BoinaDeEmidioTucci
Madmaxista
- Desde
- 5 Sep 2006
- Mensajes
- 620
- Reputación
- 15
http://www.nortecastilla.es/prensa/20060922/articulos_opinion/estado-pago-hipotecas_20060922.html
LAS últimas subidas de los tipos de interés de los créditos hipotecarios han hecho que surgieran voces pidiendo, cómo no, que intervenga el Estado para paliar o limitar los efectos adversos que estas subidas están teniendo para las familias endeudadas por la compra de viviendas y lo que su acumulación podría causar al conjunto de la economía.
El elevado endeudamiento para la compra de vivienda que se ha producido en España en los últimos años tiene varias causas, la más evidente ha sido el bajo tipo de interés existente en los mercados, que en el caso español ha estado por debajo de la tasa de inflación; de hecho durante estos años pasados, el coste anual de las hipotecas se reducía cada año en relación a la renta de las familias, ya que al bajar los intereses bajaban las cuotas mientras que las rentas monetarias subían como consecuencia de la inflación. Este hecho resultó ser un argumento irresistible para los vendedores de pisos, que podían convencer a los compradores de que los pisos no eran tan caros como parecía, ya que lo que importa es lo que se paga todos los meses. Por otra parte, los créditos hipotecarios presentaban para la banca un gran mercado donde competir, de manera que rápidamente las distintas entidades buscaron la fórmula para dar las mejores condiciones posibles y atraer la mayor cantidad posible de clientes. El resultado ha sido alargar los plazos para bajar las cuotas o sobrevalorar las viviendas a fin de poder prestar por el valor total de la vivienda o incluso por encima para poder comprar los muebles, o cambiar el coche.
Pero todo ello no tiene por qué conducir a una situación grave, ya que los préstamos no se firman a la fuerza, ni con los ojos cerrados, por tanto si hay un sobreendeudamiento esto se debe a la ignorancia voluntaria de los firmantes, que no han querido preguntar qué importancia tenía la cláusula del interés variable, es decir, no han preguntado cuánto tendrían que pagar al mes si el tipo de interés subía al menos hasta el 5% o 6%, y eso en un crédito que va a tener que pagarse durante más de diez años es muy probable que ocurra. Es posible que los vendedores de pisos y los bancos no hayan hecho especial hincapié en este detalle, no sea que el cliente se lo pensara dos veces, pero la codicia, aunque muy posiblemente ya no forme parte de los pecados capitales, es lo que mueve una parte del mundo, especialmente el de los negocios, y esto es de conocimiento general. Cabe esperar que haya personas que no hayan calculado bien el lío en que se metían, pero teniendo presente que la sociedad actual es la más formada de la Historia, y que contamos con una legislación que ha eliminado gran parte de los abusos que los vendedores pueden infligir a los consumidores, estos casos no deberían ser muy numerosos, y por tanto el problema no sería muy grave. Conviene, también, tener presente que el impago de un crédito hipotecario no supone la ruina familiar, ya que la vivienda hipotecada es un activo que posee valor, y que por tanto puede ser vendido y con ello cancelar la hipoteca, sin que ello produzca una merma en los ingresos corrientes.
Y si como parece probable los tipos de interés siguen subiendo, ¿debería hacer algo el Estado? Antes de contestar me gustaría recordar una intervención previa en el mercado de la vivienda. Cuando en la posguerra la escasez de la vivienda y la inflación elevaron el precio de los alquileres, el Gobierno los congeló, y el resultado fue estupendo para los que entonces vivían en una vivienda de alquiler, pudieron disfrutar de ella por un precio cada año más bajo, dado que todo subía menos su alquiler, pero tuvo un efecto secundario indeseado: acabó con el mercado de alquiler en España. La congelación de alquileres junto con una legislación muy favorable a los inquilinos en los casos de impagos, desanimó a los inversores que hasta ese momento habían considerado la construcción de viviendas para alquiler una alternativa rentable frente a otras opciones. A partir de ese momento, los que buscaban una vivienda se encontraron con que el alquiler había dejado de ser una posibilidad razonable y el resultado es que el quería una vivienda tenía que comprarla. Antes de tocar las hipotecas hay que pensar bien en las consecuencias, no sea que los hipotecados actuales salgan muy beneficiados del negocio en que voluntariamente se han metido, pero acabe resultando que nadie se dedique al préstamo hipotecario en España, o lo haga en unas condiciones en que los futuros compradores de casas tengan que pagar los costes del arreglo actual.
Es preciso determinar hasta qué punto el Estado, es decir la sociedad, es responsable de decisiones tomadas libremente por los individuos. Las sociedades deben ser solidarias, ya que ello promueve la cohesión, y para eso tenemos eso que llamamos el Estado del bienestar, que provee una red de seguridad (bien es cierto que muy cara, por ser muy ineficiente, pero eso es otra cuestión). Pero, ¿hasta dónde el conjunto de la sociedad debe convertirse en un agente asegurador que cubre todos los riesgos, de manera que cuando alguien toma una decisión libremente y le sale mal se paga entre todos? Un Estado así fomenta el comportamiento oportunista y desincentiva el responsable, y no hay que discurrir mucho para saber cuál sería el futuro de una sociedad como esa
LAS últimas subidas de los tipos de interés de los créditos hipotecarios han hecho que surgieran voces pidiendo, cómo no, que intervenga el Estado para paliar o limitar los efectos adversos que estas subidas están teniendo para las familias endeudadas por la compra de viviendas y lo que su acumulación podría causar al conjunto de la economía.
