A mí el Jurbol me parece un hábito muy poco heterosexual, por no decir nada. Tanto tío junto y revuelto, y que no se sabe lo qué pasa dentro del vestuario excepto que hay un macho alfa dominante y 10 ómicrons sumisos y dominados, ejemmmm... tíos que juegan a perseguirse, en calzones, se agarran, se tocan, se revuelcan, se abrazan, incluso se ven escenas como la arquetípica de Michel y Valderrama.
Nótese que el momento más extasiante del Júrbol es el gol, y ¿qué es un gol? Es cuando uno se la mete a otro, en este caso el delantero al portero. Aquí quedan patentes los dos roles de la gaysidad, el activo y el pasivo.
Por si fuera poco, tenemos un poderoso símbolo, el brazalete del capitán. El capitán suele ser el gallo del vestuario, como ya sabrán, y su brazalete nos remite a la antigüedad de la Grecia Clásica, en donde los jóvenes púberes a menudo regalaban un brazalete a su amante alfa en signo de amor y fidelidad.
En el Júrbol participan once tíos, cuya expresión numérica es 11, uno y uno. Sobran las explicaciones numerológicas. Y a nada que se fijen un poco verán que el trazado de las líneas del campo es de una elocuencia simbólica que espanta. En el centro del campo ¿qué hay? un círculo, un 0 atravesado por una penetrante recta, alegoría perfecta de la sexualidad ****mita que está ahí a la vista de todos pero que pocos aciertan a desentrañar.
Apasionante el lado oculto del Júrbol. No dirán que no.