MonteKarmelo
Madmaxista
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Miedo me da...
http://www.neg-ocio.com/sitefiles/pdf/260308.pdf
Aunque parezca toda una extravagancia, esta es la propuesta que más circula en la prensa económica internacional de estos días, y se da por hecho que es una medida que se baraja por los principales gobiernos y bancos centrales del mundo. Si bien es considerada con casi total unanimidad como una medida extrema y desesperada.
La idea, sin duda, tiene su interés. En el sistema financiero internacional no está fluyendo la liquidez porque hay una gran desconfianza sobre todas las entidades financieras e instrumentos que tengan algo que ver con el mercado hipotecario. Esto es especialmente verdad en EE UU y Reino Unido, y hasta cierto punto en Alemania, Francia y algún mercado asiático.
En países como España los problemas son algo diferentes, ya que la concentración de riesgos ha sido diferente, pero las estrecheces que produce la falta de liquidez son similares. Hasta ahora se ha atacado, y con mucha vehemencia, los síntomas: si falta liquidez, aumentémosla, especialmente en los lugares más sensibles, como el sistema bancario. Esto se podría explicar de la siguiente manera. Supongamos que el sistema financiero son dos depósitos de agua unidos por una tubería. Para que funcione correctamente el agua debe fluir de uno a otro. Pero no lo hace, porque la desconfianza está obturando el tubo.
Hasta ahora los bancos centrales han estado echando agua en los dos depósitos, para que no falte en el segundo y para forzar una mayor salida de agua (con más presión) en el primero. Llevamos así desde agosto, y lejos de ir las cosas a mejor, parece que siguen yendo a peor. Así que se proponen medidas alternativas, medidas que atajen el problema de la confianza desde la raíz, en nuestro ejemplo, medidas que desatasquen el tubo. Así se propone la compra por parte del sector público (bien los tesoros directamente, o bien por los bancos centrales que luego revenderían a los tesoros) de toda o una parte sustancial de la deuda hipotecaria.
Los defensores de la medida opinan que ello liquidaría de un plumazo la crisis de confianza, el tubo quedaría desatascado.
Esta propuesta no está exenta de riesgos y críticas. La primera de ellas es que a menos que se drene liquidez masivamente por otro lado, el sistema quedaría inundado.
Si el sector público compra la deuda, sería equivalente a una operación en la que el Estado emite deuda para comprar la deuda hipotecaria, y luego el banco central compra esa deuda y emite dinero. Para evitar el exceso de inflación habría que drenar liquidez por otro lado. Ello significa que restringimos el crédito a los demás ámbitos de la economía, especialmente la inversión de las empresas, para dotar de seguridad y liquidez al sector hipotecario.
Además si el Estado asume el riesgo hipotecario, socializa ese riesgo, es decir, los impagos hipotecarios los pagaríamos entre todos. Lo cual es muy injusto especialmente para aquellos que han sido prudentes y no han pedido prestado por encima de sus posibilidades. Sería otro caso en el que la cigarra con ayuda del sector público le toma el pelo a la hormiga.
Por último, los gobiernos se convertirían el los mayores tenedores de deuda hipotecaria, y es difícil no sucumbir a la tentación de hacer una mal uso político de esa cartera. Al final todos acabaríamos pagando con nuestros impuestos la deuda de algunos.
http://www.neg-ocio.com/sitefiles/pdf/260308.pdf
Aunque parezca toda una extravagancia, esta es la propuesta que más circula en la prensa económica internacional de estos días, y se da por hecho que es una medida que se baraja por los principales gobiernos y bancos centrales del mundo. Si bien es considerada con casi total unanimidad como una medida extrema y desesperada.
La idea, sin duda, tiene su interés. En el sistema financiero internacional no está fluyendo la liquidez porque hay una gran desconfianza sobre todas las entidades financieras e instrumentos que tengan algo que ver con el mercado hipotecario. Esto es especialmente verdad en EE UU y Reino Unido, y hasta cierto punto en Alemania, Francia y algún mercado asiático.
En países como España los problemas son algo diferentes, ya que la concentración de riesgos ha sido diferente, pero las estrecheces que produce la falta de liquidez son similares. Hasta ahora se ha atacado, y con mucha vehemencia, los síntomas: si falta liquidez, aumentémosla, especialmente en los lugares más sensibles, como el sistema bancario. Esto se podría explicar de la siguiente manera. Supongamos que el sistema financiero son dos depósitos de agua unidos por una tubería. Para que funcione correctamente el agua debe fluir de uno a otro. Pero no lo hace, porque la desconfianza está obturando el tubo.
Hasta ahora los bancos centrales han estado echando agua en los dos depósitos, para que no falte en el segundo y para forzar una mayor salida de agua (con más presión) en el primero. Llevamos así desde agosto, y lejos de ir las cosas a mejor, parece que siguen yendo a peor. Así que se proponen medidas alternativas, medidas que atajen el problema de la confianza desde la raíz, en nuestro ejemplo, medidas que desatasquen el tubo. Así se propone la compra por parte del sector público (bien los tesoros directamente, o bien por los bancos centrales que luego revenderían a los tesoros) de toda o una parte sustancial de la deuda hipotecaria.
Los defensores de la medida opinan que ello liquidaría de un plumazo la crisis de confianza, el tubo quedaría desatascado.
Esta propuesta no está exenta de riesgos y críticas. La primera de ellas es que a menos que se drene liquidez masivamente por otro lado, el sistema quedaría inundado.
Si el sector público compra la deuda, sería equivalente a una operación en la que el Estado emite deuda para comprar la deuda hipotecaria, y luego el banco central compra esa deuda y emite dinero. Para evitar el exceso de inflación habría que drenar liquidez por otro lado. Ello significa que restringimos el crédito a los demás ámbitos de la economía, especialmente la inversión de las empresas, para dotar de seguridad y liquidez al sector hipotecario.
Además si el Estado asume el riesgo hipotecario, socializa ese riesgo, es decir, los impagos hipotecarios los pagaríamos entre todos. Lo cual es muy injusto especialmente para aquellos que han sido prudentes y no han pedido prestado por encima de sus posibilidades. Sería otro caso en el que la cigarra con ayuda del sector público le toma el pelo a la hormiga.
Por último, los gobiernos se convertirían el los mayores tenedores de deuda hipotecaria, y es difícil no sucumbir a la tentación de hacer una mal uso político de esa cartera. Al final todos acabaríamos pagando con nuestros impuestos la deuda de algunos.