En el grupo de WhatsApp del trabajo hay un chaval que, el pobre, trata como puede hacer entender a los demás lo terrible de la situación. Manda consejos, noticias, habla de política, de la inoperancia del gobierno, intenta mostrar a los culpables de todo lo que está pasando.
El tipo está asustado, enfadado. Entiende lo que está pasando y quién es el responsable último y va con buena fe a intentar que los demás lo vean.
Se lo he dicho en privado varias veces pero no entiende que es imposible, le puede la vehemencia. Se estrella contra el muro.
Hoy en el grupo han gastado la broma como que lo echaban, entre risas, por pesado. En fin, lo ningunean, se burlan. Responden al momento a lo que lanza el chaval.
Lo que quiero decir es que me da la impresión de que la participación de los comisarios políticos se ha reforzado estos días. Estoy seguro de que nadie les ha dicho que actúen. Lo hacen motu propio. Saben cuándo tienen que apretar y llevan unos días a tope.
No se puede decir nada! Les dan igual los muertos. Les dan igual sus propias preocupaciones.
Son verdaderos fanáticos. Intransigentes que se rasgan las vestiduras y desde su atalaya jovenlandesal vapulean y desprecian cualquier asomo de crítica o duda contra sus superiores.
Cuando de joven leía 1984 nunca pensé que vería tan de cerca a los miembros del partido exterior.
Es terrorífico.