P
PRI$OE
Guest
Cuando la matanza del 11-M, la izquierda socialista y comunista, más
los separatistas lograron que millones de ciudadanos exculpasen a los
asesinos y cargasen las responsabilidades sobre Aznar, con el argumento
de que éste nos puso en la diana del terrorismo, al haber intervenido
en la guerra para derrocar al genocida Sadam Husein. España sólo
intervino en la guerra con apoyo político y moral, pero bastaba y,
ello junto a la propaganda anti PP logró crear la impresión de una
intervención española armada. Pero eso es lo de menos. Para los
acusadores, Sadam no era un tirano genocida, sino un líder
representante de su pueblo; y los terroristas no eran tales, sino
vengadores del "mar de injusticia" causado por las democracias. En
consecuencia, la matanza de Madrid, aunque retóricamente condenable,
no dejaba de tener una faceta justiciera, mientras que la postura de
Aznar carecía de cualquier justificación: él nos había atraído la
venganza de los oprimidos.
La torpeza extraordinaria de la derecha, su costumbre de replicar a las
estocadas con alfilerazos, le impidió aclarar debidamente la realidad,
facilitando con ello la confusión sembrada por la alianza
izquierdista-separatista.
Ante todo conviene insistir hasta meter en la cabeza de todo el mundo
que España está, de modo general, en la diana del extremismo
islámico, por cuanto éste, en sus propias palabras, lucha contra el
mundo que llama cristiano. Dentro de ello, la posición de España como
objetivo terrorista empeora, porque en el imaginario de la religión del amor -y no
solo en el extremista- España es Al Andalus, un territorio a
reconquistar si Alá lo permite, que bien pudiera permitirlo en un
futuro próximo. Los atentados de Nueva York y otros realizados en
España precedieron a la guerra contra Sadam, no reaccionaron a ésta.
Ello, como consideración general, pero ¿y en concreto? ¿Algún
factor ha animado especialmente a los asesinos a golpear en Madrid y en
el período electoral? Ante todo debemos observar que el terrorismo
islámico no es tan ciego como algunos pretenden. Sus promotores se
consideran en guerra contra el Occidente democrático y
"cristiano", y su estrategia está definida en el concepto de
guerra de cuarta generación, que no diferencia entre objetivos
militares y civiles, y en la que el impacto sobre la población a
través de los medios de masas vale más, por su efecto de
descomposición social, que grandes unidades del ejército. Ellos
mismos han explicado esta concepción, y la experiencia demuestra que
saben aplicarla. Dentro de esa orientación, el objetivo esencial
actualmente parece consistir en hacer de Irak un segundo Vietnam para
Occidente (y no sólo para Usa, pues de un fracaso en la
estabilización de Irak resultaría especialmente perjudicada Europa).
A ese fin tiene suma importancia romper la alianza que trata de
proteger al pueblo iraquí de déspotas y terroristas.
En estas circunstancias fue el candidato de las ansias infinitas de paz
quien prometió, antes de las elecciones, la retirada de las tropas
españolas que ayudaban a los iraquíes a construir una sociedad mejor.
Fue indudablemente esa promesa la que nos puso en la diana, no ya como
un objetivo general, sino como objetivo concreto y directo. ¿Cómo
podían ignorar los asesinos una promesa tan maravillosa para su causa?
Si ganaba el candidato de las sonrisas, ellos alcanzarían una victoria
de la mayor trascendencia.
Recientemente han salido a la luz unas consideraciones de terroristas
islámicos sobre el 11-M, guardadas en el ordenador de uno de los
asesinos. La masacre habría sido el medio deliberado para "poner fin
al Gobierno del innoble Aznar". Algunos analistas demasiado sutiles
han querido ver en esas palabras una jactancia triunfalista a
posteriori, no un proyecto previo, pues, ¿cómo podían saber por
adelantado los criminales que su acción iba a provocar la derrota del
PP y no un reagrupamiento de la gente en torno a él? Nunca pueden
preverse del todo los efectos de un golpe así, cierto, pero en este
caso no había muchos riesgos en la profecía. Otros documentos
muestran que los terroristas conocían lo que nadie en el mundo
ignoraba, es decir, la debilidad de la sociedad española ante el
terror islámico, expresando la conveniencia de golpear a España para
romper la alianza occidental en Irak. Una debilidad causada por la
intensísima propaganda y movilización izquierdista-separatista
durante la guerra y después, así como por la casi nula de respuesta
del gobierno conservador. La confusión y la demagogia predominaban en
nuestro país en mayor medida que en otros de la alianza pro
estabilización de Irak. Por lo tanto era alta la probabilidad de que
una gran masa de españoles reaccionase contra el PP y no contra los
asesinos.
Esta interpretación es coherente tanto con la lógica general del
terror islamista como con los documentos disponibles de sus autores. En
otro caso deberíamos creer que aquel golpea a ciegas, sin ningún
objetivo preciso, achacándole así un grado de estupidez que quizá
esté más bien en tales analistas. Al Qaeda hubo de tener en cuenta,
forzosamente, la promesa socialista de otorgar al terrorismo islámico
una trascendental victoria política rompiendo la coalición
democratizadora de Irak.
Victoria aún mayor de la que podía esperar. Pues luego de retirar
efectivamente las tropas, facilitando la labor de quienes masacran
indiscriminadamente a los iraquíes que aspiran a la democracia, el
nuevo presidente español, felicitado efusivamente por "El
Egipcio", llamó a seguir su ejemplo a los países presentes en Irak.
Para la historia quedará este hecho decisivo y desastroso: Al Qaeda,
con un solo golpe, ha logrado cambiar de arriba abajo la política
interior y exterior de una potencia democrática media como España. Un
éxito casi increíble a costa de la vida de "sólo" 191 infieles.
