J
Josec
Guest
¡AYYYY!
Se puede decir sin temor a la equivocación que la distancia que se
estableció el pasado miércoles entre Rajoy y Zapatero es la misma que separa
a un estadista de un chuflas. ¿Qué hace ese hombre presidiendo un Gobierno?
En la apariencia y en el tono, un cursi redomado. En el contenido, una
interminable oquedal ¿«Quo vadis», España, con este insensato al frente?. No
había más que mirar a la bancada socialista para interpretar la desazón que
sentía la mayoría de sus diputados. Para colmo de males, Manuela de Madre,
la onubense expulsada por Franco de Huelva y recibida por Franco con los
brazos abiertos en Barcelona. No se había visto nunca en un parlamento
democrático un debate tan desigual y tan rotundamente vencido por el
representante de la soledad, del aislamiento. Rajoy se los pasó a todos por
la cítara, no precisamente colgada de los árboles, como en la obra de
Antonio Gala. ¿Y Cataluña ha puesto su confianza en esta gente? El miércoles
no ganó Rajoy en el debate. Probablemente dio el primer paso para ganar las
próximas elecciones, que al ritmo que vamos, serán adelantadas. ¡Qué
sequedad de mente, qué incultura, qué superficialidad, qué cinismo, qué
páramo de ideas, qué mustio collado argumental! ¿Es cierto que ese hombre es
nuestro presidente del Gobierno? Además de matarnos, de herirnos, de sacar a
flor de piel nuestra cobardía, no saben los terroristas de Al Qaeda el daño
que nos hicieron a los españoles en el maldito 11-M. Porque de otra manera
un hombre como éste que nos gobierna no podría haber accedido ni a la
presidencia de su comunidad de propietarios. Que este hombre preside la
comunidad de propietarios del inmueble donde se ubica su piso, y se
desploman los ascensores, se caen las ventanas y se rompen las escaleras.
Este hombre, de ser capitán de la marina mercante, hunde su barco en los
cálidos caribes después de colisionar con un iceberg. Nunca hubo un iceberg
en el Caribe, pensarán ustedes. Tienen razón. No lo ha habido porque
Zapatero no ha sido capitán de la marina mercante. Este hombre va a
Groenlandia a capturar pingüinos y vuelve con una cacatúa de las selvas
tropicales. No hay cacatúas en Groenlandia. Pero el día que Zapatero, libre
de responsabilidades, viaje hasta allí para capturar pingüinos, se topa con
la cacatúa. Y si no, al tiempo. De ser director general de Tráfico, no
habría posibilidad de llegar jamás al destino. Para llegar a Sevilla habría
que pasar por La Coruña, y estaría a punto de ahogarse varias veces
inaugurando tramos de la autopista Madrid-Tenerife. Porque su osadía es
ilimitada, como su vacío, como su ignorancia, como su desmoronable ya
desmoronada-prepotencia. Rajoy estuvo inconmensurable. Jugó el Chelsea
contra catorce equipos y ganó. Claro que los equipos eran para mingitar y no
echar gota, y los entrenaba Zapatero. ¿Se figuran la desbandada de pasajeros
aterrorizados cuando la azafata les da la bienvenida en un vuelo cualquiera?
-Señores pasajeros: en nombre del comandante Rodríguez Zapatero les damos...
¡Ayyyy!.
Alfonso USSÍA
Se puede decir sin temor a la equivocación que la distancia que se
estableció el pasado miércoles entre Rajoy y Zapatero es la misma que separa
a un estadista de un chuflas. ¿Qué hace ese hombre presidiendo un Gobierno?
En la apariencia y en el tono, un cursi redomado. En el contenido, una
interminable oquedal ¿«Quo vadis», España, con este insensato al frente?. No
había más que mirar a la bancada socialista para interpretar la desazón que
sentía la mayoría de sus diputados. Para colmo de males, Manuela de Madre,
la onubense expulsada por Franco de Huelva y recibida por Franco con los
brazos abiertos en Barcelona. No se había visto nunca en un parlamento
democrático un debate tan desigual y tan rotundamente vencido por el
representante de la soledad, del aislamiento. Rajoy se los pasó a todos por
la cítara, no precisamente colgada de los árboles, como en la obra de
Antonio Gala. ¿Y Cataluña ha puesto su confianza en esta gente? El miércoles
no ganó Rajoy en el debate. Probablemente dio el primer paso para ganar las
próximas elecciones, que al ritmo que vamos, serán adelantadas. ¡Qué
sequedad de mente, qué incultura, qué superficialidad, qué cinismo, qué
páramo de ideas, qué mustio collado argumental! ¿Es cierto que ese hombre es
nuestro presidente del Gobierno? Además de matarnos, de herirnos, de sacar a
flor de piel nuestra cobardía, no saben los terroristas de Al Qaeda el daño
que nos hicieron a los españoles en el maldito 11-M. Porque de otra manera
un hombre como éste que nos gobierna no podría haber accedido ni a la
presidencia de su comunidad de propietarios. Que este hombre preside la
comunidad de propietarios del inmueble donde se ubica su piso, y se
desploman los ascensores, se caen las ventanas y se rompen las escaleras.
Este hombre, de ser capitán de la marina mercante, hunde su barco en los
cálidos caribes después de colisionar con un iceberg. Nunca hubo un iceberg
en el Caribe, pensarán ustedes. Tienen razón. No lo ha habido porque
Zapatero no ha sido capitán de la marina mercante. Este hombre va a
Groenlandia a capturar pingüinos y vuelve con una cacatúa de las selvas
tropicales. No hay cacatúas en Groenlandia. Pero el día que Zapatero, libre
de responsabilidades, viaje hasta allí para capturar pingüinos, se topa con
la cacatúa. Y si no, al tiempo. De ser director general de Tráfico, no
habría posibilidad de llegar jamás al destino. Para llegar a Sevilla habría
que pasar por La Coruña, y estaría a punto de ahogarse varias veces
inaugurando tramos de la autopista Madrid-Tenerife. Porque su osadía es
ilimitada, como su vacío, como su ignorancia, como su desmoronable ya
desmoronada-prepotencia. Rajoy estuvo inconmensurable. Jugó el Chelsea
contra catorce equipos y ganó. Claro que los equipos eran para mingitar y no
echar gota, y los entrenaba Zapatero. ¿Se figuran la desbandada de pasajeros
aterrorizados cuando la azafata les da la bienvenida en un vuelo cualquiera?
-Señores pasajeros: en nombre del comandante Rodríguez Zapatero les damos...
¡Ayyyy!.
Alfonso USSÍA