Cádiz, Sanidad: multa 8.500 euros.

ralph

Madmaxista
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Blog de Javier Muñoz, director de iabogado.com






Llevo varios sin días estupefacto, atónito y turulato tras recibir esta comunicación: página 1 y página 2.


En resumen, la Junta de Andalucía pretende imponerme (afanarme) 8.500 euros de multa porque las condiciones legales de esta web (iAbogado.com) le parecen potencialmente “abusivas” para los consumidores de Cádiz. Sí, amigo lector, has leído bien, ocho mil quinientos euros de vellón, 1.414.281 de las antiguas pesetas.

Es decir, la Administración autonómica de Andalucía, y más concretamente la Delegación Provincial de Salud de Cádiz ha decidido de oficio que nuestra página web supone un peligro (¿para la salud?) y merece ser sancionada duramente.

Me encanta Andalucía y me pirro por Cádiz, la ciudad que Neruda veía amarrada a la costa como una clara nave, pero en ella no tenemos oficina ni sucursal, ni cliente alguno. Ya me gustaría, pero nuestro despacho y domicilio social, y nuestro trabajo se sitúan principalmente en Madrid. Pero la Delegación Provincial de Salud de Cádiz (¡!) ha decidido darnos un estacazo preventivo de padre y muy señor mío. Y ello sin denuncia previa de consumidor alguno, y sin que exista daño ni perjuicio para nadie salvo para el magín de don Hipólito García Rodríguez, el Delegado Provincial de Salud en Cádiz que firma la carta de marras.

Al parecer de don Hipólito y sus implacables inspectores, he cometido tres intolerables abusos:

■No indicar en la web si vamos a “archivar el documento electrónico en el que se formalice el contrato y si éste va a ser accesible”. Los consumidores gaditanos deben estar angustiados ante tan lacerante omisión en mis condiciones legales. El menoscabo para sus derechos es tan grave que ya están empezando a reunirse en plazas y barrios y a organizar sentadas en mi contra.

■No indicar en la web “la lengua o lenguas en que podrá formalizarse el contrato”. ¡Acabáramos! ¡Tremenda omisión! ¿Cómo no se me ocurrió indicar, al redactar las condiciones legales en castellano, que el idioma aplicable era el castellano, mediante un aviso – supongo – en castellano? Cuando leen un texto en castellano, los consumidores gaditanos han de ser advertidos de antemano acerca de ese extremo, no sea que realmente se encuentren ante una redacción en estonio o en tagalo sin advertirlo. (Por cierto, lector gaditano, aprovecho para recordarte, sin ánimo de ofender, que el presente texto está en castellano, no sea que…).

■“Figurar en las condiciones legales de uso la renuncia al fuero que pueda corresponderle”. Hace diez años, cuando redacté las condiciones de marras indiqué rutinariamente que los tribunales competentes para cualquier conflicto serían los de Madrid. Esta cláusula jamás ha tenido aplicación, pues afortunadamente ningún cliente o consumidor nos ha demandado judicialmente ni nos hemos visto en semejante trance. En todo caso, cuando un cliente que nos ha conocido a través de Internet nos encomienda algún servicio jurídico, la relación profesional pasa el online al offline; es decir, que prestamos nuestro servicio al amparo de una hoja de encargo profesional en la que se establecen unas estipulaciones sobre honorarios, plazos, etc. que son fruto de una negociación libre, voluntaria e independiente entre iguales, abogado y cliente, sin que intervenga ningún tercero, y mucho menos las autoridades sanitarias (¡!) de Cádiz (¡!¡!).

Uno, en su ignorancia de los vericuetos burocráticos de la elefantiásica organización autonómica, pensaba que un Delegado Provincial de Salud se dedicaba a gestionar los asuntos sanitarios de su provincia. Los hospitales, los médicos, las farmacias, todo eso, que no es poco. Pues bien, craso error. Al parecer, el polifacético y laborioso don Hipólito también tiene entre sus atribuciones la de inspeccionar webs de pymes de Madrid y, por extensión, todo tipo de tiendas de comercio electrónico situadas en cualquier punto del orbe y de la Internet toda.

La explicación es simple. Internet es una serie de tubos conectados que llegan a muchos lugares. Mi página web, entre otras centenares de miles, o de millones, se ve, oh, también desde Cádiz y por tanto perjudica a los consumidores gaditanos, que afortunadamente cuentan con un riguroso Delegado Provincial de Salud que les protege de mis desmanes.

Algunos amigos y compañeros míos se han llevado las manos a la cabeza. No entienden que, con la que está cayendo, una administración pública se dedique a torpedear pymes de comercio electrónico imponiendo multazos por motivos tan estupefacientes como los citados y por importes que pueden suponer el cierre de la empresa o el despido de sus trabajadores.

