truji
Madmaxista
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He leido esto de un columnista que no esta mal, a pesar de que escribe en el diario vasco
Dice cosas que ya sabíamos, pero es otra muestra de la "oficialización" d la burbu. Me ha gustado lo de la "murienda"
GIPUTXIRENE
El tambor de ladrillo
JUAN AGUIRRE/
Aquí siempre nos trajimos mucha guasa a cuenta de los «ñoñostiarras», con que si son unos pijos y unos saltacharquillos y unos blandiblús. Pero ahora sabemos que hace 25.000 años hubo una raza de sufridos donostiarras afincados en Ametzagaña -a dos paradas de bus de Garbera- que sobrevivieron con el sudor de su frente y con los callos de sus manos, sin gastar un duro en las secciones de alimentación, menaje y jardinería del cercano centro comercial ya que, ¿pobres!, éste aún no funcionaba.
Sí, señores lectores, bajo el suelo de Ametzagaña se han hallado pruebas irrefutables de que en Donostia se dieron formas complejas de vida mucho antes de que su firmamento se llenara de estrellas Michelin y sus calles de bidegorris, durante una época glacial en que las familias se calentaban en torno al fuego (¿vendrá de aquí nuestro gusto por los fuegos artificiales con helado?), y cuando el descenso a Segunda no entraba en cabeza humana.
La subsistencia diaria no resultaría fácil a nuestros antecesores de la Era Paleolítica, aunque tampoco nos sale gratis a los de la Era Pirolítica (así llamada porque vamos camino de convertir la Tierra en un horno de última generación). Todo está carísimo, y lo de la vivienda roza el patetismo: «Me he comprado una murienda», le oí decir a uno que se ha hipotecado hasta el fin de su vida laboral.
En la capital guipuzcoana se alza la buhardilla más cara del país y las calles aledañas a La Concha obtienen medalla de bronce en los Campeonatos de España de Desorbitaciones Inmobiliarias. Echando las cuentas de la vieja, un ladrillo en el centro de San Sebastián viene a valer lo que un lingote de oro.
Los expertos de Aranzadi han clasificado los hallazgos de Ametzagaña dentro del estilo cultural gravetiense. En un futuro, los arqueólogos hablarán del actual como del período prohibitiviense o porlasnubesiense, caracterizado porque los precios son prohibitivos y están por las nubes. En la vivienda, pero no sólo en ella. Conozco forasteros que al venir acá se dicen «Marisa, ponle el airbag a la tarjeta de crédito que estamos llegando a 'Don-palos'», y a graciosillos que canturrrean el Tatiago de Sarriegui con esta letra: «Carero, carero, aquí me quedo a cero... Carero, carero, todo vale un pastón».
Y ya que cito la Tamborrada donostiarra, deseo proponer que a partir del próximo año el máximo galardón que concede el Ayuntamiento en la fiesta patronal sea un tambor pero no de oro, que eso está pasado de moda, sino de ladrillo. El Tambor de Ladrillo de San Sebastián sería nuestro perfecto emblema, amén de un premio realmente contante y sonante.
textizida@euskalnet.net
http://www.diariovasco.com/prensa/20070418/aldia/tambor-ladrillo_20070418.html
Dice cosas que ya sabíamos, pero es otra muestra de la "oficialización" d la burbu. Me ha gustado lo de la "murienda"
GIPUTXIRENE
El tambor de ladrillo
JUAN AGUIRRE/
Aquí siempre nos trajimos mucha guasa a cuenta de los «ñoñostiarras», con que si son unos pijos y unos saltacharquillos y unos blandiblús. Pero ahora sabemos que hace 25.000 años hubo una raza de sufridos donostiarras afincados en Ametzagaña -a dos paradas de bus de Garbera- que sobrevivieron con el sudor de su frente y con los callos de sus manos, sin gastar un duro en las secciones de alimentación, menaje y jardinería del cercano centro comercial ya que, ¿pobres!, éste aún no funcionaba.
Sí, señores lectores, bajo el suelo de Ametzagaña se han hallado pruebas irrefutables de que en Donostia se dieron formas complejas de vida mucho antes de que su firmamento se llenara de estrellas Michelin y sus calles de bidegorris, durante una época glacial en que las familias se calentaban en torno al fuego (¿vendrá de aquí nuestro gusto por los fuegos artificiales con helado?), y cuando el descenso a Segunda no entraba en cabeza humana.
La subsistencia diaria no resultaría fácil a nuestros antecesores de la Era Paleolítica, aunque tampoco nos sale gratis a los de la Era Pirolítica (así llamada porque vamos camino de convertir la Tierra en un horno de última generación). Todo está carísimo, y lo de la vivienda roza el patetismo: «Me he comprado una murienda», le oí decir a uno que se ha hipotecado hasta el fin de su vida laboral.
En la capital guipuzcoana se alza la buhardilla más cara del país y las calles aledañas a La Concha obtienen medalla de bronce en los Campeonatos de España de Desorbitaciones Inmobiliarias. Echando las cuentas de la vieja, un ladrillo en el centro de San Sebastián viene a valer lo que un lingote de oro.
Los expertos de Aranzadi han clasificado los hallazgos de Ametzagaña dentro del estilo cultural gravetiense. En un futuro, los arqueólogos hablarán del actual como del período prohibitiviense o porlasnubesiense, caracterizado porque los precios son prohibitivos y están por las nubes. En la vivienda, pero no sólo en ella. Conozco forasteros que al venir acá se dicen «Marisa, ponle el airbag a la tarjeta de crédito que estamos llegando a 'Don-palos'», y a graciosillos que canturrrean el Tatiago de Sarriegui con esta letra: «Carero, carero, aquí me quedo a cero... Carero, carero, todo vale un pastón».
Y ya que cito la Tamborrada donostiarra, deseo proponer que a partir del próximo año el máximo galardón que concede el Ayuntamiento en la fiesta patronal sea un tambor pero no de oro, que eso está pasado de moda, sino de ladrillo. El Tambor de Ladrillo de San Sebastián sería nuestro perfecto emblema, amén de un premio realmente contante y sonante.
textizida@euskalnet.net
http://www.diariovasco.com/prensa/20070418/aldia/tambor-ladrillo_20070418.html