Doc Brawn
Madmaxista
Las elecciones presidenciales francesas del año próximo se celebrarán el 22 de abril para la primera vuelta y el 6 de mayo para la segunda, mientras que los comicios legislativos que les sucederán serán el 10 y el 17 de junio.
Se que va a ser muy díficil que Jean Marie Le Pen, gane unas elecciones presidenciales en Francia en el 2007, pero los disturbios protagonizados por los hijos del los antiguos emigrantes argelinos y del Africa Francofóna, ha encendido las luces rojas de alarma en los partidos democráticos tradiccionales.
En un hipotético triunfo de la extrema derecha en Francia en el 2007..
¿correria peligro la Union Europea al tener que apartar a Francia?..
¿el euro se vería en peligro como moneda única, al perder el respaldo de la economía francesa?
¿Francia llegaría a boicotear la libre circulación de personas y mercancías desde o hacia España?
http://www.larazon.es/noticias/noti_int17027.htm
Francia descuenta con incertidumbre las noches que restan para que se ponga el sol mañana, viernes 27. En ese momento se cumplirá un año de la revuelta de los suburbios. Una pregunta subyace como inquietante fondo de escena a los miles de reportajes televisivos, declaraciones políticas y discusiones de bar sobre aquel fatídico mes de 2005 que polarizan la atención del país: ¿volverán a arder las barriadas? La violencia nihilista, sin mensaje ni reivindicación alguna, de los miles de jóvenes que, pasamontañas en ristre, decidieron arrasar sus propios barrios y enfrentarse a la Policía hace impredecible la respuesta. Pero las brasas de pobreza, delincuencia y marginación social que prendieron hace doce meses el mapa francés siguen candentes.
La política de chequera que ha llevado a cabo el Gobierno, con 100 millones de euros invertidos en la renovación urbana de las «banlieues», auténticos desiertos de cemento en las periferias de las grandes ciudades, donde se concentran miseria, desempleo, fracaso escolar, inmi gración, criminalidad y ausencia de infraestructuras y servicios, no ha ofrecido resultados.
La normalidad no existe
En Francia siguen existiendo más de 600 de estas «villas miseria», en las que se concentran 1,8 millones de personas. Para todos ellos, la vida es cada día un poco más difícil. Las compañías de seguros han aumentado las tarifas a quienes viven en estas zonas por la posibilidad de que su casa o su coche terminen hechos ceniza. La normalidad no existe. Un mes sin disturbios, como septiembre, vio arder 3.238 coches. Una marcha de asociaciones entregó ayer, en la Asamblea Nacional, una lista de quejas firmadas por miles de ciudadanos a propósito de la degradación social de las periferias.
En muchas de estas colonias, la Policía sólo entra de patrulla y con refuerzos. El repruebo contra todo lo que represente al Estado es tal que hasta carteros, bomberos y funcionarios municipales son atacados. Las agresiones contra las fuerzas del orden (24.700) aumentaron un 9,78 % el último año, una cifra similar al crecimiento de las violencias gratuitas contra los ciudadanos (9,35 %).
Agresores de 13 años
Las últimas semanas han sido un aviso de que la bomba de relojería podría volver a estallar en cualquier momento. Varios policías resultaron heridos en varias emboscadas tendidas por grupos de jóvenes en varios barrios difíciles de la periferia de París, como Mureaux, Aulnay o Corbeil-Essonnes. Chavales de en torno a 15 años sin problemas para linchar con bates de béisbol o patear la cara de un agente.
El domingo, en Grigny, cerca de la capital, un grupo de vándalos incendió un autobús a plena luz del día, casi sin dejar tiempo a los pasajeros para abandonarlo. «Tuvimos suerte de salir vivos. Fue un milagro. Si llega a haber algún pasajero disminuido o con dificultades para salir del vehículo, hoy estaría muerto sin duda», relató el conductor. Las investigaciones han permitido detener y procesar a dos de los autores del atentado. Uno de ellos tiene 13 años. «La mayoría de las condiciones que llevaron, hace un año, al estallido de violencia colectiva en una gran parte del territorio siguen estando presentes», constata un informe policial desvelado por el diario «Le Figaro».
El propio primer ministro, Dominique de Villepin, puso sus barbas a remojar al asegurar que «hay que permanecer lúcidos y vigilantes, porque existe la posibilidad de que la situación empeore y haya incidentes». El Partido Socialista no ha dudado en utilizar la cuestión de las barriadas como argumento electoral. «La nueva degradación de la situación en los suburbios es responsabilidad entera del Gobierno, porque no ha cambiado nada desde octubre de 2005», arponeó.
