Vuelve Pepito Relámpago

eduenca

Madmaxista
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20 noviembre 2007
Pepito y el supercomando
Hacía tiempo que no sabía nada de mi amigo Pepito Relámpago. Creo que estaba con pocas ganas de hablar y no me respondía los e-mails. Pero esta mañana, hablando con una muy antigua conocida, he recibido noticias frescas.

Parece que Pepito la nochevieja de 2007 la pasó con sus padres comiendo ensaladilla rusa y sardinas de lata. Un platito de gambas compartieron después de la sidra (a una cada uno tocaban). Sus ex amigos andaban en una casa alquilada en Santander. Las uvas las tragó casi enteras y después se fue a la cama pensando que 2008 no podía nunca ser peor que 2007.

Los 600 euros al mes que le cobraba el banco se pagaban con los 600 que ganaba en la carpintería al otro lado de Madrid. El desplazamiento en metro, la ropa y el cine de los miércoles los pagaba con lo que sacaba los sábados por la noche en un local de bodas llamado "El Venao". A la comida invitaban los padres.

Entrando enero, normalizada ya la rutina tras las Navidades, tuvo una noche casi mágica: uno de sus ex amigos lo invitó a salir un viernes por Malasaña. Pepito no era amigo de aquellos antros, pero tenía muchas ganas de hacerse unas cervecitas. Le quedaban aún 20 euros en el sobre marrón y sólo faltaban seis días para acabar el mes. Aceptó y caminó durante una hora hasta allí.

Estuvieron hablando, riéndose, recordando viejos tiempos. Su amigo recordaba incluso la chaqueta y los zapatos de Pepito. Lo invitó a unos cuantos chupitos y le presentó a gente. Un par de tíos simpáticos incluso se les acercaron. Una joven alta y muy guapa que les daba conversación. Otro que era muy aficionado a las fotos.

Volvió para casa por las aceras bajo cero con una llama de felicidad bajo la chaqueta. Los malos tiempos empezaban a pasar. 2008 iba a traer buenos momentos. No necesitaba mucho dinero para ser feliz, un trabajito modesto y algún euro para cervecitas. Y tenía la corazonada de que los tipos iban a bajar en 2008 y su letra quedaría en nada.

El martes siguiente encontró un e-mail que no era spam: "qué tal, Pepito? Te lo pasaste mazo con nuestro supercomando, no? Aquí tienes las fotos que te echamos, estabas genial, tío. ¿Por qué no te pasas por mi blog y te apuntas y así vamos haciendo Red? Somos un montón de colegas ya, pero nos gustaría contar contigo".

Pepito no daba crédito. Miró las fotos: allí estaba él con los demás. Su nuevo amigo le daba un enlace: www.elblogdehugo.com. Era una web genial, supercurrada, con un subtítulo: "aquí continúa la noche". Y eso quería Pepito: prolongar aquella noche y volver a ser el de antes.

Le pasó sus datos a Hugo, estuvieron enviándose algún e-mail. Le contó sus problemas con los bancos y Hugo respondió rápidamente: "es tu vida, tío, pero estás así porque quieres. Yo me levanto cuatro y cinco mil boniatos al mes en Tecnocasa, no sé si la conoces, no paramos de crecer. Y estamos buscando gente. Gente buena como tú, Pepito, que le guste relacionarse y que sepa servir al cliente. Si quieres te paso un teléfono".

Pepito no pudo evitar echar algunas cuentas: no yéndole las cosas muy mal, con 3.000 euros al mes podría alquilar un piso, vivir independiente y ahorrar para ir amortizando, y en pocos años dejar atrás su deuda. Aquello era demasiado bonito para ser verdad, pero ya se merecía un golpe de suerte.

Le pidió a Hugo el teléfono y llamó al día siguiente. Concertó una entrevista en una oficina muy cerca de allí. Lo recibió un tío bastante joven, con un traje oscuro como hecho a medida. No vio aquella soberbia de otras entrevistas, enseguida conectaron los dos.

Salió de allí como flotando sobre la acera, dando pasos largos. Desde que lo ascendieron a capataz en la antigua carpintería que no se sentía así. 20% de la comisión de Tecnocasa. Más de dos mil euros por piso.

En un par de días ya había dejado la carpintería y se había comprado un traje gris bastante grueso (el invierno estaba siendo duro). Era cierto que le quedaba algo ancha la chaqueta y algo cortas las mangas, pero por 60 euros no se podían pedir florituras.

