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Rov
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A mi juicio, el debate sobre las causas del terrorismo no sólo es inútil sino
contraproducente, pues no ayuda a nada y nos distrae del verdadero debate que debemos
abordar en Occidente: tenemos unos Estados superacomplejados, superpermisivos y
supergarantistas, y deberíamos ir pensando seriamente en rebajar ese nivel de permisividad
y garantismo en aras de una mayor seguridad. Ya he oído a más de un progre en la radio y
en la tele hacer demagogia con este tema poniendo enseguida la "libertad", en abstracto,
como un valor absoluto, que debe estar siempre por encima de la seguridad. Pues bien, el
derecho a la vida y la seguridad de las personas es un derecho fundamental consagrado en
todos los tratados de derechos humanos y constituciones, y los Estados deberían hacer todo
lo posible por garantizarlo. Porque sin seguridad, hay miedo y con miedo no puede haber
libertad. Al hablar de mayor seguridad, no se trata de recortar libertades o derechos
fundamentales, como la libertad de expresión o de circulación, sino aceptar unas ciertas
incomodidades y, si acaso, algo de pérdida de intimidad. Por ejemplo, medidas como la
identificación de las personas mediante un documento nacional de identidad (cosa que no
existía hasta ahora en el Reino Unido y aquí en España lo vemos tan normal), la
instalación de cámaras en lugares públicos estratégicos, el escaneado o registro de
equipajes, la prohibición de portar armas, navajas u objetos peligrosos, la exigencia a
partidos, religiones o asociaciones de que la violencia, el delito o su apología no figure
en sus estatutos o manifestaciones, etc., no deberían ser vistas como una merma de
libertad o de derechos, sino como una garantía de nuestra seguridad, que es nuestro
derecho más preciado.
Pero yo aún iría más lejos (y sé que esto no es "políticamente correcto" y que va contra
la "cultureta progre"): controlaría estrechamente los movimientos y actividades de los
pagapensiones, sobre todo los de procedencia de países conflictivos (ahora, fundamentalmente
los países islámicos), e incluso para poder permanecer aquí les exigiría firmar una
declaración jurada en la que se comprometieran a acatar las leyes y costumbres españolas y
a no utilizar la violencia u otros preceptos de su religión, como la guerra santa o la
lucha contra los infieles. Pienso que si alguien viene aquí a trabajar y a convivir con
respeto al país y a la gente que le acoge, no debería tener ningún inconveniente en
manifestarlo y en comprometerse a ello. Para ayudar a esa tarea, se podría involucrar
incluso a ciertas asociaciones de pagapensiones de confianza ya establecidas en nuestro
país. Se trataría de establecer una clara distinción entre quien viene aquí a integrarse y
a convivir y quien viene a quebrar la paz y la convivencia. Quizá no sea una medida eficaz
al 100% pero serviría para lanzar el mensaje de que somos un país que valoramos nuestros
derechos y nuestras leyes, que tanto nos ha costado conseguir, y que estamos resueltos a
hacerlas cumplir y respetar, sin complejos y sin concesiones a pretendidas "singularidades
culturales o religiosas" de los que vienen de otros países.
contraproducente, pues no ayuda a nada y nos distrae del verdadero debate que debemos
abordar en Occidente: tenemos unos Estados superacomplejados, superpermisivos y
supergarantistas, y deberíamos ir pensando seriamente en rebajar ese nivel de permisividad
y garantismo en aras de una mayor seguridad. Ya he oído a más de un progre en la radio y
en la tele hacer demagogia con este tema poniendo enseguida la "libertad", en abstracto,
como un valor absoluto, que debe estar siempre por encima de la seguridad. Pues bien, el
derecho a la vida y la seguridad de las personas es un derecho fundamental consagrado en
todos los tratados de derechos humanos y constituciones, y los Estados deberían hacer todo
lo posible por garantizarlo. Porque sin seguridad, hay miedo y con miedo no puede haber
libertad. Al hablar de mayor seguridad, no se trata de recortar libertades o derechos
fundamentales, como la libertad de expresión o de circulación, sino aceptar unas ciertas
incomodidades y, si acaso, algo de pérdida de intimidad. Por ejemplo, medidas como la
identificación de las personas mediante un documento nacional de identidad (cosa que no
existía hasta ahora en el Reino Unido y aquí en España lo vemos tan normal), la
instalación de cámaras en lugares públicos estratégicos, el escaneado o registro de
equipajes, la prohibición de portar armas, navajas u objetos peligrosos, la exigencia a
partidos, religiones o asociaciones de que la violencia, el delito o su apología no figure
en sus estatutos o manifestaciones, etc., no deberían ser vistas como una merma de
libertad o de derechos, sino como una garantía de nuestra seguridad, que es nuestro
derecho más preciado.
Pero yo aún iría más lejos (y sé que esto no es "políticamente correcto" y que va contra
la "cultureta progre"): controlaría estrechamente los movimientos y actividades de los
pagapensiones, sobre todo los de procedencia de países conflictivos (ahora, fundamentalmente
los países islámicos), e incluso para poder permanecer aquí les exigiría firmar una
declaración jurada en la que se comprometieran a acatar las leyes y costumbres españolas y
a no utilizar la violencia u otros preceptos de su religión, como la guerra santa o la
lucha contra los infieles. Pienso que si alguien viene aquí a trabajar y a convivir con
respeto al país y a la gente que le acoge, no debería tener ningún inconveniente en
manifestarlo y en comprometerse a ello. Para ayudar a esa tarea, se podría involucrar
incluso a ciertas asociaciones de pagapensiones de confianza ya establecidas en nuestro
país. Se trataría de establecer una clara distinción entre quien viene aquí a integrarse y
a convivir y quien viene a quebrar la paz y la convivencia. Quizá no sea una medida eficaz
al 100% pero serviría para lanzar el mensaje de que somos un país que valoramos nuestros
derechos y nuestras leyes, que tanto nos ha costado conseguir, y que estamos resueltos a
hacerlas cumplir y respetar, sin complejos y sin concesiones a pretendidas "singularidades
culturales o religiosas" de los que vienen de otros países.