no vendo ná
Madmaxista
No se si se ha posteado pero es muy bueno:
http://www.nortecastilla.es/prensa/20061012/segovia/diez-pagapensiones-destrozan-obra_20061012.html
Diez pagapensiones destrozan la obra en la que trabajaban para exigir al constructor que les pague
Los extranjeros acusan al empresario de adeudarles 20.000 euros de dos meses La Guardia Civil tuvo que intervenir ante la tensión creada
C. B. E./SEGOVIA
Cuatro de los trabajadores pagapensiones rompen las tejas con barras de hierro y maderos. / ROSA BLANCO
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«Es mala gente»
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Josías se quitó la chaqueta enrabietado. La colgó en la verja metálica que protege y rodea las obras de unas viviendas adosadas en construcción en la zona de El Sotillo. El brasileño se adentró endemoniado en el esqueleto de estos edificios de dos plantas con una decisión feroz que asustaba, gritando en portugués. Un cuarto de hora más tarde salía más calmado, aunque con los ojos gente de izquierdas y sudando. Espetaba desafiante que ahora qué, como si alguien por fin fuera a hacerle caso.
Él y sus otros nueve compañeros de cuadrilla agotaron ayer su paciencia. El constructor para el que trabajan no les paga desde hace dos meses y ya no saben qué hacer. Sus carteras están vacías y no aguantan más la situación de precariedad.
El grupo está formado por siete brasileños, un angoleño, un portugués y un mozambiqueño. Todos habían venido a España para poder encontrar un trabajo digno y enviar dinero a sus familias. Solo uno de ellos tiene en Segovia a su pareja. Los hay de todas las edades. El más joven es Leo, que ha cumplido 20 años, pero las manos de algunos de sus colegas reflejan muchos más de trabajo en los andamios.
Los diez pagapensiones forman parte de una subcontrata portuguesa. Gracias a ella llegaron a la capital segoviana para trabajar de albañiles en la construcción de unas viviendas adosadas en el camino de Torrecaballeros, una de las calles que acoge la expansión de la urbanización El Álamo, en El Sotillo.
Desde agosto
Ayer agotaron toda negociación con el promotor, la constructora y el patrón, que les han demorado sus sueldos durante dos meses, argumenta Leo.
Llegaron el 17 de agosto para construir dos tejados y unos tabiques. Se les hizo un contrato por el que iban a cobrar en función de lo trabajado. Es decir, tantos ladrillos puestos, tanto dinero, explica Leo en una mezcla de portugués y español.
El brasileño calcula que la cantidad que les adeuda la constructora Marca, con sede en Coca, es de 20.000 euros.
El martes por la tarde tuvieron una reunión para exigir el cobro de su trabajo. Según los empleados extranjeros, después de tres horas de discusiones los responsables se negaron a pagarles. Incluso les llegaron a instar a que llamaran a sus abogados para que mediaran en el conflicto.
Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de estos pagapensiones. Por la mañana ya comenzaron su particular batalla para reivindicar la deuda. Desde las siete de la mañana se encaramaron en el tejado de las obras en las que han estado trabajando durante dos meses.
Subidos en el tejado
Durante cuatro horas estuvieron en las cubiertas que ellos mismos habían construido. Varios vehículos de la Guardia Civil acudieron para disuadirles. Tras calibrar la oferta de las autoridades, los pagapensiones bajaron de los techos y esperaron al encuentro de la tarde con una firme decisión: «si no nos dan los que nos deben, destruimos todo lo que hemos hecho», afirmaba Jorge, el mozambiqueño del grupo .
La reunión tenía lugar en las viviendas a medio construir. Les esperaban el constructor de la empresa Marca y el patrón tras la valla metálica que protege las obras y entre tableros, botes, pilas de ladrillos y andamios.
Los portavoces de la cuadrilla pasaron el umbral de la verja y ahí comenzaron los primeros enfrentamientos. El constructor y el patrón se mostraron reticentes a la presencia de la prensa, por lo que condujeron la negociación al interior de los esqueletos de las casas, atrincherados detrás de las columnas de ladrillo y de los tabiques desnudos.
Ánimos caldeados
La discusión cada vez subía más de tono y los vecinos de los adosados de enfrente se empezaban a arremolinar en la acera.