Sus compañeros de trabajo eran verdaderamente geniales, encajó enseguida con ellos. También les gustaba el fútbol, el cine y las cervecitas los viernes. Lo habían recibido con los brazos abiertos, y no como en la carpintería, que al principio parecían ignorarlo.

En unos cuantos días se acostumbró a aquello que colgaba de su cuello y se movía tan raro. También consiguió quitarse la manía de meter las manos en los bolsillos laterales.

Era un trabajito bastante cómodo: por la mañana buscaba pisos que estuviesen en venta, llamaba para ofrecer sus servicios, hacía fichas de posibles clientes. Por la tarde concertaba citas y enseñaba los pisos, asesoraba sobre la financiación (¡qué recuerdos!) y cuando no quedaba nada que hacer se podía marchar a casa. Había tantos pisos en venta y de tanta variedad que le parecía imposible no vender cuatro o cinco al mes mínimo. Además, la mayoría estaban bajando el precio o aceptaban ofertas a la baja.

Pero pasó el primer mes y no había vendido ninguno. Unas veces fallaba la financiación (a los bancos no había quien los entendiese: ahora que había tantos pisos por vender era cuando menos dinero daban), otras veces los dueños rechazaban las ofertas a la baja por sólo 2.000 euros, y a veces los futuros compradores desaparecían de repente.

Sus padres le ayudaron con la letra y Pepito les prometió devolverles el dinero al mes siguiente, en cuanto hubiese roto el hielo y tuviese los bolsillos llenos de comisiones.

Comenzó marzo y en lugar de compradores solamente aparecía, como en una película de terror, aquella cara por todas partes: aquella frente abombada, aquellos ojos de buey, aquella sonrisa de mueca: "con Z de verdaz, de honestidaz, de prosperidaz".

No tenía tiempo ni para ver la tele. El domingo 9 de marzo había concertado varias citas y estuvo enseñando "obra nueva" (ya iba cogiendo vocabulario) a varias parejitas jóvenes en los PAUs del norte: Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo. ¡Qué falta hacía allí el metro! La Peugeot Partner de sus padres ya no daba más de sí.

Por la noche llegó a su casa con los pies en carne viva. Los zapatos nuevos que antes sólo utilizaba en las bodas parecía que tenían alguna costurita fuera de sitio. Qué ganas tenía de comprarse unos Martinelli como los de su compañero Enrique ("no le hables si no quieres que te pique", jaja, qué geniales eran...). Se sentó a cenar con sus padres y luego vio la tele. Se asomaba el mismo tío por la ventanita: "PROS-peridazz; HO-nestidazz; SO-lemnidazz". Iba a construir pisos y pisos, daría dinero para pagar el alquiler, la fianza, becas, ayudas, asesoramiento, todo por los jóvenes. Esa noche Pepito cayó en la cama y se durmió como un tronco.

Acabó marzo y seguía sin vender nada. Su amigo Enrique desapareció de repente. "No sabemos dónde se ha ido, creo que tenía problemas personales", dijo el gerente. "No le hables si no quieres que te pique", dijo Ramírez, el otro compañero.

Pero a los dos días se fue también Ramírez y no había rima que ponerle. "Ahora sus carteras pasan a ti, Pepito, cómo te vas a forrar", dijo el gerente. Y le prometió contratar a dos más en un par de días.

Los padres de Pepito pagaron la siguiente letra pero se habían vuelto a quedar sin dinero. La aventura inmobiliaria no estaba siendo tan fácil como parecía. El amigo Hugo ya no respondía tampoco los e-mails ni se había pasado para echarle más fotos. Llamó a la carpintería y preguntó si lo readmitirían. Le dijeron que lo que necesitaban era despedir gente.

Siguió con sus llamadas, sus visitas y sus citas. Se pasaba ahora por calles poco transitadas y dejaba su tarjetita en los limpias de los coches. Entraba a veces por un portal cualquiera y llamaba puerta por puerta para ir dejando la revista de la empresa. Aquello no era lo que le habían vendido en la entrevista de trabajo, pero había que estar a todas. Muy pronto pasaría la crisis, bajarían los intereses y toda esa "demanda retenida" de la que hablaba su jefe correría a buscar los pisitos, pasando por su oficina primero.

