El debate sobre política general, el único que se ha producido desde el nombramiento de Quim Torra y después de tener cerrado el Parlamento más de dos meses, ha terminado este Martes peor que cuando comenzó la semana pasada y que tuvo que ser suspendido por falta de acuerdo entre los independentistas de Junts X Catalunya y los de Esquerra, sobre la forma de votar de los diputados presos y pendientes de juicio por Rebelión, sedición y malversación de fondos públicos, según el dictamen emitido por el juez del Supremo Pablo Llarena. Llarena había pedido que los diputados procesados delegasen el voto en otro diputado algo que había hecho, Esquerra con Oriol Junqueras y Romeva, pero que se negaban a hacer tanto el expresidente Puigdemont, como Jordi Turull, Josep Rull y Jordi Sánchez.
En vez de mantener su posición hasta el final y tras el informe de los letrados de la Cámara, la Mesa, y especialmente su presidente Roger Torrent, para evitar un nuevo conflicto con el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y con el Tribunal Constitucional, decidía que los cuatro votos de JXCat no se contabilizasen con lo que el independentismo perdía la mayoría, y el bloque soberanista se rompía por primera vez desde el inicio del llamado “procés”.
Esa ruptura entre los partidarios de Puigdemont, y los de Junqueras a los que hay que añadir a los de la CUP, que hacen la guerra por su cuenta, llevaba hoy al Parlament a una situación ingobernable en pleno proceso de diálogo con el Gobierno central, si se ignora el ultimátum lanzado por un Quima Torra, en precario, y aliado con los CDR (Comités de Defensa de la República) contra el Presidente del Gobierno si no convoca un Referéndum de autodeterminación a cambio de seguir apoyándole en el Congreso de los Diputados.
El resultado inmediato al no contar con el voto de los diputados suspendidos, ha sido que el independentismo ha perdido las primera votaciones sobre resoluciones que eran simplemente simbólicas pero de gran calado político como la propuesta de la CUP en la que se pedía la declaración de la autodeterminación de Cataluña, y la República, así como, la reprobación del rey Felipe VI y en particular su posicionamiento en su discurso del día 3 de octubre del año pasado. La iniciativa también reclamaba abolir la Monarquía alegando que existe una “mayoría amplia de catalanas y catalanes contrarios” a la misma. Igualmente tampoco se ha aprobado la resolución que incluía el reconocimiento de la “realidad del conjunto de territorios que forman los Païses Catalans, que forman Catalunya, País Valencià, Illes Balears, Cataluña Norte y las comarcas de la Franja de Ponent”, ni el apoyo a los movimientos que reclaman el derecho a decidir el estatus político propio en esos territorios.
Mientras tanto su parte el expresidente Puigdemont, que es el que ha dirigido toda la operación de rechazo a lo ordenado por el juez del Supremo Pablo Llarena, sigue su recorrido por distintos países europeos presentando su libro sobre la crisis catalana. En Ámsterdam en una entrevista concedida al periódico De Volkskrant ha declarado que “Cataluña no ha ganado la batalla de la independencia, pero que la lucha no ha terminado” y ha vuelto a repetir que igual que pusieron un GPS en los bajos de su coche, pueden colocarle una bomba para asesinarle, y se apoya en los GAL para sostener esa tesis de auténtica paranoia.
Puigdemont, de otro lado, se muestra decepcionado por el modo en que la UE reaccionó a la crisis catalana. ‘La Europa que yo amo, es la Europa que se esfuerza por los derechos humanos y la democracia, en cualquier parte del mundo donde están amenazados. En nuestra pequeña parcela del continente, millones de personas se han pronunciado concienzudamente por la creación de un Estado independiente y durante esa afluencia a las urnas fueron atacados físicamente por la policía de un Estado miembro de la Unión Europea. El silencio que se produjo a continuación nos ha herido profundamente. Europa solo tenía que haber dicho una pocas palabras: “Eso es inadmisible’’.
El expresidente que en estos momentos prepara un viaje a las Islas Feroes, invitado por los independentistas daneses, había confiado en que la UE iba a mediar, de ser necesario en secreto, entre el Gobierno catalán y el Gobierno español.
El independentismo roto y Puigdemont diciendo que le pueden dar de baja de la suscripción de la vida - ¡Viva la Pepa!
En vez de mantener su posición hasta el final y tras el informe de los letrados de la Cámara, la Mesa, y especialmente su presidente Roger Torrent, para evitar un nuevo conflicto con el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y con el Tribunal Constitucional, decidía que los cuatro votos de JXCat no se contabilizasen con lo que el independentismo perdía la mayoría, y el bloque soberanista se rompía por primera vez desde el inicio del llamado “procés”.
Esa ruptura entre los partidarios de Puigdemont, y los de Junqueras a los que hay que añadir a los de la CUP, que hacen la guerra por su cuenta, llevaba hoy al Parlament a una situación ingobernable en pleno proceso de diálogo con el Gobierno central, si se ignora el ultimátum lanzado por un Quima Torra, en precario, y aliado con los CDR (Comités de Defensa de la República) contra el Presidente del Gobierno si no convoca un Referéndum de autodeterminación a cambio de seguir apoyándole en el Congreso de los Diputados.
El resultado inmediato al no contar con el voto de los diputados suspendidos, ha sido que el independentismo ha perdido las primera votaciones sobre resoluciones que eran simplemente simbólicas pero de gran calado político como la propuesta de la CUP en la que se pedía la declaración de la autodeterminación de Cataluña, y la República, así como, la reprobación del rey Felipe VI y en particular su posicionamiento en su discurso del día 3 de octubre del año pasado. La iniciativa también reclamaba abolir la Monarquía alegando que existe una “mayoría amplia de catalanas y catalanes contrarios” a la misma. Igualmente tampoco se ha aprobado la resolución que incluía el reconocimiento de la “realidad del conjunto de territorios que forman los Païses Catalans, que forman Catalunya, País Valencià, Illes Balears, Cataluña Norte y las comarcas de la Franja de Ponent”, ni el apoyo a los movimientos que reclaman el derecho a decidir el estatus político propio en esos territorios.
Mientras tanto su parte el expresidente Puigdemont, que es el que ha dirigido toda la operación de rechazo a lo ordenado por el juez del Supremo Pablo Llarena, sigue su recorrido por distintos países europeos presentando su libro sobre la crisis catalana. En Ámsterdam en una entrevista concedida al periódico De Volkskrant ha declarado que “Cataluña no ha ganado la batalla de la independencia, pero que la lucha no ha terminado” y ha vuelto a repetir que igual que pusieron un GPS en los bajos de su coche, pueden colocarle una bomba para asesinarle, y se apoya en los GAL para sostener esa tesis de auténtica paranoia.
Puigdemont, de otro lado, se muestra decepcionado por el modo en que la UE reaccionó a la crisis catalana. ‘La Europa que yo amo, es la Europa que se esfuerza por los derechos humanos y la democracia, en cualquier parte del mundo donde están amenazados. En nuestra pequeña parcela del continente, millones de personas se han pronunciado concienzudamente por la creación de un Estado independiente y durante esa afluencia a las urnas fueron atacados físicamente por la policía de un Estado miembro de la Unión Europea. El silencio que se produjo a continuación nos ha herido profundamente. Europa solo tenía que haber dicho una pocas palabras: “Eso es inadmisible’’.
El expresidente que en estos momentos prepara un viaje a las Islas Feroes, invitado por los independentistas daneses, había confiado en que la UE iba a mediar, de ser necesario en secreto, entre el Gobierno catalán y el Gobierno español.
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