Esa intención puede ser leída desde muchos puntos de vista. Tiene sus pros y sus contras y en absoluto sería un camino fácil llevarlo adelante. Pero fíjese cómo está España desde aquel nefasto años 98. Fue la puntilla del imperio la que empezó a "desenamorar" a todo quisque. Hay quente para todo. Los hay que después de la catástrofe se empeña en reconstruir y los hay que quieren poner pies en polvorosa.
Un país es, además de otras cosas, un estado de ánimo y en el nuestro, gana por goleada el desánimo permanente salvo alguna pequeña isla de subidón que es capaz de arrasar por un breve tiempo lo que a la inmensa mayoría de españoles nos impide demostrar lo que llevamos dentro: el por nuestra patria condicionado por la pelea política y los sambenitos consecuentes. Por decirlo de algún modo, España es de los pocos países -si es que hay alguno más- en los que se ata en corto toda idea de regeneración conectada con nuestra historia, para no repetir errores y para convencernos de lo que somos capaces de hacer cuando estamos unidos.
El español es un pueblo acostumbrado a vivir de lo que se piense fuera sobre nosotros. Nos preocupa que nos quieran porque llevamos demasiado tiempo sin saber qué lugar nos corresponde, o sabiéndolo de parte de quienes nos han comprado y vendido, lo cual no es para nada satisfactorio y nos postra de tal manera que la desafección por nuestra patria ha llegado a formar parte del sello progre que quiere sacudirse el polvo y la "caspa" y del sello liberal, tan satisfecho por competir en un mercado atado en corto por los verdaderos liberales que no desprecian a su país aunque les guste más su cartera llena. De hecho la confluencia de intereses entre ellos y sus estados no tiene parecido razonable en nuestro caso. Dependemos demasiado de la inversión extranjera y eso acaba siendo la pescadilla que se muerde la cola: todo intento por alcanzar más altas cotas de soberanía pasan inevitablemente por tocarles la "moral" a los intereses de otros estados y multinacionales, algunas con gran participación de esos estados. Son sus armadas comerciales.
La apertura de negociaciones con Puerto Rico sería un palo en las ruedas del independentismo vasco, catalán y gallego. Estamos viendo cómo el turismo "españolista" es ahora practicamente implorado por esos políticos que viven de rasgar y romper mientras las cosas aguanten sin romperse ni rasgarse del todo. La realidad de su economía acaba imponiéndose a un agenda política que no para de incentivar un repruebo sintético que sin duda se detendría ante una realidad como la que estamos comentando.
Cambiaría además la forma de hacer política de nuestros políticos pues tendrían que hacerse mayores de una puñetera vez. No es lo mismo gobernar al tran tran que ante una situación francamente novedosa y porqué no, esperanzadora.
Hay gente mediocre que parece competente hasta que llega una situación que los supera. Y la hay que parece incompetente hasta que llega la ocasión de darlo todo... Yo lo veo bien para un país como el nuestro tan necesitado de aire fresco que además está orgulloso de sus orígenes españoles.