Uno de los grandes problemas de nuestra estructura mental de cómo funcionan las cosas es que para hablar de economía siempre se nos ponen como ejemplo empresas bastante grandes, que son una auténtica excepción. En España no llegan al 1% las grandes empresas, que por supuesto proporcionalmente tienen muchos más ingresos y empleados.
Pero resulta que la base son el otro 99%, donde la mayoría además son micropymes, que tienen 1-5 empleados. 10 como mucho. Que no salen en ningún periódico cuando cierran, que no mueven ni 10 minutos de un sindicalista, que son completamente anónimos. Pero que son...la inmensa mayoría.
Cuando el gobierno de turno termina haciendo sus planes keynesianos, termina regalando millones a empresas castuzas, momificando grandes empresas que deberían estar cerradas o en manos de otros dueños hace tiempo. Y esa pasta la sacan de esa enormísima cantidad de pequeños negocios que solo sirven para extraerles todo lo que se puede.
Ha pasado siempre y pasará que cuando el poder intenta manejar los hilos de la economía pone siempre como ejemplo 4 empresas grandes, como ejemplo odiable, para hablar de lo malvados que son los que crean riqueza y por qué su maldad (con lo que ganan, los tíos...) y su insolidaridad son las que hacen que no salgamos del pozo. Para, acto seguido, regarles de dinero de todos porque así se aseguran un sitio en el consejo de administración, la devolución de un favor, o una línea editorial benévola.
Todos esos EREs no suman 25.000 puestos de trabajo. Que, además, serán tratados generosamente, con buenos despidos negociados por los marisqueros a golpe de cámara de TV, prejubilaciones, mientras se limpian el sudor por el trabajo bien hecho.
Mientras tanto silenciosamente hay un millón de nuevos parados que vienen del bar Paco, la academia González, el Hostal Vidalegre, más casi otros tantos que están en ERTE y tendrán bastante difícil volver a incorporarse a su puesto. Que en muchos casos tendrán que ir a Fogasa, con un empresario arruinado de por vida y con ningún futuro laboral.
Es todo tan falso que a base de poner como paradigma de la economía a estas grandes empresas, terminan por ponerles impuestos específicos como la tasa Google haciendo ver que hay algo de justicia en ello, cuando saben perfectamente que al día siguiente pasa a pagarlo el consumidor.
Pero es que la gente se lo cree. Y contra eso no se puede luchar. Aunque trabaje en una empresa de 10 personas ve al empresario como si fuera el Bezos, apoya la lucha obrera cuando una empresa de estas castuzas paga morteradas a los prejubilados, y termina pensando que esa lucha es la suya, cuando ni por asomo se da cuenta de que todo ello sale de su bolsillo y de su futuro laboral.