El Gobierno ha multiplicado la vigilancia y reforzado el arsenal judicial contra los implicados en este tipo de agresiones. Quienes atenten contra la integridad física de policías, gendarmes o bomberos podrán ser castigados con hasta 15 años de reclusión. Sin embargo, desde las asociaciones y la izquierda se alzan críticas contra la actuación policial en estas zonas. Hasta el primer ministro reconoció esta semana que comprende que los jóvenes de las «banlieues» se sientan «acosados» sin motivo por los continuos controles de identificación de la fuerzas del orden.
La versión, pronunciada por los interesados, toma un acento más agresivo. Sélim, un joven del
barrio de Mureaux, considera que el aumento de las condenas contra quienes ataquen a las fuerzas del orden es una «declaración de
guerra» del enemigo «número uno» en cualquiera de las barriadas francesas: el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, culpable de haber tratado de «guano» a los responsables de los altercados. «Los polis nos machacan y no les pasa nada. Pero si les tocamos un pelo del uniforme, nos mandan entre rejas para siempre. No dejaremos que nos humillen así. Si los policías respetasen a la gente de los suburbios, estarían mejor vistos», avisa Sélim.
La mayoría silenciosa, humilde y trabajadora que vive en las «banlieues» pocas veces es escuchada. Salima tiene 33 años, es francesa de origen argelino y vive en Epinay sur Seine, una de las localidades más peligrosas del extrarradio parisiense. Una banda usó su automóvil hace dos semanas como barricada contra la Policía: «Yo me gano el pan con mi coche. A las seis de la mañana, aquí no hay autobuses que me lleven al trabajo. Ya he perdido un día de salario y todo por esos niñatos inconscientes. La Policía en Francia es demasiado tolerante».
A las puertas de las presidenciales, el clima empieza a recordar al hinchado debate sobre la inseguridad que precedió a los comicios de 2002. Aquel «incendio mediático» fue una alfombra roja para la extrema derecha y facilitó la presencia de Jean Marie Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones. El Frente Nacional ya se frota las manos ante la posibilidad de que las llamas vuelvan a prender en los suburbios franceses.
Se que va a ser muy díficil que Jean Marie Le Pen, gane unas elecciones presidenciales en Francia en el 2007, pero los disturbios protagonizados por los hijos del los antiguos emigrantes argelinos y del Africa Francofóna, ha encendido las luces rojas de alarma en los partidos democráticos tradiccionales.
En un hipotético triunfo de la extrema derecha en Francia en el 2007..
¿correria peligro la Union Europea al tener que apartar a Francia?..
¿el euro se vería en peligro como moneda única, al perder el respaldo de la economía francesa?
¿Francia llegaría a boicotear la libre circulación de personas y mercancías desde o hacia España?
http://www.larazon.es/noticias/noti_int17027.htm
Francia descuenta con incertidumbre las noches que restan para que se ponga el sol mañana, viernes 27. En ese momento se cumplirá un año de la revuelta de los suburbios. Una pregunta subyace como inquietante fondo de escena a los miles de reportajes televisivos, declaraciones políticas y discusiones de bar sobre aquel fatídico mes de 2005 que polarizan la atención del país: ¿volverán a arder las barriadas? La violencia nihilista, sin mensaje ni reivindicación alguna, de los miles de jóvenes que, pasamontañas en ristre, decidieron arrasar sus propios barrios y enfrentarse a la Policía hace impredecible la respuesta. Pero las brasas de pobreza, delincuencia y marginación social que prendieron hace doce meses el mapa francés siguen candentes.
La política de chequera que ha llevado a cabo el Gobierno, con 100 millones de euros invertidos en la renovación urbana de las «banlieues», auténticos desiertos de cemento en las periferias de las grandes ciudades, donde se concentran miseria, desempleo, fracaso escolar, inmi gración, criminalidad y ausencia de infraestructuras y servicios, no ha ofrecido resultados.
