Marcus Halberstam
Madmaxista
No es mi blog.
No pongo el texto completo porque es un tocho, sólo algunos extractos.
Pero merece mucho la pena, creo. Habla de la minería, pero se puede aplicar a mucho más.
El final, donde analiza el papel de "los de abajo" en esta historia de corrupción, es bastante deprimente.
Después no hay nada: El pozo oscuro
[...]
La versión resumida es la siguiente: el carbón asturiano es un muy mal producto porque en comparación con el carbón de otros lugares su calidad es bastante baja y además resulta muy difícil (y por tanto caro) de extraer debido a motivos geológicos. Pero como esta afirmación resulta un tanto radical, además de políticamente incorrecta, voy a intentar justificarla, ya que sin tener esa sencilla idea totalmente clara de partida no se entiende nada de lo que intentaré explicar más adelante.
[...]
Llegados a este punto surge una pregunta obvia, si todo esto que digo es cierto ¿cómo es posible por tanto qué durante más de un siglo la minería del carbón asturiana fuese un negocio? (al menos para algunos).
Élites extractivas
Mediante dos mecanismos: la explotación intensiva de la mano de obra y el proteccionismo gubernamental.
Para evitar invertir en costosa maquinaria el empresariado minero recurrió a contratar mucha mano de obra y a la vez pagar salarios bajos. Claro está, esa apuesta hecha en Asturias a favor de los brazos antes que de la tecnología estaba sometida no solo a los rendimientos decrecientes del factor trabajo sino al hecho irrefutable de que, para obtener beneficios basándose casi en exclusiva en intensificar la explotación de la mano de obra, la patronal del carbón ligó la rentabilidad de las explotaciones a la capacidad para controlar las huelgas y las reivindicaciones salariales de sus obreros. Y para eso necesitaba a su vez el apoyo del poder político de cara a que el Estado pusiese su aparato represivo al servicio de mantener la paz social en la región.
[...]
En otras palabras, durante el proceso industrializador en lugar de invertir en tecnología el empresariado carbonífero asturiano decidió que resultaba más sencillo y rentable que innovar el invertir en comprar la voluntad de la clase política para que promulgase leyes que les favoreciesen protegiendo sus negocios de toda competencia así como de la furia de sus propios trabajadores. Estrategia que se mantuvo constante durante casi todo el período de la Restauración y luego durante época franquista
[...]
Por tanto dado que las minas de carbón asturianas estaban abocadas a quebrar en los siguientes años el Gobierno [de Franco] decidió finalmente socializar las posibles pérdidas. Así el Estado absorbió la mayoría de las empresas mineras deficitarias (que eran prácticamente todas las importantes) mediante la entrada del INI (Instituto Nacional de Industria) en el sector hullero. De su mano en 1967 nació Hulleras del Norte Sociedad Anónima (HUNOSA) con un capital inicial de 3.380 millones de pesetas que fue apenas la primera de múltiples partidas presupuestarias dedicadas a que el Estado comprase 18 de las principales empresas mineras asturianas durante los siguientes tres años.
[...]
Es decir, con anterioridad a la creación de HUNOSA el Estado subvencionaba y compraba a través de dinero y empresas públicas la adquisición de carbón malo y caro producido por empresas privadas. En cambio a partir de 1967 el Estado se hizo cargo de la producción de carbón y pasó sostener con dinero público la producción de un carbón malo pero al menos barato destinado a manos privadas, al empezar a venderlo a diversas empresas muy por debajo de su elevado precio real de producción.
¿Empieza a sonaros todo esto?
Deja vú.
Porque en el fondo es un proceso que, bajo diversas formas, se ha repetido innumerables veces a lo largo de la historia contemporánea de España debido a las poderosas relaciones que se dan en este país entre el espectro político y los grupos de presión formados por grandes bancos y empresas. Debido a ello cada cierto tiempo los fondos públicos acumulados a través de los impuestos de toda la población se derivan hacia la socialización de las pérdidas y/o la maximización de las ganancias de diversos grupos empresariales.
[...]
De esa forma a partir de los años 70 el papel del empresariado como succionador de recursos colectivos pasó a un segundo plano en el sector minero asturiano (al margen, claro está, de alguna antediluviana excepción; les propongo por ejemplo el ejercicio de que se informen un poco sobre un señor llamado Victorino Alonso García del que es una injusticia que nunca hayan escuchado hablar). Ese papel en cambio fue heredado por los sindicatos mineros cuya finalidad durante los últimos cuarenta años pasó a centrarse en asegurar para sus miembros destacados y los familiares próximos de estos los máximos ingresos posibles a costa de ligar a toda la región con la supervivencia de una industria contaminante y sin futuro y detraer hacia las comarcas mineras una cifra indeterminada de capital en forma de ayudas y subsidios.