Pero una mañana sonó el teléfono y oyó una voz de ultratumba, un espectro del pasado que reaparecía para pedir lo adeudado: era el mismo de la otra vez, ahora incluso más cabreado. El crédito seguía siendo una hipoteca avalada por el piso de sus padres. Si antes de final de mes no se pagaba la letra de abril, el banco tendría que iniciar los trámites para un segundo embargo.

Pepito llegó a comer a casa con un nudo en la garganta. Saludó como pudo a su madre y estuvo viendo un poco la tele: "estamos asistiendo a una sana normalización del sector de la construcción, y eso lo nota el empleo". 60.000 parados nuevos en abril. Casi dos millones y medio en total. "Invertimos más que nadie en I+D. La economía productiva está saliendo de la crisis" (¿había habido alguna crisis?). Llegó su madre con las habichuelas, cambió de canal y salió la Pantoja. Aquello era mejor para hacer la digestión.

Apretó más fuerte en su trabajo. No quería decirles a sus padres que en tres meses les podían quitar el piso. Comenzó a hacerse un bocadillo a mediodía y a comérselo en la oficina en diez minutos. El resto del tiempo llamaba y llamaba. Tenía ya el dedo índice como un neumático gastado. A veces descolgaban y no recordaba a quién había llamado. Otras veces llamaba a timbres y algún dueño socarrón le mostraba la misma revista que él pretendía regalar. Había rastrillado ya toda su zona. Y lo peor era que no podía marcharse simplemente a otra zona porque allí habría otros pepitos con el mismo traje barato, pateando las calles y olfateando hasta las cagadas de las aceras.

Abril se acababa y él necesitaba vender un piso. Con un solo piso pagaba tres letras de su crédito. Tenía, además, una joyita muy rebajada y un par de tortolitos muy interesados. Había estado varias veces muy cerca y sólo necesitaba ese último golpe.

Pero el golpe fue de frente contra un bordillo. Con tanto mirar para arriba buscando cartelitos de Se Vende, había estado caminando por el carril bici y le dieron por detrás. Se tocó varias veces y vio que no tenía sangre, pero sí un chichón como una pelota de golf.

Pensó en irse a casa pero le sonó el móvil: "somos Juan y Marta, nos vendría muy bien ir a ver otra vez el piso esta misma tarde". Pepito ni se lo pensó: "por supuesto, esta misma cuenta tengo un hueco. Perdón, esta misma tarde...". Una segunda visita tan pronto podría resultar definitiva. Y aquellos dos sí que eran solventes, sobre todo sus padres.

Estuvo esperando en la oficina con el estómago encogido. Era 27 de abril y con aquella venta podría pagar las dos letras y comenzar de una vez a ganar dinero. Todo era empezar. El mundo comercial a la larga siempre compensaba. O eso decía el gerente (al que por cierto no veía mucho últimamente).

Media hora antes comenzó a caminar hacia allí y comenzó a llover con fuerza. Luego comenzó a jarrear. Por las calles bajaban ríos llenos de basura. Intentó saltar un par de charcos demasiado grandes y acabó con los zapatos calados. Las hombreras del traje eran también dos manchas oscuras.

La parejita, por supuesto, se retrasó. Media hora después dejó de llover y llamaron confirmando la cita. Pepito les volvió a enseñar cada detalle de aquel ático dúplex: la grifería monomando, la escalerilla de madera de cerezo, la puerta blindada. Hablaron luego de cifras, una gran rebaja, una buena oportunidad. No hablaron de financiación: el piso sería un regalo de sus padres. Aquello sonaba a música celestial. Se despidió de ellos haciéndoles reverencias y luego caminó hasta su casa a curarse el chichón.

Intentó luego seguir trabajando como si nada, pero no se despegaba del teléfono ni para dormir. Dejaba tarjetitas, entregaba revistas, llamaba por aquí y por allá, pero solamente aquella llamadita podía salvar el piso de sus padres. Sabía muy bien cómo era un embargo: parece una posibilidad muy lejana, pero luego te atropella como un autobús. Y el del banco le había asegurado que esta vez agilizarían aún más el proceso, no creían ya en las refinanciaciones.

Su madre en casa hablaba de la vecina, de sus tíos del pueblo y de cuando Pepito encontrara una novia.

El viernes por la noche, después de cenar, el chico le llamó: "hemos comprado otra cosa".
 

