E
El Moscardon
Guest
¿QUÉ DERECHA LIDERA RAJOY?
Queremos una fuerza conservadora distinta, libre y moderna. Hoy está
silenciada y no se deja oír
LUIS ANTONIO De Villena
Escritor
Si hacemos caso de sus autodefiniciones, el Partido Popular es centroderecha
avanzado o progresista, según momentos u oportunidades. Si recordamos su
primera legislatura en el Gobierno de España (en minoría), y la entonces
continua propaganda de José María Aznar y los suyos por decir que "la vieja
derecha española" era cosa del pasado, es decir, que ellos eran renovadores
y nuevos, todavía podríamos creer en lo del centroderecha. Pero ¿el PP de
1996 es el mismo que el de hoy? Lo dudamos.
Y el giro retroconservador se operó a partir del 2000, cuando el PP ganó por
mayoría absoluta y cambió de entrada su talante, su apertura. Si recuerdan a
la hoy casi extinta UCD (el partido que movió la transición), sin duda
podríamos hablar de centroderecha avanzado, pero ¿se parecen los modos y los
hechos del PP de hoy con los de aquella UCD? Muy poco. Nos recuerdan, más
bien, a aquella otra Alianza Popular (AP) que comenzaron liderando siete
exministros de Franco, entre ellos el incombustible y camaleónico (dentro de
un orden) Manuel Fraga. Tenemos la sensación de que el PP de hoy hubiera
hecho la transición a regañadientes, como a rastras la hizo "la vieja
derecha española" que parece reverdecida.
Sería fácil decir que al no existir más que un único partido nacional de
derechas, toda la derecha estatal (y no dudo que Convergència i Unió no sea
de derechas) ha de reunirse en el único partido visible que tiene, el PP.
Quiere ello decir que, naturalmente, las filas del PP están nutridas también
por una derecha dura que carece de referentes visibles --nos falta, en
teoría, un Jean-Marie Le Pen--, pero eso no debiera querer significar que la
dirección del partido presidida por Mariano Rajoy asuma, de facto, casi
todas las reivindicaciones de marcha atrás que esa derecha dura exige, con
su natural ademán totalitario. No, el principal atasco del PP no viene de
sus militantes de extrema derecha --que los tiene--, sino de que la
dirección del partido (en claro seguidismo de Aznar, que ha hecho más mal
que bien) ha vuelto a guiarse por fórmulas que creíamos archivadas y que la
propia Constitución no contempla.
CREO QUE EN el último día de campaña de las recientes elecciones gallegas,
Fraga aludió a los Reyes Católicos. "No permitiremos que deshagan la obra de
los Reyes Católicos", dijo. Muchos creemos en la unidad de España, pero hace
más de un siglo (y ya era tarde) que dejamos de lado los gloriosos
postulados de la Monarquía Hispánica --la de los Austrias--, cuyo grandioso
proyecto imperial funcionó, pero era ya historia en 1700. La unión de
Iglesia y Estado en único haz nada tiene de presente ni de plural ni de
bueno. Casi todo el daño de España, al contrario, procede de esa fórmula
añosa e inveterada. Pero vemos que el PP la está siguiendo estos días a pies
juntillas al hacer piña con todas las organizaciones católicas, empezando
por los obispos. ¿Nos ofrece el PP una democracia vaticanista?
En la manifestación obispal en Madrid, una pancarta rezaba Por la libertad,
palabra que no dejó de repetir el terrible Ángel Acebes (uno de los duros)
al comentar el acto. ¿Libertad para poder suprimir la libertad de los otros?
¿Libertad para prohibir lo que no les guste a los obispos, a quienes nadie
amenaza, aunque ellos sí se hayan vuelto amenazadores? He ahí un ejemplo del
retroceso del PP amparado sin duda en el clima mundial de recorte de las
libertades individuales, propiciado por la Administración de George Bush.
Sólo que como hay que ser políticamente correcto (para bien y para mal)
nuestros conservadores no cesarán de repetir las palabras "democracia" y
"libertad", igual que hace Condoleezza Rice. ¿El problema? Que no entendemos
lo mismo por tales conceptos. A mí una ventana me parece un espacio libre,
al PP un hueco en el que hay que poner una reja para que nadie se tire.
