Cuentos chinos

  • Autor del tema Marina
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Marina

Guest
China es la principal receptora mundial de inversiones directas
extranjeras (IDEs) y pretenden hacernos creer que sus exportaciones son
eso, exportaciones propias, cuando en buena parte de los casos (respecto
a EEUU, que así emborrona su déficit comercial, es la mitad de las
exportaciones) este movimiento no es más que el traslado de productos de
una factoría a otra de la misma multinacional con sede en Occidente,
perfectamente globalizada y deslocalizadora. Y se quejan del monstruo
que han inventado ellos mismos porque los nuevos empresarios chinos
están aprendiendo su lección. Si esos gobiernos dóciles se decidieran a
imponer el mismo grado de globalización para las chaquetas y para los
derechos laborales empezaríamos a cambiar el mundo. Es lo mismo –otro
ciclo paralelo de la Historia- que denunció Victor Hugo hace 150 años,
cuando el autor de ‘Los perversoss’ relata el saqueo del Palacio de
Verano durante las guerras del opio y tacha de bandidos a su propio
gobierno y el de los ingleses. Si la memoria de los chinos funcionara
con el resentimiento patriótico de un español arquetípico, repetirían la
escena pero al revés, bloqueando nuestros puertos, dirigiendo nuestra
fiscalidad, humillándonos con un tratado como el de Pekín de 1860. La
literatura china, cuando alude a aquellos tiempos, se refiere a los
“bárbaros” para definir a los colonos e invasores europeos.

Aunque tenga mil motivos para vengarse de Occidente, el enemigo no es
China. El rival es un modelo económico, el capitalismo, que permite
manipular y desvirtuar la palabra globalización. Pero no me hagan mucho
caso, porque cualquier otro día escribo otros delirios impopulares como
la prioridad de nacionalizar la banca o el internacionalismo socialista.
Para los franceses, el XIX fue el siglo de Victor Hugo, que para mí es
algo así como el precursor de los actuales corresponsales políticos.
Para el mundo de hoy, globalizado en un solo aspecto, el XIX sigue
siendo el siglo de Jean Valjean, el personaje del escritor galo
perseguido sin tregua por la injusticia y los horrores de una sociedad
desigual.

La crisis del textil español, un cuento chino creado por el capitalismo
europeo

Manuel de Castro García
Rebelión
Como hicieron Inglaterra y Francia hace casi dos siglos, el ‘Occidente’
de hoy vuelve a someter al mercado chino a sus intereses, y una vez más
se carga sobre los orientales la culpa de la crisis europea. En lugar de
té, ahora es el textil –además de otros productos manufacturados- el
objeto de la codicia europea. Lo asombroso de esta crisis del sector de
la moda es que los gobiernos y los medios de comunicación sólo han
reaccionado cuando se han quejado los empresarios, que son a la vez los
responsables de la deslocalización de sus empresas llevadas a China.

Años antes habían tenido que emigrar nuestros trabajadores por el mundo
pero ayer mismo fueron las empresas gallegas –y las españolas en
general- las que hicieron emigrar su producción. En los últimos años,
Galicia sangró miles de puestos de trabajo del sector textil y los
gobiernos no movieron un dedo. Demostraron que son la voz de su amo,
como lo siguen demostrando tras perder las consultas populares sobre la
Constitución Europea.

Hagamos un poco de memoria: hace quince o veinte años, Galicia estaba
poblada de economía sumergida dedicada al textil. A veces eran simples
casas del rural próximas a los cinturones industriales de Vigo y A
Coruña (el grupo Inditex nació en Arteixo, municipio vecino de la
capital herculina) que en sus sótanos o en el desván hacían convivir la
cosecha de patatas nuevas con una pequeña ojaladora o un modestísimo
taller para montar las mangas a las chaquetas de marcas que hoy son
ricas multinacionales que, curiosamente, producen en China. En
determinadas zonas de Galicia y en aquellos tiempos, rara era la familia
en la que alguien no dominaba el patronaje o el planchado en serie. Esas
infatigables casitas clandestinas no tenían horario, a la espera de una
furgoneta intempestiva con un pedido de temporada o ‘pronto moda’.

