La dialéctica del contraste sirve para remarcar con mayor precisión y claridad los perfiles de lo que se defiende o ataca. Pero no vale siempre cuando lo que se busca es la Verdad. La Verdad existe. Si no existiera, la Ciencia no tendría sentido porque dejaría de buscar la causa de los fenómenos por cuyo conocimiento podemos predecir fenómenos futuros. Si la verdad existe en el terreno material, debe existir en el terreno inmaterial. Si el hombre es materia y espíritu, no es posible razonar dos mundos tan distintos como para que en el mundo material exista la verdad que no existiría en el mundo inmaterial. Otra cosa, como ocurre con la Ciencia, es que seamos capaces de aprehender toda la realidad o verdad y ahí , me temo empiezan los problemas: si no somos capaces, ni ahora ni nunca, de conocer toda la verdad, tendríamos que pensar si "alguien" la conoce y si alguien la conociera, sería Dios, o en todo caso, una entidad por encima nuestro. Aceptar que haya alguien por encima nuestro (de cada uno y de los hombre en general) tiene repercusiones importantes.
La "liberación del hombre" en realidad ha supuesto la liberación de "algunos hombres" que ya no están supeditados a instancias superiores, que si ellos no las reconocieran, si las reconocería el común de los mortales. No sería entonces la palabra o la opinión del común en contra de la opinión elitista, generalmente de nulo valor si carece del respaldo de algún poder emergente, sino de la coherencia del criterio elitista al respecto de una conciencia que tiene en Dios su máxima expresión de conocimiento y virtud. "dar de baja de la suscripción de la vida a Dios" es la vía más certera hacia el matadero. El "hombre será dios", pero no el ser humano como especie, sino unos pocos que ya no tienen nada por encima y todo por debajo, es decir, nosotros.
La verdad es mucho, infinitamente más, que la suma de todas las verdades particulares. Aquí empieza a tener sentido la humildad, pues no define al descreído, al incapaz de sostener sus ideas, sino al soberbio que se coloca a sí mismo por encima de toda verdad. Es falso que busquemos la verdad. Lo que hacemos es buscar una excusa en las pequeñas verdades que levante nuestro ánimo al menos a la altura de los demás ánimos. Es el factor humano, en su versión perversa, que destruye todo acceso a la verdad, máxime cuando escapa al ámbito científico o se reduce a la materia o al idealismo en el ámbito filosófico.
Cada día tengo más clara la ignorancia que tiene la mayoría sobre su importancia como personas irrepetibles, confundiendo ese prurito de dignidad con una divisa frente a los otros.
No existe una definición del hombre más grande ni más elevada que la que nos ofrece la Doctrina Católica pues integra como ninguna otra tradición o pensamiento, la Fe y la Razón.