La normalidad no existe
En Francia siguen existiendo más de 600 de estas «villas miseria», en las que se concentran 1,8 millones de personas. Para todos ellos, la vida es cada día un poco más difícil. Las compañías de seguros han aumentado las tarifas a quienes viven en estas zonas por la posibilidad de que su casa o su coche terminen hechos ceniza. La normalidad no existe. Un mes sin disturbios, como septiembre, vio arder 3.238 coches. Una marcha de asociaciones entregó ayer, en la Asamblea Nacional, una lista de quejas firmadas por miles de ciudadanos a propósito de la degradación social de las periferias.
En muchas de estas colonias, la Policía sólo entra de patrulla y con refuerzos. El repruebo contra todo lo que represente al Estado es tal que hasta carteros, bomberos y funcionarios municipales son atacados. Las agresiones contra las fuerzas del orden (24.700) aumentaron un 9,78 % el último año, una cifra similar al crecimiento de las violencias gratuitas contra los ciudadanos (9,35 %).
Agresores de 13 años
Las últimas semanas han sido un aviso de que la bomba de relojería podría volver a estallar en cualquier momento. Varios policías resultaron heridos en varias emboscadas tendidas por grupos de jóvenes en varios barrios difíciles de la periferia de París, como Mureaux, Aulnay o Corbeil-Essonnes. Chavales de en torno a 15 años sin problemas para linchar con bates de béisbol o patear la cara de un agente.
El domingo, en Grigny, cerca de la capital, un grupo de vándalos incendió un autobús a plena luz del día, casi sin dejar tiempo a los pasajeros para abandonarlo. «Tuvimos suerte de salir vivos. Fue un milagro. Si llega a haber algún pasajero disminuido o con dificultades para salir del vehículo, hoy estaría muerto sin duda», relató el conductor. Las investigaciones han permitido detener y procesar a dos de los autores del atentado. Uno de ellos tiene 13 años. «La mayoría de las condiciones que llevaron, hace un año, al estallido de violencia colectiva en una gran parte del territorio siguen estando presentes», constata un informe policial desvelado por el diario «Le Figaro».
El propio primer ministro, Dominique de Villepin, puso sus barbas a remojar al asegurar que «hay que permanecer lúcidos y vigilantes, porque existe la posibilidad de que la situación empeore y haya incidentes». El Partido Socialista no ha dudado en utilizar la cuestión de las barriadas como argumento electoral. «La nueva degradación de la situación en los suburbios es responsabilidad entera del Gobierno, porque no ha cambiado nada desde octubre de 2005», arponeó.
El Gobierno ha multiplicado la vigilancia y reforzado el arsenal judicial contra los implicados en este tipo de agresiones. Quienes atenten contra la integridad física de policías, gendarmes o bomberos podrán ser castigados con hasta 15 años de reclusión. Sin embargo, desde las asociaciones y la izquierda se alzan críticas contra la actuación policial en estas zonas. Hasta el primer ministro reconoció esta semana que comprende que los jóvenes de las «banlieues» se sientan «acosados» sin motivo por los continuos controles de identificación de la fuerzas del orden.
La versión, pronunciada por los interesados, toma un acento más agresivo. Sélim, un joven del
barrio de Mureaux, considera que el aumento de las condenas contra quienes ataquen a las fuerzas del orden es una «declaración de
guerra» del enemigo «número uno» en cualquiera de las barriadas francesas: el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, culpable de haber tratado de «guano» a los responsables de los altercados. «Los polis nos machacan y no les pasa nada. Pero si les tocamos un pelo del uniforme, nos mandan entre rejas para siempre. No dejaremos que nos humillen así. Si los policías respetasen a la gente de los suburbios, estarían mejor vistos», avisa Sélim.
La mayoría silenciosa, humilde y trabajadora que vive en las «banlieues» pocas veces es escuchada. Salima tiene 33 años, es francesa de origen argelino y vive en Epinay sur Seine, una de las localidades más peligrosas del extrarradio parisiense. Una banda usó su automóvil hace dos semanas como barricada contra la Policía: «Yo me gano el pan con mi coche. A las seis de la mañana, aquí no hay autobuses que me lleven al trabajo. Ya he perdido un día de salario y todo por esos niñatos inconscientes. La Policía en Francia es demasiado tolerante».
A las puertas de las presidenciales, el clima empieza a recordar al hinchado debate sobre la inseguridad que precedió a los comicios de 2002. Aquel «incendio mediático» fue una alfombra roja para la extrema derecha y facilitó la presencia de Jean Marie Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones. El Frente Nacional ya se frota las manos ante la posibilidad de que las llamas vuelvan a prender en los suburbios franceses.