Esa miríada de talleres y de empleados -que cobraban, por supuesto, en
oscuro y sin derecho a indemnizaciones- se pudren en el olvido. Ahora,
estos gallegos no sólo han dejado de producir sino que han perdido
también la posibilidad de ser, al menos, consumidores de esas mismas
prendas porque no tienen cómo pagarlas. Y eso que son los verdaderos
creadores de algunos de los imperios de la moda de hoy.

Sin embargo, insisto, la preocupación ha llegado al Gobierno cuando se
han preocupado las firmas de moda. Algunas de esas compañías, de pequeña
facturación, pagan el pato de haberse quedado aquí mientras sus hermanos
grandes traen las prendas de Oriente. Pero todos sabemos –el que lo
niegue miente, sin más- cuál es el milagro chino: la explotación de
esclavos. Si es cierto que la esclavitud está abolida en Europa y en
Galicia, alguien debería explicar por qué andan libres y opulentos los
esclavistas europeos que viven de la explotación salvaje de millones de
chinos que cosen las mangas de nuestras chaquetas. Acaso alguien puede
imaginarse cómo tiene que malvivir un operario chino para que sea
rentable enviarle una chaqueta a trozos para que la monte, y volver a
traerla a España para venderla tras viajar miles de kilómetros. Es una
crueldad inimaginable, esté o no esté penado por la ley.
 
N

noSign

Guest
¿solucion?


