Un post interesante acerca de las motivaciones, los objetivos...y el precio a pagar por ellos, porque a fin de cuentas, es de lo que va esta reflexión.
Los socios se quedaron por el camino por esas razones, ni sus motivaciones, ni su objetivos, ni el precio a pagar, estaban en consonancia con el proyecto empresarial en curso.
Cuando empezaba, un buen amigo me enseñó una valiosa lección a través de una de sus experiencias. Él llegó a lo más alto en su profesión, como él, otros muchos empezaron, muchos años ha, al mismo nivel; pero los años fueron haciendo una selección: unos, por llegar al tope de sus cualidades, otros, por haber alcanzado el nivel que deseaban, no queriendo progresar más, otros, por presiones familiares o por no estar dispuestos a soportar el coste del siguiente escalón. Él no los juzgaba, asumía que cada uno, sea consciente o no, tiene un conjunto de motivaciones, objetivos y sabe lo que está dispuesto a pagar por ello.
Él llegó a lo más alto, su trayectoria vital y profesional le ha llevado a vivir experiencias sólo al alcance de unos pocos, pero siempre fue consciente de los sacrificios y el coste personal y profesional del nivel que había alcanzado, fue toda una vida de preparación, trabajo duro, dedicación total, que cristalizó en una carrera brillante y exitosa.
Sea como emprendedor, o en cualquier faceta de la vida, todo tiene un precio, del que debemos ser conscientes, si no estamos dispuestos a pagarlo, dicho objetivo no se hará realidad.
Es por ello que el trato humano y la psicología son dos capacidades innatas en el emprendedor y el empresario consumado. Capacidad para manejar los equipos humanos en torno a un proyecto, aptitudes para encontrar, unir y mantener a las personas necesarias para el éxito del mismo, así como intuición y sentido práctico para no involucrar en los mismos a personas que no cumplirán la función que se requiere en el proyecto, o ubicarlas en roles inadecuados.
Los años me han enseñado a no juzgar a la gente, entre otras cosas, porque cada uno es juez de sí mismo, cuando una persona falla en un proyecto del que soy responsable, normalmente hay un 95% de probabilidades de que el fallo haya sido mío, al haberlo integrado sabiendo que no reunía las condiciones, o sobreestimándolo por pura cabezonería.
Los años también enseñan que un proyecto a largo plazo tiene muchas etapas, a lo largo de las mismas, va y viene gente, y hay que asumirlo. Quienes te acompañan en el inicio, no tienen por qué seguir posteriormente, las circunstancias de cada persona son cambiantes, hay muchos factores que uno no puede controlar, y no hay guiones (planes de empresa), que se cumplan en su totalidad. Lo que jamás se debe de hacer es mezclar los sentimientos en los negocios, es garantía de desastre personal y empresarial.
A lo largo de nuestra vida, a todos nos han acompañado muchas personas, algunas permanecen, pero muchas han tenido un papel más o menos breve en nuestra existencia, como nosotros lo habremos tenido en la de ellos.
Enrocar estas cuestiones con una mayor o menor capacidad de emprendimiento, en mi humilde opinión, no es acertado. Son fenómenos diferentes, y en esto no nos diferenciamos de cualquier otro país o cultura, hasta donde yo he visto. La experiencia que se relata en el primer post, como otras, habría podido tener lugar perfectamente en USA, Australia, Panamá o Finlandia.
Crear un equipo emprendedor es complejo, requiere intuición, conocimiento de los miembros, y sentido práctico para manejar las complicadas situaciones que se dan a lo largo del camino, y con todo, los fracasos, conflictos y decepciones están a la orden del día.
Por ello, ante un proyecto, cada miembro debe de tener claro las motivaciones que le llevan a integrase en el proyecto, los objetivos que espera alcanzar en él...y el precio que debe de estar dispuesto a pagar por llegar a ellos. Y sobre todo, el líder del equipo debe de tener muy claras las suyas, pero sobre todo conocer las de los demás.
Un saludo,