Antístenes
Madmaxista
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- 13 Feb 2007
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Antes que nada, un saludo para todos los foreros. Nunca he escrito antes aquí pero llevo mucho tiempo leyéndoos.
Hace una o dos semanas, oyendo una tertulia en la radio -no me acuerdo que emisora - que versaba sobre la decisión del gobierno vasco de cobrar unos euros diarios a las viviendas vacías, estos señores daban por sentado que en un sistema económico como el nuestro, el Estado no podía intervenir en el mercado inmobiliario porque eso iría en contra irremisiblemente del libre mercado. Daban por sentado que si el Estado intervenía en el mercado, sea o no el inmobiliario, cometería una especie de atentado terrible contra la economía.
Me llamó la atención, entonces, cómo se ha llegado a asimilar la idea de que cualquier interveción estatal en cuestiones económicas, la más mínima, arrojaría una especie de sombra comunista sobre la nación de la que supuestamente cualquier civilización avanzada ha de ponerse a temblar. Y pensé que, quizás por esta razón, si ZP se queda de brasos cruzados observando la marcha económica del país, sea para bien o para mal, no tiene más remedio que esperar a que los fallos o fluctuaciones del mercado se corrijan por sí mismos. Y de esta forma, si a ZP no le ha dado por intervenir el precio de las viviendas, por ejemplo, fijando máximos, es porque a priori su función estaría limitada por "las normas" del sistema.
Ante tal idea, incluso se llega a una especie de argumentos pseudo-lógicos mediante los cuales se afirma que mientras el Estado no intervenga, los ajustes del precio de la vivienda serán moderados y siempre tendentes al alza, ajustándose en todo caso al IPC, mientras que por otro lado, si el mercado "por sí sólo" cae, estos mismos se atienen entonces a la idea que refleja la ya célebre frase "el gobierno no lo permitirá". Sobre esto último, muchas veces son los mismos los que aplican la dichosa frase.
Pero el Estado, tanto en pasiva como en activa, se ha convertido en el objetivo de la situación, tanto para aquellos que están en aquel bando como para estos que están en éste otro. Aunque no lo parezca, interviniendo o no interviniendo, ambas opciones son un instrumento todavía para la especulación. Y no le cabe más al Estado que seguir enajenándose de las cuestiones económicas igual que lo haría un fantasma. Cuando se pronuncia, no hace más que una mera pantomima de lo que no es. Nuestro árbitro se vuelve incluso surrealista en sus ilusiones. O un fantasma o un augusto en lo que tienen de común, en eso se ha convertido el Estado; dos formas de apariencia que no corresponden a la realidad, pero si a las perspectivas.
Hace una o dos semanas, oyendo una tertulia en la radio -no me acuerdo que emisora - que versaba sobre la decisión del gobierno vasco de cobrar unos euros diarios a las viviendas vacías, estos señores daban por sentado que en un sistema económico como el nuestro, el Estado no podía intervenir en el mercado inmobiliario porque eso iría en contra irremisiblemente del libre mercado. Daban por sentado que si el Estado intervenía en el mercado, sea o no el inmobiliario, cometería una especie de atentado terrible contra la economía.
Me llamó la atención, entonces, cómo se ha llegado a asimilar la idea de que cualquier interveción estatal en cuestiones económicas, la más mínima, arrojaría una especie de sombra comunista sobre la nación de la que supuestamente cualquier civilización avanzada ha de ponerse a temblar. Y pensé que, quizás por esta razón, si ZP se queda de brasos cruzados observando la marcha económica del país, sea para bien o para mal, no tiene más remedio que esperar a que los fallos o fluctuaciones del mercado se corrijan por sí mismos. Y de esta forma, si a ZP no le ha dado por intervenir el precio de las viviendas, por ejemplo, fijando máximos, es porque a priori su función estaría limitada por "las normas" del sistema.
Ante tal idea, incluso se llega a una especie de argumentos pseudo-lógicos mediante los cuales se afirma que mientras el Estado no intervenga, los ajustes del precio de la vivienda serán moderados y siempre tendentes al alza, ajustándose en todo caso al IPC, mientras que por otro lado, si el mercado "por sí sólo" cae, estos mismos se atienen entonces a la idea que refleja la ya célebre frase "el gobierno no lo permitirá". Sobre esto último, muchas veces son los mismos los que aplican la dichosa frase.
Pero el Estado, tanto en pasiva como en activa, se ha convertido en el objetivo de la situación, tanto para aquellos que están en aquel bando como para estos que están en éste otro. Aunque no lo parezca, interviniendo o no interviniendo, ambas opciones son un instrumento todavía para la especulación. Y no le cabe más al Estado que seguir enajenándose de las cuestiones económicas igual que lo haría un fantasma. Cuando se pronuncia, no hace más que una mera pantomima de lo que no es. Nuestro árbitro se vuelve incluso surrealista en sus ilusiones. O un fantasma o un augusto en lo que tienen de común, en eso se ha convertido el Estado; dos formas de apariencia que no corresponden a la realidad, pero si a las perspectivas.