"Marina" <tom@tes.org> escribió en el mensaje news:42a830dd_3@x-privat.org...
> China es la principal receptora mundial de inversiones directas
> extranjeras (IDEs) y pretenden hacernos creer que sus exportaciones son
> eso, exportaciones propias, cuando en buena parte de los casos (respecto
> a EEUU, que así emborrona su déficit comercial, es la mitad de las
> exportaciones) este movimiento no es más que el traslado de productos de
> una factoría a otra de la misma multinacional con sede en Occidente,
> perfectamente globalizada y deslocalizadora. Y se quejan del monstruo
> que han inventado ellos mismos porque los nuevos empresarios chinos
> están aprendiendo su lección. Si esos gobiernos dóciles se decidieran a
> imponer el mismo grado de globalización para las chaquetas y para los
> derechos laborales empezaríamos a cambiar el mundo. Es lo mismo –otro
> ciclo paralelo de la Historia- que denunció Victor Hugo hace 150 años,
> cuando el autor de ‘Los perversoss’ relata el saqueo del Palacio de
> Verano durante las guerras del opio y tacha de bandidos a su propio
> gobierno y el de los ingleses. Si la memoria de los chinos funcionara
> con el resentimiento patriótico de un español arquetípico, repetirían la
> escena pero al revés, bloqueando nuestros puertos, dirigiendo nuestra
> fiscalidad, humillándonos con un tratado como el de Pekín de 1860. La
> literatura china, cuando alude a aquellos tiempos, se refiere a los
> “bárbaros” para definir a los colonos e invasores europeos.
>
> Aunque tenga mil motivos para vengarse de Occidente, el enemigo no es
> China. El rival es un modelo económico, el capitalismo, que permite
> manipular y desvirtuar la palabra globalización. Pero no me hagan mucho
> caso, porque cualquier otro día escribo otros delirios impopulares como
> la prioridad de nacionalizar la banca o el internacionalismo socialista.
> Para los franceses, el XIX fue el siglo de Victor Hugo, que para mí es
> algo así como el precursor de los actuales corresponsales políticos.
> Para el mundo de hoy, globalizado en un solo aspecto, el XIX sigue
> siendo el siglo de Jean Valjean, el personaje del escritor galo
> perseguido sin tregua por la injusticia y los horrores de una sociedad
> desigual.
>
> La crisis del textil español, un cuento chino creado por el capitalismo
> europeo
>
> Manuel de Castro García
> Rebelión
> Como hicieron Inglaterra y Francia hace casi dos siglos, el ‘Occidente’
> de hoy vuelve a someter al mercado chino a sus intereses, y una vez más
> se carga sobre los orientales la culpa de la crisis europea. En lugar de
> té, ahora es el textil –además de otros productos manufacturados- el
> objeto de la codicia europea. Lo asombroso de esta crisis del sector de
> la moda es que los gobiernos y los medios de comunicación sólo han
> reaccionado cuando se han quejado los empresarios, que son a la vez los
> responsables de la deslocalización de sus empresas llevadas a China.
>
> Años antes habían tenido que emigrar nuestros trabajadores por el mundo
> pero ayer mismo fueron las empresas gallegas –y las españolas en
> general- las que hicieron emigrar su producción. En los últimos años,
> Galicia sangró miles de puestos de trabajo del sector textil y los
> gobiernos no movieron un dedo. Demostraron que son la voz de su amo,
> como lo siguen demostrando tras perder las consultas populares sobre la
> Constitución Europea.
>
> Hagamos un poco de memoria: hace quince o veinte años, Galicia estaba
> poblada de economía sumergida dedicada al textil. A veces eran simples
> casas del rural próximas a los cinturones industriales de Vigo y A
> Coruña (el grupo Inditex nació en Arteixo, municipio vecino de la
> capital herculina) que en sus sótanos o en el desván hacían convivir la
> cosecha de patatas nuevas con una pequeña ojaladora o un modestísimo
> taller para montar las mangas a las chaquetas de marcas que hoy son
> ricas multinacionales que, curiosamente, producen en China. En
> determinadas zonas de Galicia y en aquellos tiempos, rara era la familia
> en la que alguien no dominaba el patronaje o el planchado en serie. Esas
> infatigables casitas clandestinas no tenían horario, a la espera de una
> furgoneta intempestiva con un pedido de temporada o ‘pronto moda’.
>
> Esa miríada de talleres y de empleados -que cobraban, por supuesto, en
> oscuro y sin derecho a indemnizaciones- se pudren en el olvido. Ahora,
> estos gallegos no sólo han dejado de producir sino que han perdido
> también la posibilidad de ser, al menos, consumidores de esas mismas
> prendas porque no tienen cómo pagarlas. Y eso que son los verdaderos
> creadores de algunos de los imperios de la moda de hoy.
>
> Sin embargo, insisto, la preocupación ha llegado al Gobierno cuando se
> han preocupado las firmas de moda. Algunas de esas compañías, de pequeña
> facturación, pagan el pato de haberse quedado aquí mientras sus hermanos
> grandes traen las prendas de Oriente. Pero todos sabemos –el que lo
> niegue miente, sin más- cuál es el milagro chino: la explotación de
> esclavos. Si es cierto que la esclavitud está abolida en Europa y en
> Galicia, alguien debería explicar por qué andan libres y opulentos los
> esclavistas europeos que viven de la explotación salvaje de millones de
> chinos que cosen las mangas de nuestras chaquetas. Acaso alguien puede
> imaginarse cómo tiene que malvivir un operario chino para que sea
> rentable enviarle una chaqueta a trozos para que la monte, y volver a
> traerla a España para venderla tras viajar miles de kilómetros. Es una
> crueldad inimaginable, esté o no esté penado por la ley.
 
M

Marina

Guest
noSign wrote:
> ¿solucion?
>


¿No se quién al paredón?
 
N

noSign

Guest
¿harías una cadena en serie como Ford para ello y los colocarais en filas?


"Marina" <tom@tes.org> escribió en el mensaje news:42a8a248_1@x-privat.org...
> noSign wrote:
> > ¿solucion?
> >

>
> ¿No se quién al paredón?