Paisaje

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Ufff, me ha logrado transmitir toda la angustia de aquel pobre diablo. Este relato me ha sobrecogido tanto o más que algunas de las cuasi madmaxistas noticias que van apareciendo.

2008, miedito me das...
 

Esporculator

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No es tan bueno como el primero de la serie.... pero para haber sido rendondo en este párrafo:

Siguió con sus llamadas, sus visitas y sus citas. Se pasaba ahora por calles poco transitadas y dejaba su tarjetita en los limpias de los coches. Entraba a veces por un portal cualquiera y llamaba puerta por puerta para ir dejando la revista de la empresa. Aquello no era lo que le habían vendido en la entrevista de trabajo, pero había que estar a todas. Muy pronto pasaría la crisis, bajarían los intereses y toda esa "demanda retenida" de la que hablaba su jefe correría a buscar los pisitos, pasando por su oficina primero.
..debería poner la ya mítica "demanda embalsada"
 

Don Enrique

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Un texto muy previsible en cuanto a cómo acaba... :o

Por cierto, ¿dónde está el paro desmesurado para finales de 2007 del que tanto hablaba en la primera parte?.
 

diluo

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En la primera parte en la campaña electoral de 2008 aún tiene a la venta su piso, asi que esta segunda parte no encaja en el tiempo :(

Aún así es muy interesante: Se prevé que el banco se quede con el piso de sus padres, lo venda por poco y aún deba dinero, mientras viven en una chabola, y no encuentran trabajo. El remate final lo daría que le atropellara un coche justo cuando iba a una entrevista de trabajo, se quedara minusválido, sus padres murieran de frio y él por fin moriría de inanición.
 

>> 47 <<

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..debería poner la ya mítica "demanda embalsada"
La demanda retenida suena a estreñimiento. A mi me gusta, por que como las hemorroides es algo que se sufre en silencio, ...y los últimos en enterarse son los avalistas.
 

Raul_

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Pobre pepito. Al menos el esta soltero, muchas parejas en espania perderan su piso teniendo hijos... esos que van a hacer? Veo mucho dolor y me da pena por algunos, yo estoy bien a salvo
 

Arte y Cultura

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Pues bajo mi punto de vista ha estropeado el relato original, ya que en este hace mogollón de modificaciones, y a corto plazo no acierta ninguna.... como que en abril 2 millones y medio de parados..... No lo creo.... pero bueno. Además reajusta lo que gana el Pepito en la carpintería, en la primera me parece que ganaba más de 1000€ que se lo llevaba casi la letra......

Como se suele decir "las segundas partes nunca fueron buenas".
 

Kaprak63

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Pues bajo mi punto de vista ha estropeado el relato original, ya que en este hace mogollón de modificaciones, y a corto plazo no acierta ninguna.... como que en abril 2 millones y medio de parados..... No lo creo.... pero bueno. Además reajusta lo que gana el Pepito en la carpintería, en la primera me parece que ganaba más de 1000€ que se lo llevaba casi la letra......

Como se suele decir "las segundas partes nunca fueron buenas".
Desde mi punto de vista, ......si me admite la sugerencia.

Un saludo.
 

Kaprak63

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Apuntada la sugerencia, pero mi pregunta es, ¿según lo he expresado hay algún error sintáctico o semántico?

Thanks!!!!
No, es un error conceptual y no demasiado compatible con su nick ;) Ya sabe, el libro de estilo y esas cosillas.
 

MateAmargo

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En las heladas aguas del cálculo egoista.
Un texto muy previsible en cuanto a cómo acaba... :o

Por cierto, ¿dónde está el paro desmesurado para finales de 2007 del que tanto hablaba en la primera parte?.
Que tiempos aquellos, por dios!!

La primera parte:
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/96365-pepito-relampago.html


En la primera parte en la campaña electoral de 2008 aún tiene a la venta su piso, asi que esta segunda parte no encaja en el tiempo :(

Aún así es muy interesante: Se prevé que el banco se quede con el piso de sus padres, lo venda por poco y aún deba dinero, mientras viven en una chabola, y no encuentran trabajo. El remate final lo daría que le atropellara un coche justo cuando iba a una entrevista de trabajo, se quedara minusválido, sus padres murieran de frio y él por fin moriría de inanición.
Cualquie coincidencia con la realidad, es pura casualidad.
 
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