El elevado endeudamiento para la compra de vivienda que se ha producido en España en los últimos años tiene varias causas, la más evidente ha sido el bajo tipo de interés existente en los mercados, que en el caso español ha estado por debajo de la tasa de inflación; de hecho durante estos años pasados, el coste anual de las hipotecas se reducía cada año en relación a la renta de las familias, ya que al bajar los intereses bajaban las cuotas mientras que las rentas monetarias subían como consecuencia de la inflación. Este hecho resultó ser un argumento irresistible para los vendedores de pisos, que podían convencer a los compradores de que los pisos no eran tan caros como parecía, ya que lo que importa es lo que se paga todos los meses. Por otra parte, los créditos hipotecarios presentaban para la banca un gran mercado donde competir, de manera que rápidamente las distintas entidades buscaron la fórmula para dar las mejores condiciones posibles y atraer la mayor cantidad posible de clientes. El resultado ha sido alargar los plazos para bajar las cuotas o sobrevalorar las viviendas a fin de poder prestar por el valor total de la vivienda o incluso por encima para poder comprar los muebles, o cambiar el coche.
Pero todo ello no tiene por qué conducir a una situación grave, ya que los préstamos no se firman a la fuerza, ni con los ojos cerrados, por tanto si hay un sobreendeudamiento esto se debe a la ignorancia voluntaria de los firmantes, que no han querido preguntar qué importancia tenía la cláusula del interés variable, es decir, no han preguntado cuánto tendrían que pagar al mes si el tipo de interés subía al menos hasta el 5% o 6%, y eso en un crédito que va a tener que pagarse durante más de diez años es muy probable que ocurra. Es posible que los vendedores de pisos y los bancos no hayan hecho especial hincapié en este detalle, no sea que el cliente se lo pensara dos veces, pero la codicia, aunque muy posiblemente ya no forme parte de los pecados capitales, es lo que mueve una parte del mundo, especialmente el de los negocios, y esto es de conocimiento general. Cabe esperar que haya personas que no hayan calculado bien el lío en que se metían, pero teniendo presente que la sociedad actual es la más formada de la Historia, y que contamos con una legislación que ha eliminado gran parte de los abusos que los vendedores pueden infligir a los consumidores, estos casos no deberían ser muy numerosos, y por tanto el problema no sería muy grave. Conviene, también, tener presente que el impago de un crédito hipotecario no supone la ruina familiar, ya que la vivienda hipotecada es un activo que posee valor, y que por tanto puede ser vendido y con ello cancelar la hipoteca, sin que ello produzca una merma en los ingresos corrientes.
Y si como parece probable los tipos de interés siguen subiendo, ¿debería hacer algo el Estado? Antes de contestar me gustaría recordar una intervención previa en el mercado de la vivienda. Cuando en la posguerra la escasez de la vivienda y la inflación elevaron el precio de los alquileres, el Gobierno los congeló, y el resultado fue estupendo para los que entonces vivían en una vivienda de alquiler, pudieron disfrutar de ella por un precio cada año más bajo, dado que todo subía menos su alquiler, pero tuvo un efecto secundario indeseado: acabó con el mercado de alquiler en España. La congelación de alquileres junto con una legislación muy favorable a los inquilinos en los casos de impagos, desanimó a los inversores que hasta ese momento habían considerado la construcción de viviendas para alquiler una alternativa rentable frente a otras opciones. A partir de ese momento, los que buscaban una vivienda se encontraron con que el alquiler había dejado de ser una posibilidad razonable y el resultado es que el quería una vivienda tenía que comprarla. Antes de tocar las hipotecas hay que pensar bien en las consecuencias, no sea que los hipotecados actuales salgan muy beneficiados del negocio en que voluntariamente se han metido, pero acabe resultando que nadie se dedique al préstamo hipotecario en España, o lo haga en unas condiciones en que los futuros compradores de casas tengan que pagar los costes del arreglo actual.
Es preciso determinar hasta qué punto el Estado, es decir la sociedad, es responsable de decisiones tomadas libremente por los individuos. Las sociedades deben ser solidarias, ya que ello promueve la cohesión, y para eso tenemos eso que llamamos el Estado del bienestar, que provee una red de seguridad (bien es cierto que muy cara, por ser muy ineficiente, pero eso es otra cuestión). Pero, ¿hasta dónde el conjunto de la sociedad debe convertirse en un agente asegurador que cubre todos los riesgos, de manera que cuando alguien toma una decisión libremente y le sale mal se paga entre todos? Un Estado así fomenta el comportamiento oportunista y desincentiva el responsable, y no hay que discurrir mucho para saber cuál sería el futuro de una sociedad como esa