Llevamos siglos necesitando un modelo de Estado español y todavía no
logramos ponernos de acuerdo, por desgracia. Los nacionalismos más pequeños
geográficamente, porque se solazan --parece-- con las desavenencias, y el
nacionalismo español (el PP) porque todavía no consigue pasar la página,
periclitada por notable que fuera, de la Monarquía Hispánica. Si el PP
fuese, en verdad, liberal y laico, perdería a su clientela de inconfesadas
nostalgias franquistas, pero ganaría a muchos españoles con sed de
pluralidad y futuro. Porque ¿qué partido es el que se niega a la igualdad
sensual, el que se abstiene en la nueva ley de divorcio, el que apoya las
organizaciones más claramente reaccionarias? ¿Un partido de centroderecha
avanzado? ¿O el partido en que militan integristas católicos, como el
siempre aparentemente jocoso Federico Trillo (otro duro) o la terriblemente
ultraconservadora Ana Botella?
SUELE EDUARDO Zaplana (duro con disimulo) referirse a José Luis Rodríguez
Zapatero como a "un radical". ¡Baje su dios a verlo! ¿Si Rodríguez Zapatero
es radical, qué diríamos --al otro lado-- de Acebes? A mí me parece bastante
más radical en lo suyo. De una sana derecha española esperaríamos un modelo
nuevo de una España para todos, no un gueto defendiendo los viejos
baluartes, aunque bastantes se queden allí porque aún no saben bien dónde
están. Sé que hay otro PP dentro del PP, como hay otra Iglesia católica
dentro de la Iglesia. El drama de esos otros es que hoy están silenciados y
hacen poco (aparentemente) por dejarse ver y oír. ¿Sugiero que al PP le
vendría bien una escisión? Eso raramente viene bien a nadie. Digo, sólo, que
muchos españoles querríamos ver otra derecha más nueva, libre y moderna. La
que el propio PP predicó en 1996, y nos ha terminado negando desde arriba.
Otra derecha.
El Periódico-04-07-2006
Queremos una fuerza conservadora distinta, libre y moderna. Hoy está
silenciada y no se deja oír
LUIS ANTONIO De Villena
Escritor
Si hacemos caso de sus autodefiniciones, el Partido Popular es centroderecha
avanzado o progresista, según momentos u oportunidades. Si recordamos su
primera legislatura en el Gobierno de España (en minoría), y la entonces
continua propaganda de José María Aznar y los suyos por decir que "la vieja
derecha española" era cosa del pasado, es decir, que ellos eran renovadores
y nuevos, todavía podríamos creer en lo del centroderecha. Pero ¿el PP de
1996 es el mismo que el de hoy? Lo dudamos.
Y el giro retroconservador se operó a partir del 2000, cuando el PP ganó por
mayoría absoluta y cambió de entrada su talante, su apertura. Si recuerdan a
la hoy casi extinta UCD (el partido que movió la transición), sin duda
podríamos hablar de centroderecha avanzado, pero ¿se parecen los modos y los
hechos del PP de hoy con los de aquella UCD? Muy poco. Nos recuerdan, más
bien, a aquella otra Alianza Popular (AP) que comenzaron liderando siete
exministros de Franco, entre ellos el incombustible y camaleónico (dentro de
un orden) Manuel Fraga. Tenemos la sensación de que el PP de hoy hubiera
hecho la transición a regañadientes, como a rastras la hizo "la vieja
derecha española" que parece reverdecida.
Sería fácil decir que al no existir más que un único partido nacional de
derechas, toda la derecha estatal (y no dudo que Convergència i Unió no sea
de derechas) ha de reunirse en el único partido visible que tiene, el PP.
Quiere ello decir que, naturalmente, las filas del PP están nutridas también
por una derecha dura que carece de referentes visibles --nos falta, en
teoría, un Jean-Marie Le Pen--, pero eso no debiera querer significar que la
dirección del partido presidida por Mariano Rajoy asuma, de facto, casi
todas las reivindicaciones de marcha atrás que esa derecha dura exige, con
su natural ademán totalitario. No, el principal atasco del PP no viene de
sus militantes de extrema derecha --que los tiene--, sino de que la
dirección del partido (en claro seguidismo de Aznar, que ha hecho más mal
que bien) ha vuelto a guiarse por fórmulas que creíamos archivadas y que la
propia Constitución no contempla.
