡¡agualll!!!) que un día de estos nos llevará a viajar por el inodoro.

Y bebí. A eso de la hora nona y ya con todo recogido subí en el coche de un amigo.


- jorobar
- ¿Qué?
- Me he dejado las llaves en el bar
 

Clavisto

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César entró al bar para desayunar en compañía de su ex-novia. Un tanto sorprendido pregunté qué iban a tomar; él pidió café y un par de porras y ella, tras pensarlo un poco, se decidió por un vermut blanco con una gota de ginebra.

- ¡Pero nada, Kufisto, sólo un toque!

Ya. Las diez de la mañana. La verdad es que César tenía cara de haber pasado mala noche; ella no tanto, aunque decir esto de una disoluta no sea gran cosa. Con todo la copa le vino larga y mi amigo tuvo que ayudarla para darle fin. Estaba claro, se daban cuenta, que tenían que irse. ¡Y no es que hubiese mucha gente en el bar y ellos desparramando, no! César es uno de esos tíos a los que uno le dejaría con toda tranquilidad las llaves del piso, el cuidado de la gata y hasta la tarjeta bancaria. He conocido muy poquita gente tan íntegra como él. Por eso fue que me sorprendió tanto su relación con esta astuta descompuesta.

- ¡...Kufisto! -oí la voz de ella bajo el estruendo del extractor de la cocina donde andaba preparando el sofrito para el arroz del mediodía.
- ¡Voy!

Y ya salía a la barra cuando la vi diciendo que se iban.

- Vale, vale...que se dé bien.

"Que se dé bien" Jajaja...Un poco cabrón.

La conozco bien. La conocí mucho antes que César. Y por eso me sorprendió tanto que se liara con ella, aunque sólo fue un año pero convivido, cosa que ya alcanza los límites de lo increíble. En verdad puede ser que realmente no conozca al buen César pero...¿quien conoce a nadie?

Por gusto salí de la cocina tras darle unas vueltas al pimiento. Les vi cruza el paso de cebra y tirar calle arriba, sin duda hacia el garito de los colombianos, un sitio nauseabundo. Pobre César. Lo que consigue la soledad.


- ¡HOOOLA, KUFISTO!
- ¡HOOOLA, OSCAR!

Hoy fue él quien saludó primero, nada más cruzar la puerta del bar. Venía con su padre, como siempre, un amigo de la infancia. Hacía un mes que no le veía; a veces no quiere salir de casa si hace mal tiempo. Con apenas trece años es un pianista estupendo: interpreta partituras clásicas con pasmosa facilidad. Pero lo mejor es cuando improvisa sus cosas en el piso de sus padres: es un "piano air" verdadero que llega a emocionarte.

- ¿Lo de siempre, Pedro? -le pregunté a su padre, un hombretón que en un arrebato de furia sería capaz de partir en dos a Cristo bendito.
- Sí...¡no! Hoy me vas a poner un vermut con un poco de gaseosa.
- ¿Y como va eso, Oscar? -le dije.
- ¡Bien! -respondió mientras su padre intentaba enseñarle otra vez a quitarse el abrigo.
- ¡Pero deja de mirar el teléfono!

Jajaja...

- ¿Has felicitado a tu padre, Oscar?
- Sí -dijo su padre- Es lo primero que ha hecho. ¡Aunque ya lo hizo anoche antes de acostarnos! ¡Jajaja!

Oscar acabó pronto con su botella de agua y dos bolsas de patatas fritas. Y ya nervioso se acabó la visita mientras su padre y yo hablábamos de coches.

- Dile adiós a Kufisto -dijo su padre poniéndole el abrigo.
- ¡ADIÓS, KUFISTO!
- ¡ADIÓS, OSCAR!


El mediodía del bar llegó hoy mucho más que tarde el solar. Precisamente ayer se lo dije al buen César, eso del verdadero mediodía. Pero ya eran casi las dos y no había humo que festejar.

De pronto, como siempre, el delirio: todos al mismo tiempo. ¡Hasta los padres de Sonia! pero sin ella.