El representante de la subcontrata portuguesa salía de vez en cuando para comunicar cómo iban las negociaciones. Sin embargo, las noticias es que no había novedades y que la constructora no les iba a pagar la deuda. Los ánimos se caldeaban más.
En pleno acaloramiento, uno de los ayudantes de la obra, un joven angoleño, apareció por el fondo de la calle a la carrera gritando en portugués. Derribó parte de la verja y se encaminó hacia donde estaba reunida la representación de sus compañeros, que le aplacaron durante un momento. Tras refrescarse, volvió desaforado. Ya nadie le pudo parar.
Al parecer, según la subcontrata portuguesa, la constructora se comprometía a pagarles el lunes. Sin embargo, ellos querían cobrar ayer después de muchas largas por parte de la empresa.
Los trabajadores llegaron a rebajar su pretensión y solicitaron un anticipo «para poder comer». Esta propuesta tampoco prosperó, dice Josías indignado.
La situación era irreversible. El angoleño subió por el andamio, saltó por el hueco de una de las ventanas del segundo piso y se encaramó al tejado. Allí se sentó y con una loseta comenzó a romper la primera fila de tejas.
Mientras algunos de sus compañeros discutían un piso más abajo, los cascotes y los añicos de cerámica chocaban contra el suelo y la acera.
Boquetes y arietes
Tras una última discusión sin frutos, tres pagapensiones se subieron al tejado y arremetieron con barras de hierro contra la cubierta hasta agujerearla. Continuaron su labor de destrucción y abrieron más boquetes desde el interior. Desde el exterior se oían los golpes y se veían volar las tejas.
Media hora más tarde, los empleados la emprendieron contra los tabiques que ellos mismos habían levantado días antes. Con barras y palos como arietes atacaban las paredes con furia.
Más de una hora después de comenzar esta batalla hora después apareció un coche de la Guardia Civil. Los agentes obligaron a los pagapensiones a salir de las obras. Pacíficamente salieron y les enseñaron la documentación para demostrar que están legales.
Leo señala que han acudido al Ministerio de Trabajo, a la Seguridad Social y que han denunciado este caso de supuesto abuso laboral. Parece que todo se dirimirá en los tribunales.
http://www.nortecastilla.es/prensa/20061012/segovia/diez-pagapensiones-destrozan-obra_20061012.html
Diez pagapensiones destrozan la obra en la que trabajaban para exigir al constructor que les pague
Los extranjeros acusan al empresario de adeudarles 20.000 euros de dos meses La Guardia Civil tuvo que intervenir ante la tensión creada
C. B. E./SEGOVIA
Cuatro de los trabajadores pagapensiones rompen las tejas con barras de hierro y maderos. / ROSA BLANCO
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«Es mala gente»
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Josías se quitó la chaqueta enrabietado. La colgó en la verja metálica que protege y rodea las obras de unas viviendas adosadas en construcción en la zona de El Sotillo. El brasileño se adentró endemoniado en el esqueleto de estos edificios de dos plantas con una decisión feroz que asustaba, gritando en portugués. Un cuarto de hora más tarde salía más calmado, aunque con los ojos gente de izquierdas y sudando. Espetaba desafiante que ahora qué, como si alguien por fin fuera a hacerle caso.
Él y sus otros nueve compañeros de cuadrilla agotaron ayer su paciencia. El constructor para el que trabajan no les paga desde hace dos meses y ya no saben qué hacer. Sus carteras están vacías y no aguantan más la situación de precariedad.
El grupo está formado por siete brasileños, un angoleño, un portugués y un mozambiqueño. Todos habían venido a España para poder encontrar un trabajo digno y enviar dinero a sus familias. Solo uno de ellos tiene en Segovia a su pareja. Los hay de todas las edades. El más joven es Leo, que ha cumplido 20 años, pero las manos de algunos de sus colegas reflejan muchos más de trabajo en los andamios.
Los diez pagapensiones forman parte de una subcontrata portuguesa. Gracias a ella llegaron a la capital segoviana para trabajar de albañiles en la construcción de unas viviendas adosadas en el camino de Torrecaballeros, una de las calles que acoge la expansión de la urbanización El Álamo, en El Sotillo.
Desde agosto
Ayer agotaron toda negociación con el promotor, la constructora y el patrón, que les han demorado sus sueldos durante dos meses, argumenta Leo.