Zapatero cumple.
PIO MOA.
los separatistas lograron que millones de ciudadanos exculpasen a los
asesinos y cargasen las responsabilidades sobre Aznar, con el argumento
de que éste nos puso en la diana del terrorismo, al haber intervenido
en la guerra para derrocar al genocida Sadam Husein. España sólo
intervino en la guerra con apoyo político y moral, pero bastaba y,
ello junto a la propaganda anti PP logró crear la impresión de una
intervención española armada. Pero eso es lo de menos. Para los
acusadores, Sadam no era un tirano genocida, sino un líder
representante de su pueblo; y los terroristas no eran tales, sino
vengadores del "mar de injusticia" causado por las democracias. En
consecuencia, la matanza de Madrid, aunque retóricamente condenable,
no dejaba de tener una faceta justiciera, mientras que la postura de
Aznar carecía de cualquier justificación: él nos había atraído la
venganza de los oprimidos.
La torpeza extraordinaria de la derecha, su costumbre de replicar a las
estocadas con alfilerazos, le impidió aclarar debidamente la realidad,
facilitando con ello la confusión sembrada por la alianza
izquierdista-separatista.
Ante todo conviene insistir hasta meter en la cabeza de todo el mundo
que España está, de modo general, en la diana del extremismo
islámico, por cuanto éste, en sus propias palabras, lucha contra el
mundo que llama cristiano. Dentro de ello, la posición de España como
objetivo terrorista empeora, porque en el imaginario de la religión del amor -y no
solo en el extremista- España es Al Andalus, un territorio a
reconquistar si Alá lo permite, que bien pudiera permitirlo en un
futuro próximo. Los atentados de Nueva York y otros realizados en
España precedieron a la guerra contra Sadam, no reaccionaron a ésta.
Ello, como consideración general, pero ¿y en concreto? ¿Algún
factor ha animado especialmente a los asesinos a golpear en Madrid y en
el período electoral? Ante todo debemos observar que el terrorismo
islámico no es tan ciego como algunos pretenden. Sus promotores se
consideran en guerra contra el Occidente democrático y
"cristiano", y su estrategia está definida en el concepto de
guerra de cuarta generación, que no diferencia entre objetivos
militares y civiles, y en la que el impacto sobre la población a
través de los medios de masas vale más, por su efecto de
descomposición social, que grandes unidades del ejército. Ellos
mismos han explicado esta concepción, y la experiencia demuestra que
saben aplicarla. Dentro de esa orientación, el objetivo esencial
actualmente parece consistir en hacer de Irak un segundo Vietnam para
Occidente (y no sólo para Usa, pues de un fracaso en la
estabilización de Irak resultaría especialmente perjudicada Europa).
A ese fin tiene suma importancia romper la alianza que trata de
proteger al pueblo iraquí de déspotas y terroristas.
En estas circunstancias fue el candidato de las ansias infinitas de paz
quien prometió, antes de las elecciones, la retirada de las tropas
españolas que ayudaban a los iraquíes a construir una sociedad mejor.
Fue indudablemente esa promesa la que nos puso en la diana, no ya como
un objetivo general, sino como objetivo concreto y directo. ¿Cómo
podían ignorar los asesinos una promesa tan maravillosa para su causa?
Si ganaba el candidato de las sonrisas, ellos alcanzarían una victoria
de la mayor trascendencia.
Recientemente han salido a la luz unas consideraciones de terroristas
islámicos sobre el 11-M, guardadas en el ordenador de uno de los
asesinos. La masacre habría sido el medio deliberado para "poner fin
al Gobierno del innoble Aznar". Algunos analistas demasiado sutiles
han querido ver en esas palabras una jactancia triunfalista a
posteriori, no un proyecto previo, pues, ¿cómo podían saber por
adelantado los criminales que su acción iba a provocar la derrota del
PP y no un reagrupamiento de la gente en torno a él? Nunca pueden
preverse del todo los efectos de un golpe así, cierto, pero en este
caso no había muchos riesgos en la profecía. Otros documentos
muestran que los terroristas conocían lo que nadie en el mundo
ignoraba, es decir, la debilidad de la sociedad española ante el
terror islámico, expresando la conveniencia de golpear a España para
romper la alianza occidental en Irak. Una debilidad causada por la
intensísima propaganda y movilización izquierdista-separatista
durante la guerra y después, así como por la casi nula de respuesta
del gobierno conservador. La confusión y la demagogia predominaban en
nuestro país en mayor medida que en otros de la alianza pro
estabilización de Irak. Por lo tanto era alta la probabilidad de que
una gran masa de españoles reaccionase contra el PP y no contra los
asesinos.
Esta interpretación es coherente tanto con la lógica general del
terror islamista como con los documentos disponibles de sus autores. En
otro caso deberíamos creer que aquel golpea a ciegas, sin ningún
objetivo preciso, achacándole así un grado de estupidez que quizá
esté más bien en tales analistas. Al Qaeda hubo de tener en cuenta,
forzosamente, la promesa socialista de otorgar al terrorismo islámico
una trascendental victoria política rompiendo la coalición
democratizadora de Irak.
Victoria aún mayor de la que podía esperar. Pues luego de retirar
efectivamente las tropas, facilitando la labor de quienes masacran
indiscriminadamente a los iraquíes que aspiran a la democracia, el
nuevo presidente español, felicitado efusivamente por "El
Egipcio", llamó a seguir su ejemplo a los países presentes en Irak.
Para la historia quedará este hecho decisivo y desastroso: Al Qaeda,
con un solo golpe, ha logrado cambiar de arriba abajo la política
interior y exterior de una potencia democrática media como España. Un
éxito casi increíble a costa de la vida de "sólo" 191 infieles.
Zapatero cumple.
PIO MOA.