Y volé. Volé tras la barra como esas águilas del documental que a primera hora me había obligado a parar un poco la tarea. Era impresionante. Era algo que había que ver por más pulgas y sofritos que hubiera que preparar.

El águila volaba buscando comida en las invernales montañas austríacas.

- jorobar.

Y de repente ve cuervos. Comida.

- El 90 % de la alimentación de las águilas en invierno es carroñera -decía la voz en off.

Y allí se lanzaba. A muerte.

Todos los cuervos se apartaron del zorro muerto.


- ¡Ya está bien! -dijo un amigo cuando ya lo tuve todo recogido.
- Pues sí -respondí echando un trago de cerveza.


Pues sí.
 

Clavisto

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10 de la mañana. Banco Exprimidor. Colas kilométricas. Dos en las cajas. Algo que parece una mujer y algo que recuerda vagamente a un hombre. Silencio. Cuchicheos. Viejos. Mamás. Niños maleducados. Tensión. Estreñimiento. Vinagre. El Dinero es feo.

35 minutos de reloj después...

- Buenos días
- Buenos días -responde sin mirar eso que parece una mujer. Le doy mi tarjeta identificativa.
- Lleva 3 años caducada (la ha visto decenas de veces y hoy me lo recuerda. Habrá discutido con lo que quede de su marido. O con su perro.)
- Ya
- ¿Ingreso?
- Sí
- ¿Cuanto?
- Mil

En estos sitios siempre vienes a meter. Nunca te dan. En algunos asuntos es mejor que te den.

Salgo. Miro el papel escrito por la máquina. Cuando me carguen mis deudas quizá me quede pasta para comprar un flotador.

- Hola. Mírame esto.
- Hola -responde una mujer con una sonrisa en la boca y los ojos tristes.

No premiado, no premiado, no premiado, 3´54, no premiado, no premiado, no premiado, 6´02, no premiado, no premiado, 2´12, no premiado.

- 11´68

Le doy las originales.

- 82´32

Pago y vuelvo a mirar esos hermosos y tristes ojos.

- Hasta luego
- Hasta luego -responden sonriendo.


Aparco mi lata con ruedas. Empiezo a caminar. Pongo Radio Clásica. Anuncian el Cuarto Movimiento de la Novena de Beethoven. Bien. Entro al parque. Ahí están las rémoras del tiburón Papá Estado tocándose los narices/shishis con una mano mientras con la otra sostienen una cosa que dudo sepan se llama escoba. Me pongo enfermo y salgo.

Ahora sí, ahora marcha la cosa. Buena música y nadie a la vista. El sol juega con las nubes y Ludwig Van silencia el poco agradable ruido de las latas con ruedas y señor/a dentro.

Entonces me doy cuenta de que estoy escuchando MÚSICA y sonrío. El fuerte viento golpea mi cuerpo, el sol me da en la cara, la Novena entra por mis oídos y hasta mezclarse con mi sangre; sonrío; libertad, montañas, amistad, el sol, amor, una bella mujer, fuerza, un río, un mar, un océano...

Sonrío, sonrío, empiezo a reir, me dan ganas de saltar, de salir corriendo, de gritar...salto, grito y corro...Me calmo un poco; llega la última parte de estos 30 gloriosos minutos, un coro de hombres y mujeres le cantan a la belleza, a la alegría de vivir, al deseo de ser libres, a la vida...Una sacudida nerviosa me recorre el cuerpo, un gozoso hormigueo me cosquillea la cabeza, estoy feliz, estoy vivo, ¡jorobar!.

Cuando acaba me doy cuenta de que estoy llorando. Me siento cansado y muy feliz, como si hubiera acabado de amar. Me voy para casa.


Sí, después de todo es bueno haber nacido.


 

panaderia

Madmaxista
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miguelito ese es bueno?
vallejo,cuenca,miguelito y niño anton. Esos son los 4 mejores de españa?
 

