Es curioso...
Hasta hace cuatro días como quien dice la cosa, España ha estado exportando emigrantes por todas partes del planeta (Nos mismos tenemos familia en Argentina y en Suiza; también podría llamar emigración a la familia que tengo en Zárágózáaaa, en guandoca-lona, en Madriz-me-mata, en Galicia Caníbal... suma y sigue).
Sin embargo, hay enormes cantidades de españoles que no tienen idea de lo que sus genes les dirían si pudiesen hablar: que en materia de denominación de origen somos parientes cercanos de esos perros mil razas que todos conocemos y que yo tanto aprecio (son muy entrañables y, a menudo, cariñosísimos). Hay enormes cantidades de españoles mestizos que, de generaciones, llevan viviendo en su mismo pueblo y que, acaso, no conocen qué hay a más de 50 kilómetros de distancia del mismo.
Yo mismo me identifico (mutatis mutandis; es decir, salvando las distancias) con esa frase de Tuco: "Rubioooo ¿Sabes de quién eres hijoooo? Eres un hijo de mil padreeees? ¡Y todos tan bastardos como túuuuu!"
Son muchos de estos últimos españoles, que pertenecen a los que "no saben no contestan con excepción del uno equis dos. Somos los que no tienen biblioteca. Y somos más de un millón. Bastantes más de un millón", los que peor hablan de la inmi gración. Muchos de ellos han vivido con lo puesto, vestido abarcas y habitado en chozas hasta hace cuatro días... y, claro está, no saben qué es la empatía.
¿Qué es la empatía? Ver las fotografías de España hace poco más de 50 años (y en algunos casos bastante menos) y reconocer cómo las mujeres iban vestidas hasta los pies, con el pelo tapado y con velo; ver los niños descalzos, macilentos, sucios, personas de color como etnianos (oh, blasfemia); ver los hombres vestidos con el único traje de vestir que tenían y que había de ser el traje con que habrían de ser enterrados; ver esos pueblos de chozas inmundas, sin luz, sin agua corriente, sin calzada, con las gallinas, los cerdos, las ovejas y las cabras vagando libremente por las calles; ver que la gente se desplazaba en carros tirados por mulas o asnos; ver todo eso y reconocernos en lo que hemos sido.
Tanto aprender las listas de los reyes godos; tanto estudiar la historia a través de las batallas, las conquistas, las reconquistas, las victorias y derrotas de los ejércitos... nos ha convertido en renegados de nuestro propio y auténtico pasado.
¿Que los pagapensiones traen unas costumbres detestables? Pues ayudémosles a cambiarlas. Nuestros propios templos están llenos de meapilas; la conferencia episcopal tiene un lenguaje moral que no desmerece del de los talibán (sí, en singular es talib, y en plural talibán) y no quiero pensar a dónde iría a parar España si esta sociedad perfecta (que asi denominó el franquismo a la iglesia católica) extendiese sus doctrinas a toda nuestra sociedad. Nos estamos todavía liberando de nuestros propios atavismos. ¿Por qué no habríamos de continuar esta lucha y extenderla como ejemplo a quienes vienen de sociedades más atrasadas que la nuestra? Pues claro que los jovenlandeses son machistas: pero en España hay jovenlandeses más jovenlandeses que los mismísimos jovenlandeses. Fijaos si no en las estadísticas de maltratos y de crímenes pasionales (así los llamaban antes; ahora son violencia doméstica): día tras día, sin que haya ley que pueda combatirlo (sólo la educación podrá, y a largo plazo).
La inmi gración, en si, no es buena ni mala. Ya hemos visto sus efectos positivos y negativos... pero ¿no son muchos de los efectos negativos consecuencia de una mala gestión política? Por ejemplo, se ha obviado determinada inmi gración que, precisamente, traía consigo la delincuencia a gran escala. ¿Cuánto se habla de las mafias rusas de la Costa del Sol? Apenas, porque ello llevaría directamente a hablar de cómo la Costa del Sol se ha convertido en el lugar ideal para esas (y otras) mafias: y eso es como el viaje a Cuba, que hoy no toca.
Y ¿qué decir de los pelotazos financieros que se dan día tras día en este país? ¿De los monopolios disfrazados de libres competencias? ¿Del mal servicio que dan determinadas empresas a precios de escándalo? ¿De las comisiones bancarias? Y, claro está, ¿qué decir de quienes están detrás de la burbuja inmobiliaria, la gran estafa de principios del siglo XXI?
No lo olvidemos: "Una muerte es un crimen. Un millón de muertos, una estadística". Nos duele más que nos roben la cartera porque es nuestra cartera y nuestro dolor es individual. Pero si calculásemos cuánto, de qué manera y con qué impunidad se alzan fortunas a nuestras espalda, tal vez cambiaríamos de opinión.