Me preguntan: Tú Javier, que diriges un modestísimo despacho de abogados en Madrid con apenas tres nóminas, y que te las ves y te las deseas, como tantas otras empresas, para pagar el alquiler y atender tus impuestos y gastos, ¿de dónde vas a sacar el pastón que te exige el severo don Hipólito?

También se hacen cruces, alarmados, ante la inusitada virulencia del procedimiento. Don Hipólito y sus inclementes subordinados podrían haberme enviado un requerimiento para que subsanase las “irregularidades” en un determinado plazo, aunque en mi caso habría bastado un minuto y medio para editar las condiciones web conforme a lo exigido. Pero no, don Hipólito ha optado directamente por el expediente sancionador, el garrotazo, el palo y el tentetieso.

Ante esto, mis amigos se quejan de unas administraciones públicas que, en lugar de promover el comercio electrónico en el país, las pymes que lo sustentan, y los puestos de trabajo que generan, se comportan de forma hostil, asfixiante o directamente estulta. Alguno llegaba a calificar esta conducta como pura maldad administrativa. Otro exclamaba, no sin ironía: ¡Así vamos a crear el Silicon Valley europeo!

Otro compañero, más taimado, aludía a las necesidades recaudatorias de la cosa pública y sus innumerables empresas públicas y semipúblicas, fundaciones, entidades autónomas, observatorios, comisiones paritarias, altos cargos, parques temáticos, vehículos oficiales, centros de artes plásticas, y demás ectoplasmas pseudoadministrativos que cuestan mucho dinero y que alguien tendrá (tendré) que pagar.

Otro, cegado por su reciente lectura de La Ilíada, me señalaba el escudo, el luciente yelmo, y el labrado bálteo con que se ceñía el anciano Néstor siempre que se armaba para ir al homicida combate.

Pero yo, que soy de natural pacífico, opté por llamar el otro día por teléfono a los inspectores de mi expediente para verificar que no se trataba de una broma nacida en alguna comparsa o chirigota de la ciudad o una carta de spam nigeriano, y de ser cierta la carta, para preguntar si había alguna forma de subsanar las “irregularidades” de mi web sin tener que entregarles una libra de mi propia carne. Uno de ellos, un tipo simpático y de natural gracejo, me tranquilizó diciendo: “Hombre, no se preocupe, que los funcionarios no nos comemos a nadie” ¡Qué alivio, pardiez!

Eso sí, no me comerán vivo, pero el expediente sigue adelante, y ahora me toca dejar de lado mis labores más o menos productivas (atender a los clientes, lidiar con los proveedores, en fin) y dedicarme a defenderme de la Dirección Provincial de Salud de Cádiz con argumentos jurídicos, que los hay y muchos. No haré caso a mis amigos que me animan a cerrar la empresa y ponerme a estudiar oposiciones a mis casi 40 años, ni a los que me proponen que traslade el domicilio social a Irlanda o a alguna remota jurisdicción a donde no alcance el purificador rayo de fuego de don Hipólito.

Entre tanto, amigo lector, si aún tienes una página de comercio electrónico y eres por tanto un “prestador de servicios de la sociedad de la información” (el lenguaje legislativo es así de cursi), sugiero que te estudies detenidamente la profusa, acadabrante, segmentada y hipertrofiada legislación española sobre comercio electrónico, y cada una de las diecisiete leyes autonómicas en materia de consumo junto con sus respectivos reglamentos. Ahora mismo, don Hipólito o alguno de sus homólogos en el anchuroso territorio extragaditano podría estar observándote….

Actualización 1. Para mayor escarnio y parajoda paradoja, el aviso legal de la web de la Junta de Andalucía incluye perlas como ésta:


Cualquier controversia derivada de la interpretación, ejecución y/o uso del presente Portal, será sometida a la competencia de los Juzgados y Tribunales de Sevilla.​
 

Chihiro

Madmaxista
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Cualquier día de estos te echarán el alto cruzando una calle fuera del paso de peatones y te pondrán una multa de 300 euros.
 

jolu

Será en Octubre
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Llevo varios sin días estupefacto, atónito y turulato tras recibir esta comunicación: página 1 y página 2.


En resumen, la Junta de Andalucía pretende imponerme (afanarme) 8.500 euros de multa porque las condiciones legales de esta web (iAbogado.com) le parecen potencialmente “abusivas” para los consumidores de Cádiz. Sí, amigo lector, has leído bien, ocho mil quinientos euros de vellón, 1.414.281 de las antiguas pesetas.