Llegaron el 17 de agosto para construir dos tejados y unos tabiques. Se les hizo un contrato por el que iban a cobrar en función de lo trabajado. Es decir, tantos ladrillos puestos, tanto dinero, explica Leo en una mezcla de portugués y español.
El brasileño calcula que la cantidad que les adeuda la constructora Marca, con sede en Coca, es de 20.000 euros.
El martes por la tarde tuvieron una reunión para exigir el cobro de su trabajo. Según los empleados extranjeros, después de tres horas de discusiones los responsables se negaron a pagarles. Incluso les llegaron a instar a que llamaran a sus abogados para que mediaran en el conflicto.
Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de estos pagapensiones. Por la mañana ya comenzaron su particular batalla para reivindicar la deuda. Desde las siete de la mañana se encaramaron en el tejado de las obras en las que han estado trabajando durante dos meses.
Subidos en el tejado
Durante cuatro horas estuvieron en las cubiertas que ellos mismos habían construido. Varios vehículos de la Guardia Civil acudieron para disuadirles. Tras calibrar la oferta de las autoridades, los pagapensiones bajaron de los techos y esperaron al encuentro de la tarde con una firme decisión: «si no nos dan los que nos deben, destruimos todo lo que hemos hecho», afirmaba Jorge, el mozambiqueño del grupo .
La reunión tenía lugar en las viviendas a medio construir. Les esperaban el constructor de la empresa Marca y el patrón tras la valla metálica que protege las obras y entre tableros, botes, pilas de ladrillos y andamios.
Los portavoces de la cuadrilla pasaron el umbral de la verja y ahí comenzaron los primeros enfrentamientos. El constructor y el patrón se mostraron reticentes a la presencia de la prensa, por lo que condujeron la negociación al interior de los esqueletos de las casas, atrincherados detrás de las columnas de ladrillo y de los tabiques desnudos.
Ánimos caldeados
La discusión cada vez subía más de tono y los vecinos de los adosados de enfrente se empezaban a arremolinar en la acera.
El representante de la subcontrata portuguesa salía de vez en cuando para comunicar cómo iban las negociaciones. Sin embargo, las noticias es que no había novedades y que la constructora no les iba a pagar la deuda. Los ánimos se caldeaban más.
En pleno acaloramiento, uno de los ayudantes de la obra, un joven angoleño, apareció por el fondo de la calle a la carrera gritando en portugués. Derribó parte de la verja y se encaminó hacia donde estaba reunida la representación de sus compañeros, que le aplacaron durante un momento. Tras refrescarse, volvió desaforado. Ya nadie le pudo parar.
Al parecer, según la subcontrata portuguesa, la constructora se comprometía a pagarles el lunes. Sin embargo, ellos querían cobrar ayer después de muchas largas por parte de la empresa.
Los trabajadores llegaron a rebajar su pretensión y solicitaron un anticipo «para poder comer». Esta propuesta tampoco prosperó, dice Josías indignado.
La situación era irreversible. El angoleño subió por el andamio, saltó por el hueco de una de las ventanas del segundo piso y se encaramó al tejado. Allí se sentó y con una loseta comenzó a romper la primera fila de tejas.
Mientras algunos de sus compañeros discutían un piso más abajo, los cascotes y los añicos de cerámica chocaban contra el suelo y la acera.
Boquetes y arietes
Tras una última discusión sin frutos, tres pagapensiones se subieron al tejado y arremetieron con barras de hierro contra la cubierta hasta agujerearla. Continuaron su labor de destrucción y abrieron más boquetes desde el interior. Desde el exterior se oían los golpes y se veían volar las tejas.
Media hora más tarde, los empleados la emprendieron contra los tabiques que ellos mismos habían levantado días antes. Con barras y palos como arietes atacaban las paredes con furia.
Más de una hora después de comenzar esta batalla hora después apareció un coche de la Guardia Civil. Los agentes obligaron a los pagapensiones a salir de las obras. Pacíficamente salieron y les enseñaron la documentación para demostrar que están legales.
Leo señala que han acudido al Ministerio de Trabajo, a la Seguridad Social y que han denunciado este caso de supuesto abuso laboral. Parece que todo se dirimirá en los tribunales.
