La peligrosa deriva de la falta de negociación política
La reunión, en formato Normandía, de los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania en Berlín ha dado inicio a una semana que se presenta tensa tanto en lo político como en lo militar. Sobre el terreno, el número confirmado de bajas se sitúa, según los últimos datos aportados por Naciones Unidas, que admite que el número real puede ser muy superior, en 4.808 fallecidos, más de 10.000 heridos y más de un millón de desplazados. A diario, la misión de observación de la OSCE informa del aumento de violaciones del alto el fuego pactado en Minsk en septiembre de 2014.
El último informe publicado alerta sobre el aumento de la violencia, especialmente alrededor del aeropuerto de Donetsk (donde finalmente ha cedido la torre de control, que se ha colapsado hoy) y de los barrios cercanos. Se menciona especialmente la tarde del domingo 11 de enero, día en el que los representantes de la misión exigieron a los representantes rusos y ucranianos que trabajan conjulapsado tras meses de constantes batallas) ntamente desde Debaltsevo que se comunicaran con los comandos de ambos bandos para exigir el cese de la artillería, cuya intensidad sigue sin decaer.
La preocupante situación militar en Donetsk sigue afectando a la población civil. La lista de heridos y fallecidos aumenta, al igual que lo hace el número de viviendas e infraestructura afectadas. Ante el aumento de la violencia, las Repúblicas Populares han anunciado la vuelta de la artillería pesada a la primera línea del frente, tras semanas en las que este punto era el principal tema de negociación. El primer ministro de la RPD Alexandr Zakharchenko, en uno de sus discursos más duros contra la parte ucraniana, ha acusado a Ucrania de haber roto unilaterlmente el alto el fuego y ha anunciado también que no volverá a permitirse el paso de soldados ucranianos por el territorio controlado por las milicias para la rotación de tropas en el aeropuerto, algo que hasta ahora se había producido sin excesivos problemas.Con la negociación política estancada, es probable que la violencia aumente en lugar de disminuir.
En la misma línea se ha manifestado recientemente el ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergey Lavrov, que tras meses de discursos optimistas, sorprendió ayer afirmando, no solo que Rusia dispone de información de la intención de Ucrania de buscar una solución militar al conflicto y que ha movilizado ya una gran cantidad de tropas (los números se mueven entre 50 y 200.000 soldados), sino afirmando que tal solución “sería una catástrofe”. El aumento del gasto militar, unido a la negativa ucraniana a dar pasos políticos hacia una postura constructiva y que, a través de un proceso de negociación, pudieran llevar a una solución aceptable para ambas partes, indica también que Ucrania se prepara para la guerra, no para la paz.
Pese a las advertencias rusas y los informes de la OSCE sobre el terreno, que a diario advierten de la escalada de violencia, el presidente ucraniano se ha mostrado confiado en su capacidad para superar la crisis en una entrevista concedida a France24. “El mundo está unido contra el terrorismo, de la misma manera que el mundo está unido en apoyo a Ucrania, en nuestra lucha contra el terror”, ha afirmado el presidente ante cierta sorpresa del periodista. “¿Es eso lo que pasa, no es una guerra civil, no es una guerra de agresión de Rusia: es terrorismo?”, insiste el periodista. “Es una guerra y es la agresión”, se contradice inmediatamente Poroshenko, “y para parar esta guerra solo tenemos que cumplir las obligaciones de Minsk”. Poroshenko pasa a detallar los puntos clave de ese acuerdo según su posición: “alto el fuego, cerrar la frontera, retirar todas las tropas extranjeras. Y en dos semanas de cerrar la frontera, ya no habrá más conflicto, no habrá más víctimas. Y eso es lo que el mundo les está exigiendo”.