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Abrí la puerta de casa pensando que la gata todavía estaría tumbada en el sofá del salón. Y así fue; cuatro horas habían transcurrido desde mi marcha y allí seguía ella. Nos miramos, encendí el ordenador, salí al pasillo, dejé la chaqueta en el perchero y fui a la cocina para echar un buen trago de agua antes de ponerme a escribir. Y allí estaba ella, desperezándose, estirándose.

- Hola -dije no muy sorprendido.

Agarré la garrafa de agua no sin tirar un cazo al suelo. La gata salió disparada. El ruido es malo. Hasta el que uno mismo causa aún sin darse cuenta.

Ruido. Ruidos nocturnos. Ruidos internos, ruidos que no permiten tu descanso por muy agotado que estés. Ruido en tu cuerpo y ruido en tu mente. Ruidos.

Y casi a porrazos acabas por romper la puerta del sueño para encontrarte con más ruidos. Y despiertas. ¿Despiertas?

Todos esos ruidos de la noche pasada van contigo mientras caminas somnoliento hacia el bar cargando con la bolsa de trabajo. Pero hay un nuevo escenario ante tus ojos: pasos de cebra, coches que circulan y trabajadores andantes, algún paseante tirando de su perro. Es un nuevo amanecer. ¿Un nuevo amanecer? jorobar, parece un chiste. un nuevo amanecer...

Tres horas después acabo el primer tiempo y regreso a casa. La gata me recibe maullando. Dejo la bolsa en la cocina con ella acariciando mis pasos. "Ya, ya..."

Miro en su habitación. Sí, no tiene comida. Soluciono el problema, apuro el cigarrillo y me voy al dormitorio. Ya no hay maullidos. Sólo queda el ruido.

Dos horas que pasan como el audiolibro de un tartamudo. No espero a que suene la alarma. Me ducho, como algo y regreso al bar.

Los escasos clientes te hablan de sus problemas mientras van trasegando cervezas: un marido inútil, una cuñada malmetedora, un hermano cabrón...todo eso. Escuchas, asientes y apenas dices nada. Pero es tan grande el ruido, el agobio mental, que vuelves a buscar refugio en una cerveza.

Y entonces todos se van y tú ya te quedas solo con tu whisky.


La tarde lucía espléndida cuando salí del bar. Apenas un leve manto químico blanqueaba hoy el azul del cielo.

Aquel azul del cielo...
 

Taipánidas de Mileto

La mujer es el culpable
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Me alegra bastante ! Porque indica progresión , a veces tardas en notarlo meses y pienso que llegarás bastante más lejos creo que el 2000 muy posiblemente pronto. Has tenido perseverancia y tenías que recoger sus frutos,unido a que tienes buena forma física y eso te va ayudar con el fatídico cansancio. En el tema Aperturas déjate ayudar por Propileos y sus tutoriales Paco ya que los expone sencillos y amenos para sentar las bases para poder llegar al Medio Juego en condiciones…. Por lo demás si necesitas alguna consulta técnica o practicar me tienes a mi. Yo ya me equivoco demasiado,me canso y no complete mi formación en Aperturas con lo cual me estoy descolgando de los 2000 más pronto que tarde. Has superado una barrera sicologica y ahora ya vas a por el siguiente paso. Si quieres te ayudo a acelerar el proceso con partidas largas para poder decirte lo que haces mal. A tu disposición buen compañero!
Los 2000 les veo muy muy lejos. Los 1550 me resultan ya bastante correosos y aunque juego bien bajo presión aún cometo demasiados errores. Ayer mismo contra uno de esos en la jugada 14 ya había perdido material y daba la partida por perdida. De la jugada 14 a la 52 sin embargo, ni una sola imprecisión y ganando el final. Después contra otro +1500 con torre alfil contra torre caballo y 3 peones pasados y juntos sin oposición en flanco de rey para mí, lo termino arruinando y tablas por falta de material. Bueno al menos esas tablas me dieron el puntejo que necesitaba para asaltar los 1500
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