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paconan

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Deberían ya estar hechos,van improvisando sobre la marcha y siempre con retraso

Levantan nuevos hospitales a contrarreloj para evitar un colapso de la sanidad este fin de semana


La Comunidad de Madrid ha comenzado a acondicionar con el apoyo de la UME el pabellón de Ifema que acogerá el hospital provisional para pacientes con cobi19.EFE / COMUNIDAD DE MADRID
España registra supera ya los 20.000 contagiados por cobi19 y el número de fallecidos con esta enfermedad asciende a los 1.002, según el último balance facilitado por el director del centro de emergencias sanitarias, Fernando Simón, que también ha confirmado la cifra de recuperados, que asciende a 1.588 personas.

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Juan Antonio Cortés

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Fernando Ónega, gallego en escalera, surfea con profesionalidad en su columna de La Vanguardia y se le intuye monárquico, cuestión que me aleja -o no- del escalofrío de la jefatura del estado al frente de algún criminal frente al corrupto que la ostenta. El ojo ciego o la cosa, vamos. Pero es un periodista de raza (profesional autor, si, del épico por histórico 'puedo prometer y prometo'). Otros, encabalgados en contradiccciones con coleta o montados en gallardos caballos y con rasurada barba, llenos de cosa hasta la extuación todos no se alejan -jovenlandesalmente- un ápice- de la corrupciíon apestosa y sistémica de zarzuela. Porque además, no se puede renunciar a una herencia en vida del que la deja, señor.

Fernando, gracias. Por la cordura.

Si el bichito está a punto de convertirse en catástrofe humanitaria; si en las UCI se selecciona a los enfermos según sus esperanzas de vida; si la mitad de los españoles temen perder su empleo, según la encuesta de El País, y si el Banco de España avisa de “una perturbación económica sin precedentes”, el estado de alarma de España no ha sido sólo una declaración administrativa ni una orden general de confinamiento; ha sido, está siendo, una descripción de la realidad del país: España pasó del miedo a la histeria y de la histeria a la alarma. En la antesala del “falta lo peor” que dicen los ministros, quizá proceda una confesión general de los grandes pecados capitales cometidos en la historia del cobi19.

1. Falta de gerencia de la crisis.Los gobernantes, comenzando por el presidente Sánchez e impulsados por los medios informativos y la competencia política, actuaron obsesionados con el liderazgo. “Ejerza de líder”, se le reclamaba a Pedro. Que nadie le arrebate el liderazgo a este Gobierno. Háblese mucho. Comparezcan los ministros. Haga el presidente épicas declaraciones. Hable incluso el Rey. Y nadie preguntó dónde estaban las mascaras.

2. Tercermundismo. Lamento la palabra, pero la generosidad de pueblos enteros que se dedican a fabricar batas higiénicas no puede ocultar la imagen de ese mismo material compuesto a base de bolsas de basura pegadas con esparadrapos y utilizadas en algunos centros de salud. Es como si la poderosa España no tuviese capacidad financiera ni logística para comprar en los mercados.

3. Lenguaje bélico.No es una característica española. Es común a todos los países europeos. Lo utilizaron Merkel, Conte y Macron. Se trató al bichito con invocaciones a una nueva guerra mundial, apelaciones a la victoria e himnos a la unidad. Tópico sobre tópico, con la honorable excepción del doctor Simón, y ausencia de una tarea divulgativa que hizo que grandes capas de población se hayan desprotegido y hayan colaborado en el contagio.

4. Fallos de coherencia. El caso más clamoroso es el de las residencias de ancianos, en las que sobreviven cerca de medio millón de personas. Desde el principio se comunicó que eran el sector poblacional de mayor riesgo. Y a nadie se le ocurrió hablar con su patronal, preguntar sus necesidades, ofrecerles apoyo, dotarlos de medios. Hizo falta el escalofrío de decenas de muertos para descubrir que había ancianos en las residencias de ancianos.

5. Mala definición de prioridades. El Gobierno, legítimamente preocupado por el desastre social que se veía venir, lanzó el eslogan de “que nadie se quede atrás”, mirando el espejo retrovisor de la última crisis y la terapia de los recortes. Es posible que la necesidad de mostrar su identidad de izquierda y de remarcar las diferencias con Rajoy haya contribuido a descuidar o sacar del primer plano la primera tarea, que era erradicar la infección.

6. Enfermedades infantiles de la política. Hubo momentos en que todos los partidos querían pescar algo en las aguas revueltas. Hicieron falta muchos días para que Pablo Casado le dijese a Pedro Sánchez que no está solo. Que la conclusión a fecha de hoy sea que el Gobierno puede confiar más en la oposición que en sus socios no es la mejor noticia para la estabilidad buscada. Que los ministros tengan razones para acusar a Torra de deslealtad nos devuelve a los peores tiempos del choque de trenes en pleno intento de negociación. Por supuesto, con el calendario sin cumplir.

7. El peligroso juego del oportunismo. Lo practicaron quienes recibieron el mensaje del Rey con caceroladas. Libertad de expresión, dijo el vicepresidente Pablo Iglesias, y nadie la puede negar. Es más discutible que sea sólo libertad de expresión que el partido que Iglesias dirige haya confesado su emoción al escuchar cómo el sonido de las cacerolas entonaba un Corona ciao. Digamos que no es muy coherente ser ministro de la monarquía y desde el Gobierno empujar a la monarquía al precipicio. Y eso vale para Alberto Garzón, también ministro, cuya Izquierda Unida pide nada menos que la abdicación de Felipe VI.

Y al fondo, el pueblo. El pueblo de las escenas emocionantes. El pueblo que lleva solidaridad en su ADN. El pueblo de los aplausos y la aceptación resignada del confinamiento. El pueblo que no entiende alguna de las medidas adoptadas, pero sí entiende que está en peligro. El pueblo que sabe una cosa: cuando la peste sanitaria termine, vendrá la peste económica. Pero lo consuelan diciéndole que lo primero es la salud.

***

Me sobran los balconettis, pero es la apreciación subjetiva de un remero ya sin remos, pero queda el látigo El resto, de cum laude.
 
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