Es decir, la Administración autonómica de Andalucía, y más concretamente la Delegación Provincial de Salud de Cádiz ha decidido de oficio que nuestra página web supone un peligro (¿para la salud?) y merece ser sancionada duramente.

Me encanta Andalucía y me pirro por Cádiz, la ciudad que Neruda veía amarrada a la costa como una clara nave, pero en ella no tenemos oficina ni sucursal, ni cliente alguno. Ya me gustaría, pero nuestro despacho y domicilio social, y nuestro trabajo se sitúan principalmente en Madrid. Pero la Delegación Provincial de Salud de Cádiz (¡!) ha decidido darnos un estacazo preventivo de padre y muy señor mío. Y ello sin denuncia previa de consumidor alguno, y sin que exista daño ni perjuicio para nadie salvo para el magín de don Hipólito García Rodríguez, el Delegado Provincial de Salud en Cádiz que firma la carta de marras.

Al parecer de don Hipólito y sus implacables inspectores, he cometido tres intolerables abusos:

■No indicar en la web si vamos a “archivar el documento electrónico en el que se formalice el contrato y si éste va a ser accesible”. Los consumidores gaditanos deben estar angustiados ante tan lacerante omisión en mis condiciones legales. El menoscabo para sus derechos es tan grave que ya están empezando a reunirse en plazas y barrios y a organizar sentadas en mi contra.

■No indicar en la web “la lengua o lenguas en que podrá formalizarse el contrato”. ¡Acabáramos! ¡Tremenda omisión! ¿Cómo no se me ocurrió indicar, al redactar las condiciones legales en castellano, que el idioma aplicable era el castellano, mediante un aviso – supongo – en castellano? Cuando leen un texto en castellano, los consumidores gaditanos han de ser advertidos de antemano acerca de ese extremo, no sea que realmente se encuentren ante una redacción en estonio o en tagalo sin advertirlo. (Por cierto, lector gaditano, aprovecho para recordarte, sin ánimo de ofender, que el presente texto está en castellano, no sea que…).

■“Figurar en las condiciones legales de uso la renuncia al fuero que pueda corresponderle”. Hace diez años, cuando redacté las condiciones de marras indiqué rutinariamente que los tribunales competentes para cualquier conflicto serían los de Madrid. Esta cláusula jamás ha tenido aplicación, pues afortunadamente ningún cliente o consumidor nos ha demandado judicialmente ni nos hemos visto en semejante trance. En todo caso, cuando un cliente que nos ha conocido a través de Internet nos encomienda algún servicio jurídico, la relación profesional pasa el online al offline; es decir, que prestamos nuestro servicio al amparo de una hoja de encargo profesional en la que se establecen unas estipulaciones sobre honorarios, plazos, etc. que son fruto de una negociación libre, voluntaria e independiente entre iguales, abogado y cliente, sin que intervenga ningún tercero, y mucho menos las autoridades sanitarias (¡!) de Cádiz (¡!¡!).

Uno, en su ignorancia de los vericuetos burocráticos de la elefantiásica organización autonómica, pensaba que un Delegado Provincial de Salud se dedicaba a gestionar los asuntos sanitarios de su provincia. Los hospitales, los médicos, las farmacias, todo eso, que no es poco. Pues bien, craso error. Al parecer, el polifacético y laborioso don Hipólito también tiene entre sus atribuciones la de inspeccionar webs de pymes de Madrid y, por extensión, todo tipo de tiendas de comercio electrónico situadas en cualquier punto del orbe y de la Internet toda.

La explicación es simple. Internet es una serie de tubos conectados que llegan a muchos lugares. Mi página web, entre otras centenares de miles, o de millones, se ve, oh, también desde Cádiz y por tanto perjudica a los consumidores gaditanos, que afortunadamente cuentan con un riguroso Delegado Provincial de Salud que les protege de mis desmanes.

Algunos amigos y compañeros míos se han llevado las manos a la cabeza. No entienden que, con la que está cayendo, una administración pública se dedique a torpedear pymes de comercio electrónico imponiendo multazos por motivos tan estupefacientes como los citados y por importes que pueden suponer el cierre de la empresa o el despido de sus trabajadores.

Me preguntan: Tú Javier, que diriges un modestísimo despacho de abogados en Madrid con apenas tres nóminas, y que te las ves y te las deseas, como tantas otras empresas, para pagar el alquiler y atender tus impuestos y gastos, ¿de dónde vas a sacar el pastón que te exige el severo don Hipólito?

También se hacen cruces, alarmados, ante la inusitada virulencia del procedimiento. Don Hipólito y sus inclementes subordinados podrían haberme enviado un requerimiento para que subsanase las “irregularidades” en un determinado plazo, aunque en mi caso habría bastado un minuto y medio para editar las condiciones web conforme a lo exigido. Pero no, don Hipólito ha optado directamente por el expediente sancionador, el garrotazo, el palo y el tentetieso.

