EL TRABAJADOR ESPAÑOL EN SALDO: APROVECHE LAS REBAJAS DEL PP
Hasta hace poco tiempo el inmigrante en España era el símbolo de que el país “iba bien”; para algunos era motivo de “superioridad”, sobre aquellos que llamaban “latinoamericanos”. Incluso el PP de la época hasta llevaba en su programa electoral una especie de “contrato para el inmigrante”, que éste debería firmar, dónde se le indicaba que debía “asimilarse” a las costumbres españolas. Cobrando una miseria, sin contrato, sin seguridad social y encima discriminado por los españoles que sin saberlo, iban a estar en una situación mucho peor con la llegada de Mariano Rajoy y sus huestes carcas a la Moncloa gracias a las elecciones del 20 de noviembre de 2011.
Hoy en día es el trabajador español el inmigrante en su propia tierra: Sin derechos laborales, sujeto a un patrono feudal y despiadado y aterrorizado de quedar en el paro o que le quiten el subsidio que antaño le descontaron de su sueldo. El que tiene curro, está temblando por un despido sin explicaciones, un aumento del horario de trabajo, que de buenas a primeras le rebajen el sueldo, que lo cambien de domicilio a la Cuarta Porra, y tenga que sobrevivir en otra región sin ni siquiera un plus para combustible. Tampoco puede enfermarse, porque lo de la baja laboral cayó en desuso.
Según la Contra-Reforma de Rajoy; un trabajador español tiene menos derechos que un esclavo en la antigua Roma, al que por lo menos le daban comida y techo. Es un siervo al mandato de su señor feudal: un empresario de pocas luces (en su gran mayoría), que piensa sólo en las pelas que le traerá la rebaja de salarios, el horario flexible, el despido sin causa legal. Les encanta a los de la patronal esta maravillosa “Ley del embudo” que tanto conviene a sus bolsillos y a su ego de paletos. Humillan al que por fuerza y necesidad tiene que trabajar por cuenta ajena. Ahora son ellos los del ego inflado y frases antológicas: “Cuide renos en Laponia”, “Trabaje como un chino”; y encima el coro mediático derechón alabando las virtudes de esta “Reforma” para mano esclava, tal como si una ingesta de cianuro fuese la panacea para los trabajadores.
Para liquidar a los sindicatos, el PP y sus amiguetes de la CEOE han iniciado una fuerte campaña de demonización de estas organizaciones; porque el “divide y vencerás”, nunca ha estado tan vigente. Por otro lado, si hay contestación social en las calles, culpan al PSOE, como vertebrador de las marchas y de la protesta. Tratan por todos los medios de dopar a los trabajadores con la droja de la resignación y el fatalismo.
El “défict”, la “competetividad” en Europa, la “obligación de cumplir” con lo que ordene Merkel (disfrazada de Bruselas) se han convertido en el rezo diario de los talibanes de la derecha.
Quieren que el paso de un mediano bienestar social y la aspiración a un sueldo decente, a la esclavitud laboral, la eliminación de la Seguridad Social y la destrucción de la educación pública; sean aceptados y acatados por un pueblo mentalmente ofuscado por la crisis y la falta de oportunidades.
Hay que recordar que los españoles no hemos luchado sindicalmente como en otros países: de la noche tenebrosa de la dictadura pasamos a este período nebuloso llamado “Transición”, en las que sí ha habido huelgas generales, pero no una verdadera lucha en las calles por nuestros derechos.
Ahora, cuando la derecha más reaccionaria, se propone destruir todo lo que tenga que ver con nuestros derechos sociales, ha llegado el momento de protestar unidos (sean cuales sean nuestros credos ideológicos) contra un régimen de explotación brutal titulado efemísticamente: "Reforma Laboral".
Una mayoría absoluta nunca debe ser tomada como patente de corso, para desmejorar aún más la situación del trabajador y mucho menos del parado.
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Hasta hace poco tiempo el inmigrante en España era el símbolo de que el país “iba bien”; para algunos era motivo de “superioridad”, sobre aquellos que llamaban “latinoamericanos”. Incluso el PP de la época hasta llevaba en su programa electoral una especie de “contrato para el inmigrante”, que éste debería firmar, dónde se le indicaba que debía “asimilarse” a las costumbres españolas. Cobrando una miseria, sin contrato, sin seguridad social y encima discriminado por los españoles que sin saberlo, iban a estar en una situación mucho peor con la llegada de Mariano Rajoy y sus huestes carcas a la Moncloa gracias a las elecciones del 20 de noviembre de 2011.
Hoy en día es el trabajador español el inmigrante en su propia tierra: Sin derechos laborales, sujeto a un patrono feudal y despiadado y aterrorizado de quedar en el paro o que le quiten el subsidio que antaño le descontaron de su sueldo. El que tiene curro, está temblando por un despido sin explicaciones, un aumento del horario de trabajo, que de buenas a primeras le rebajen el sueldo, que lo cambien de domicilio a la Cuarta Porra, y tenga que sobrevivir en otra región sin ni siquiera un plus para combustible. Tampoco puede enfermarse, porque lo de la baja laboral cayó en desuso.
Según la Contra-Reforma de Rajoy; un trabajador español tiene menos derechos que un esclavo en la antigua Roma, al que por lo menos le daban comida y techo. Es un siervo al mandato de su señor feudal: un empresario de pocas luces (en su gran mayoría), que piensa sólo en las pelas que le traerá la rebaja de salarios, el horario flexible, el despido sin causa legal. Les encanta a los de la patronal esta maravillosa “Ley del embudo” que tanto conviene a sus bolsillos y a su ego de paletos. Humillan al que por fuerza y necesidad tiene que trabajar por cuenta ajena. Ahora son ellos los del ego inflado y frases antológicas: “Cuide renos en Laponia”, “Trabaje como un chino”; y encima el coro mediático derechón alabando las virtudes de esta “Reforma” para mano esclava, tal como si una ingesta de cianuro fuese la panacea para los trabajadores.
Para liquidar a los sindicatos, el PP y sus amiguetes de la CEOE han iniciado una fuerte campaña de demonización de estas organizaciones; porque el “divide y vencerás”, nunca ha estado tan vigente. Por otro lado, si hay contestación social en las calles, culpan al PSOE, como vertebrador de las marchas y de la protesta. Tratan por todos los medios de dopar a los trabajadores con la droja de la resignación y el fatalismo.
El “défict”, la “competetividad” en Europa, la “obligación de cumplir” con lo que ordene Merkel (disfrazada de Bruselas) se han convertido en el rezo diario de los talibanes de la derecha.
Quieren que el paso de un mediano bienestar social y la aspiración a un sueldo decente, a la esclavitud laboral, la eliminación de la Seguridad Social y la destrucción de la educación pública; sean aceptados y acatados por un pueblo mentalmente ofuscado por la crisis y la falta de oportunidades.
Hay que recordar que los españoles no hemos luchado sindicalmente como en otros países: de la noche tenebrosa de la dictadura pasamos a este período nebuloso llamado “Transición”, en las que sí ha habido huelgas generales, pero no una verdadera lucha en las calles por nuestros derechos.
Ahora, cuando la derecha más reaccionaria, se propone destruir todo lo que tenga que ver con nuestros derechos sociales, ha llegado el momento de protestar unidos (sean cuales sean nuestros credos ideológicos) contra un régimen de explotación brutal titulado efemísticamente: "Reforma Laboral".
Una mayoría absoluta nunca debe ser tomada como patente de corso, para desmejorar aún más la situación del trabajador y mucho menos del parado.
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