CREO QUE EN el último día de campaña de las recientes elecciones gallegas,
Fraga aludió a los Reyes Católicos. "No permitiremos que deshagan la obra de
los Reyes Católicos", dijo. Muchos creemos en la unidad de España, pero hace
más de un siglo (y ya era tarde) que dejamos de lado los gloriosos
postulados de la Monarquía Hispánica --la de los Austrias--, cuyo grandioso
proyecto imperial funcionó, pero era ya historia en 1700. La unión de
Iglesia y Estado en único haz nada tiene de presente ni de plural ni de
bueno. Casi todo el daño de España, al contrario, procede de esa fórmula
añosa e inveterada. Pero vemos que el PP la está siguiendo estos días a pies
juntillas al hacer piña con todas las organizaciones católicas, empezando
por los obispos. ¿Nos ofrece el PP una democracia vaticanista?
En la manifestación obispal en Madrid, una pancarta rezaba Por la libertad,
palabra que no dejó de repetir el terrible Ángel Acebes (uno de los duros)
al comentar el acto. ¿Libertad para poder suprimir la libertad de los otros?
¿Libertad para prohibir lo que no les guste a los obispos, a quienes nadie
amenaza, aunque ellos sí se hayan vuelto amenazadores? He ahí un ejemplo del
retroceso del PP amparado sin duda en el clima mundial de recorte de las
libertades individuales, propiciado por la Administración de George Bush.
Sólo que como hay que ser políticamente correcto (para bien y para mal)
nuestros conservadores no cesarán de repetir las palabras "democracia" y
"libertad", igual que hace Condoleezza Rice. ¿El problema? Que no entendemos
lo mismo por tales conceptos. A mí una ventana me parece un espacio libre,
al PP un hueco en el que hay que poner una reja para que nadie se tire.
Llevamos siglos necesitando un modelo de Estado español y todavía no
logramos ponernos de acuerdo, por desgracia. Los nacionalismos más pequeños
geográficamente, porque se solazan --parece-- con las desavenencias, y el
nacionalismo español (el PP) porque todavía no consigue pasar la página,
periclitada por notable que fuera, de la Monarquía Hispánica. Si el PP
fuese, en verdad, liberal y laico, perdería a su clientela de inconfesadas
nostalgias franquistas, pero ganaría a muchos españoles con sed de
pluralidad y futuro. Porque ¿qué partido es el que se niega a la igualdad
sensual, el que se abstiene en la nueva ley de divorcio, el que apoya las
organizaciones más claramente reaccionarias? ¿Un partido de centroderecha
avanzado? ¿O el partido en que militan integristas católicos, como el
siempre aparentemente jocoso Federico Trillo (otro duro) o la terriblemente
ultraconservadora Ana Botella?
SUELE EDUARDO Zaplana (duro con disimulo) referirse a José Luis Rodríguez
Zapatero como a "un radical". ¡Baje su dios a verlo! ¿Si Rodríguez Zapatero
es radical, qué diríamos --al otro lado-- de Acebes? A mí me parece bastante
más radical en lo suyo. De una sana derecha española esperaríamos un modelo
nuevo de una España para todos, no un gueto defendiendo los viejos
baluartes, aunque bastantes se queden allí porque aún no saben bien dónde
están. Sé que hay otro PP dentro del PP, como hay otra Iglesia católica
dentro de la Iglesia. El drama de esos otros es que hoy están silenciados y
hacen poco (aparentemente) por dejarse ver y oír. ¿Sugiero que al PP le
vendría bien una escisión? Eso raramente viene bien a nadie. Digo, sólo, que
muchos españoles querríamos ver otra derecha más nueva, libre y moderna. La
que el propio PP predicó en 1996, y nos ha terminado negando desde arriba.
Otra derecha.
El Periódico-04-07-2006