Ante esto, mis amigos se quejan de unas administraciones públicas que, en lugar de promover el comercio electrónico en el país, las pymes que lo sustentan, y los puestos de trabajo que generan, se comportan de forma hostil, asfixiante o directamente estulta. Alguno llegaba a calificar esta conducta como pura maldad administrativa. Otro exclamaba, no sin ironía: ¡Así vamos a crear el Silicon Valley europeo!

Otro compañero, más taimado, aludía a las necesidades recaudatorias de la cosa pública y sus innumerables empresas públicas y semipúblicas, fundaciones, entidades autónomas, observatorios, comisiones paritarias, altos cargos, parques temáticos, vehículos oficiales, centros de artes plásticas, y demás ectoplasmas pseudoadministrativos que cuestan mucho dinero y que alguien tendrá (tendré) que pagar.

Otro, cegado por su reciente lectura de La Ilíada, me señalaba el escudo, el luciente yelmo, y el labrado bálteo con que se ceñía el anciano Néstor siempre que se armaba para ir al homicida combate.

Pero yo, que soy de natural pacífico, opté por llamar el otro día por teléfono a los inspectores de mi expediente para verificar que no se trataba de una broma nacida en alguna comparsa o chirigota de la ciudad o una carta de spam nigeriano, y de ser cierta la carta, para preguntar si había alguna forma de subsanar las “irregularidades” de mi web sin tener que entregarles una libra de mi propia carne. Uno de ellos, un tipo simpático y de natural gracejo, me tranquilizó diciendo: “Hombre, no se preocupe, que los funcionarios no nos comemos a nadie” ¡Qué alivio, pardiez!

Eso sí, no me comerán vivo, pero el expediente sigue adelante, y ahora me toca dejar de lado mis labores más o menos productivas (atender a los clientes, lidiar con los proveedores, en fin) y dedicarme a defenderme de la Dirección Provincial de Salud de Cádiz con argumentos jurídicos, que los hay y muchos. No haré caso a mis amigos que me animan a cerrar la empresa y ponerme a estudiar oposiciones a mis casi 40 años, ni a los que me proponen que traslade el domicilio social a Irlanda o a alguna remota jurisdicción a donde no alcance el purificador rayo de fuego de don Hipólito.

Entre tanto, amigo lector, si aún tienes una página de comercio electrónico y eres por tanto un “prestador de servicios de la sociedad de la información” (el lenguaje legislativo es así de cursi), sugiero que te estudies detenidamente la profusa, acadabrante, segmentada y hipertrofiada legislación española sobre comercio electrónico, y cada una de las diecisiete leyes autonómicas en materia de consumo junto con sus respectivos reglamentos. Ahora mismo, don Hipólito o alguno de sus homólogos en el anchuroso territorio extragaditano podría estar observándote….

Actualización 1. Para mayor escarnio y parajoda paradoja, el aviso legal de la web de la Junta de Andalucía incluye perlas como ésta:


Cualquier controversia derivada de la interpretación, ejecución y/o uso del presente Portal, será sometida a la competencia de los Juzgados y Tribunales de Sevilla.​
Lo próximo que te llegará es el numero de cuenta corriente en Islas Caimán donde ingresar el dinero a nombre de un tal Chaves.
 

Mr. Hughes

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Una pregunta, ¿en España se ha procesado alguna vez a alguien por prevariación?.
 

puntodecontrol

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En el norte de mordor....
Ellos juegan sucio, "tu" tb puedes....

Deja las cuentas de la SL con 1€ o 2 €, declara en quiebra y que se joroben, y luego creas otra SL y listo, al fin y al cabo, es lo que han hecho muchas constructoras...
 

Harold Alexander

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North by NorthWest
Me huelo que algún prócer de tierras gaditanas quiere poner el mismo servicio que el abogado madrileño, y como no quiere que éste le pise los posibles clientes, ha encargado a sus amiguetes de lo público que se lo quiten de enmedio.
 

AYN RANDiano2

Será en Octubre
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Pero, pero, pero, ¿qué competencias tiene la Junta de Andalucía para multar a un sitio web que está en Madrid?.

¿Van a multar a Amazon.com porque está sólo en inglés?.

¿O están intentando sacar dinero de debajo de las piedras?.
 

TarragonaLLiure

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La madre que los parió.

Las autonomías,esos engendros político-administrativo surgidos de la nada, son una pesadilla de gasto, corrupción e ineficacia.

O las suprimimos o nos arrastraran indefectiblemente a la miseria.
 

terelu

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Ossau
yo es que aun me pregunto porque sigue existiendo este pais...