En ello dispone del explícito apoyo alemán,
que no se desmarca de las posiciones ucranianas a pesar de declaraciones desafortunadas o informes de la OSCE que culpan a ambas partes de violar el alto el fuego. Ni Ucrania ni sus aliados occidentales, especialmente Alemania, recuerdan ya las obligaciones de Kiev en ese acuerdo van más allá de la responsabilidad compartida de cesar la violencia. En Minsk Ucrania se comprometió a probar una ley de amnistía o, sobre todo, la ley que debía otorgar estatus especial, tanto en lo económico como en lo político, a las zonas de Donbass fuera de su control, ley que la Rada aprobó y posteriormente derogó.
Ante la insistencia del periodista, que directamente pregunta quiénes son los terroristas: ¿“la gente de Donetsk y Lugansk o Rusia”? “El terrorismo no tiene nacionalidad. El terrorismo no tiene religión. Esto es terrorismo. Y son terroristas porque están matando a gente inocente”, explica Poroshenko, olvidando, una vez más, que no es solo un bando el que dispara.
Poroshenko, que en la entrevista insiste en la importancia de ese “Formato Normandía” que él quiso lanzar cuando aún era únicamente presidente electo, porque quería llevar a cabo un plan de paz desde el primer día de su presidencia, olvida mencionar que fue bajo su presidencia cuando se lanzaron las más duras ofensivas y que ha rogado, en algunos casos incluso exigido, ayuda militar extranjera para ganar esta guerra. El presidente olvida también mencionar a los batallones, armados y equipados, que se encuentran fuera de su control porque se niegan a obedecer las órdenes del Ministerio de Defensa. Porque quizá, si lograr la paz fuera tan sencillo como lo presenta el presidente, la pregunta sería por qué no la ha conseguido aún.
El presidente ucraniano se muestra abierto a conceder a Donbass (cuyas fronteras no especifica) un estatus especial y capacidad para dirigir sus relaciones con Rusia y con la Unión Europea. Al igual que las promesas de descentralización de Yatseniuk, tan comunes en las primeras semanas de la crisis pero que han desaparecido a medida que Ucrania vuelve a ver una salida militar a la crisis, estas palabras no suponen un cambio ya que en ningún momento se han traducido en actuaciones políticas. Desde la firma del Protocolo de Minsk Ucrania ha exigido pasos a Rusia, ya que entiende que las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk son solo parte del problema y se niega a aceptarlas como posible parte de la solución, Ucrania ha dictado la paz exigiendo pasos y sin dar nada a cambio: ni ha ordenado el alto el fuego, ni ha moderado su retórica con respecto a Rusia o las autoridades ahora en control de Donbass, ni ha tratado de apoyar a la población civil de la zona.
Es ahí donde el Gobierno ucraniano carece de credibilidad alguna. Porque no tendría sentido suspender los pagos de pensiones y salarios, bloquear las cuentas bancarias o no permitir a los civiles el acceso a las zonas controladas por el Gobierno, algo que OSCE denuncia en su último comunicado, si Poroshenko supiera que se enfrenta a un caso de terrorismo o de agresión extranjera o si realmente estuviera comprometido con buscar una solución negociada a un conflicto. Pero este último caso exigiría una serie de concesiones que, declaraciones y promesas incumplidas aparte, el actual Gobierno ucraniano no está dispuesto a realizar.
La situación en Ucrania, y la crisis política y diplomática que esta ha causado, va más allá de las fronteras ucranianas y se manifiesta a diario en las sanciones, la negativa francesa a entregar el primero de los buques de guerra construidos para Rusia y también en aspectos diplomáticos que rozan el ridículo. El más reciente se ha conocido hoy, cuando se ha filtrado a la prensa que el presidente ruso no ha sido invitado a la celebración de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, liberado hace 70 años por el ejército soviético.
Por desgracia, esa falta de voluntad de encontrar un punto de encuentro y de avanzar en la negociación política supone, en este caso, el constante aumento de la lista de bajas entre la población civil.
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Latest from OSCE Special Monitoring Mission to Ukraine (SMM) based on information received as of 18:00 (Kyiv time), 11 January 2015 | OSCE