No pongo el texto completo porque es un tocho, sólo algunos extractos.
Pero merece mucho la pena, creo. Habla de la minería, pero se puede aplicar a mucho más.
El final, donde analiza el papel de "los de abajo" en esta historia de corrupción, es bastante deprimente.
Después no hay nada: El pozo oscuro
[...]
La versión resumida es la siguiente: el carbón asturiano es un muy mal producto porque en comparación con el carbón de otros lugares su calidad es bastante baja y además resulta muy difícil (y por tanto caro) de extraer debido a motivos geológicos. Pero como esta afirmación resulta un tanto radical, además de políticamente incorrecta, voy a intentar justificarla, ya que sin tener esa sencilla idea totalmente clara de partida no se entiende nada de lo que intentaré explicar más adelante.
[...]
Llegados a este punto surge una pregunta obvia, si todo esto que digo es cierto ¿cómo es posible por tanto qué durante más de un siglo la minería del carbón asturiana fuese un negocio? (al menos para algunos).
Élites extractivas
Mediante dos mecanismos: la explotación intensiva de la mano de obra y el proteccionismo gubernamental.
Para evitar invertir en costosa maquinaria el empresariado minero recurrió a contratar mucha mano de obra y a la vez pagar salarios bajos. Claro está, esa apuesta hecha en Asturias a favor de los brazos antes que de la tecnología estaba sometida no solo a los rendimientos decrecientes del factor trabajo sino al hecho irrefutable de que, para obtener beneficios basándose casi en exclusiva en intensificar la explotación de la mano de obra, la patronal del carbón ligó la rentabilidad de las explotaciones a la capacidad para controlar las huelgas y las reivindicaciones salariales de sus obreros. Y para eso necesitaba a su vez el apoyo del poder político de cara a que el Estado pusiese su aparato represivo al servicio de mantener la paz social en la región.
[...]
En otras palabras, durante el proceso industrializador en lugar de invertir en tecnología el empresariado carbonífero asturiano decidió que resultaba más sencillo y rentable que innovar el invertir en comprar la voluntad de la clase política para que promulgase leyes que les favoreciesen protegiendo sus negocios de toda competencia así como de la furia de sus propios trabajadores. Estrategia que se mantuvo constante durante casi todo el período de la Restauración y luego durante época franquista
[...]
Por tanto dado que las minas de carbón asturianas estaban abocadas a quebrar en los siguientes años el Gobierno [de Franco] decidió finalmente socializar las posibles pérdidas. Así el Estado absorbió la mayoría de las empresas mineras deficitarias (que eran prácticamente todas las importantes) mediante la entrada del INI (Instituto Nacional de Industria) en el sector hullero. De su mano en 1967 nació Hulleras del Norte Sociedad Anónima (HUNOSA) con un capital inicial de 3.380 millones de pesetas que fue apenas la primera de múltiples partidas presupuestarias dedicadas a que el Estado comprase 18 de las principales empresas mineras asturianas durante los siguientes tres años.
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Es decir, con anterioridad a la creación de HUNOSA el Estado subvencionaba y compraba a través de dinero y empresas públicas la adquisición de carbón malo y caro producido por empresas privadas. En cambio a partir de 1967 el Estado se hizo cargo de la producción de carbón y pasó sostener con dinero público la producción de un carbón malo pero al menos barato destinado a manos privadas, al empezar a venderlo a diversas empresas muy por debajo de su elevado precio real de producción.
¿Empieza a sonaros todo esto?
Deja vú.
Porque en el fondo es un proceso que, bajo diversas formas, se ha repetido innumerables veces a lo largo de la historia contemporánea de España debido a las poderosas relaciones que se dan en este país entre el espectro político y los grupos de presión formados por grandes bancos y empresas. Debido a ello cada cierto tiempo los fondos públicos acumulados a través de los impuestos de toda la población se derivan hacia la socialización de las pérdidas y/o la maximización de las ganancias de diversos grupos empresariales.
[...]
De esa forma a partir de los años 70 el papel del empresariado como succionador de recursos colectivos pasó a un segundo plano en el sector minero asturiano (al margen, claro está, de alguna antediluviana excepción; les propongo por ejemplo el ejercicio de que se informen un poco sobre un señor llamado Victorino Alonso García del que es una injusticia que nunca hayan escuchado hablar). Ese papel en cambio fue heredado por los sindicatos mineros cuya finalidad durante los últimos cuarenta años pasó a centrarse en asegurar para sus miembros destacados y los familiares próximos de estos los máximos ingresos posibles a costa de ligar a toda la región con la supervivencia de una industria contaminante y sin futuro y detraer hacia las comarcas mineras una cifra indeterminada de capital en forma de ayudas y subsidios.