El comercio de Barcelona teme un alud de cierres
Durante la reciente crísis económica, la punjanza del turismo internacional permitió que el epicentro comercial de Barcelona no se resintiera tanto en caída de consumo y empleo como otros territorios. Pero ese flotador que parecía inexpugnable también se ha deshinchado ahora por efecto de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del el bichito-19, dejando tras de sí un panorama preocupante: muchas tiendas todavía cerradas en Ciutat Vella y parte del Eixample, un
desplome de la facturación incluso en el eje de compras de Barna Centre que apenas vende un 40% de lo habitual, y la certeza de que
muchas tiendas pequeñas o medianas no volverán a levantar la persiana al no poder sobrevivir a los altos alquileres de la zona, desequilibrando aún más esa céntrica oferta.
El sector ha dado la alarma en toda ciudad. Incluso los operadores de áreas turísticas como Barna Centre (incluye el Portal de l’Àngel, Portaferrissa y muchas calles del Gòtic), el Born, el paseo de Gràcia, Pelai y otros ejes englobados en la asociación
Barcelona Oberta hablan de tiendas al límite. Nuria Paricio, directora de esta patronal, reclama un plan integral de ayudas y promoción a las administraciones, que el consistorio está articulando.
Un escaparate en el Born, esta semana / FERRAN NADEU
El comercio de barrio, con 24 ejes asociados en
Barcelona Comerç ha reabierto en un 91% de casos. Sus resultados son desiguales, ya que para casi la mitad las ventas han caído hasta un 25%, y para una cuarta parte incluso un 50%, con fuerte disminución de afluencia, según una encuesta. El colectivo cifra ya en un 3,3% los cierres, pero
prevé que llegarán en breve al 15% porque muchos están liquidando stocks. Y que si no se toman medidas «estructurales» en favor del sector, esta cifra suba al 30», asegura su presidente, Salva Vendrell.
Dos males simultáneos
En el centro, que hasta ahora era más resistente, advierten de que sufren dos males simultáneos. El más evidente es la
pérdida del turismo por la crisis sanitaria (creen que apenas remontará este verano aunque se abran fronteras el lunes), que en estos cotos suponen en general casi la mitad de las ventas, y a veces la gran mayoría de toda su clientela. Pero el segundo golpe creen que se podía haber evitado: «En un momento como este en que mucha gente evita el transporte público, es una locura haber cortado el acceso en coche», se queja Teresa Llordés, al frente de Barna Centre. «En dos zonas ya peatonales como el Gòtic y el Born ahora no tocaba una medida como cerrar la Via Laietana los fines de semana», agrega Juan Carlos Arriaga, presidente de
Born Comerç.
En el cotizadísmo eje que se abre tras el
Portal de l’Àngel, defienden que el 'boom' turístico llegó como un comodín, que ha crecido sin tregua, pero que necesitan mantener la afluencia local y de compradores del resto de Catalunya. Calculan que la mitad de estos llegan en coche para hacer compras importantes, lo que supone que las restricciones en calles del Eixample o el o la Via Laietana les ahogan, argumentan.
Lo suscribe desde el presidente del
paseo de Gràcia, Luis Sans, convencido de que este tipo de medidas sobre movilidad en el centro de Barcelona solo pueden ser temporales, y hasta el
mercado de Santa Caterina, que se echa las manos a la cabeza al recapitular sobre sus recaudaciones de los últimos sábados. «Aquí apenas hay vecinos, necesitamos a compradores de otras zonas que ahora no pueden llegar ni al párking y los sábados ya no vienen», explica David Barroso, vicepresidente.
El ayuntamiento estudia ajustes en su plan de peatonalizaciones de fin de semana, según las zonas
En este sentido, la
teniente de alcalde Janet Sanz avanza que ultiman soluciones para abrir accesos a clientes del mercado y al transporte público. Para el resto de vías restringidas al tráfico para ganar zonas peatonales, prevé que a partir de septiembre algunas vuelvan a cerrarse solo un fin de semana al mes (plan iniciado en febrero), y otras todos los sábados y domingos, en función de la respuesta en cada barrio.
Entre otras cosas, porque su impacto en cada zona es distinto y, en cambio, puede favorecer el consumo de proximidad, como el caso de
Creu Coberta. Vendrell adviertes esas diferencias pero reprocha al ayuntamiento haber actuado unilateralmente y sin buscar el consenso del sector.
Pero las repercusiones socioeconómicas de la crisis sanitaria van más allá. La ausencia de turistas ha llevado a muchos operadores pequeños a optar por no levantar aún persianas, sobre todo en calles secundarias del Gòtic y Born, mientras que las multinacionales sí lo han hecho. No se sabe cuántos de ellos no volverán funcionar, pero se estima que los cierres se contarán por decenas. Barna Centre confirma el
adiós definitivo de cinco tiendas en la calle de Santa Ana.
Miedo a más monocultivo
Y Llordés considera que tan urgente como las ayudas es un nuevo plan de usos que evite la monodemanda actual de nuevos operadores que como relevo solo quieren despachar fundas de móviles o camisetas del Barça, bajo la apariencia de moda o regalos. Este tipo de negocio se ha disparado en un entorno donde cada vez hay menos servicios de proximidad y menos vecinos, contemplan con preocupación asociaciones de comerciantes y de vecinos. «Si solo sobreviven grandes marcas y suvenires
el Gòtic morirá porque no interesará a la gente», añade.
Arriaga apunta que un tercio de tiendas del Born aún no funcionan y calcula que el 20% ya no lo hará ante los muchos gastos que soportan y la escasez de público. Y se queja de que las licencias de ampliación de terrazas de restaurantes van muy retrasadas.
«No se puede aislar a esta zona», dice Nuria Paricio, directora de Barcelona Oberta, con miedo a que se reproduzca un modelo de centro de ciudades americano donde por la noche no hay vecinos ni vida. Hay un temor más. La sequía de ingresos y los altos alquileres lleva a los afectados a recortar gastos, como sus cuotas asociativas, lo que podría dinamitar a estas entidades.