Decipher
¿¡Qué más dará!?
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Escribo por primera vez un pequeño artículo. Esta vez sobre el tema de las protestas en Francia.
En 1968 una ola de protestas por parte de los hijos de la burguesía inauguraba un nuevo orden mundial, las consecuencias de este movimiento no fueron evidentes a primera vista y sus repercusiones tardarían décadas en hacerse notar con fuerza. En la nueva era inaugurada por el mayo del 68 un nuevo poder y una nueva ideología emergieron, el nuevo poder era la clase universitaria, los hijos de los burgueses que más adelante se convertirían en la clase funcionarial y la ideología el “progresismo globalista”. Este formaría un consenso al que se atendrían no sin algunas reticencias tanto derecha como izquierda.
Las protestas de los gillets jaunes no ocurren en el vacío, sino que marcan una nueva etapa de un conflicto cuyos primeros escarceos han sido en el ámbito puramente democrático; el brexit, el fracaso del referéndum para integrar a las FARC en el sistema político colombiano, la elección de Trump, el resurgimiento de la derecha en toda Europa y el consiguiente hundimiento de la izquierda, el giro político en Italia, son las primeras andanadas en una lucha entre los sacrificados por esta nueva ideología; los perdedores de la globalización, los “deplorables”, tal y como lo expresase la infame Hillary Clinton, y los beneficiados por esta.
Hasta ahora las clases trabajadoras y medias han expresado democráticamente su descontento, tal y como les recuerdan los medios de comunicación, voceros de la ideología del progresismo globalista, “votando mal”, votando lo que no debían. A partir de ahora también han demostrado su disposición a luchar en las calles, no solo en las urnas. Habiendo perdido el voto y la calle al progresismo globalista ya solo le queda el recurso del pataleo, pero la batalla está perdida, la única cuestión es cuanto conflicto interno y tensiones deberemos sufrir hasta su derrota final.
En 1968 una ola de protestas por parte de los hijos de la burguesía inauguraba un nuevo orden mundial, las consecuencias de este movimiento no fueron evidentes a primera vista y sus repercusiones tardarían décadas en hacerse notar con fuerza. En la nueva era inaugurada por el mayo del 68 un nuevo poder y una nueva ideología emergieron, el nuevo poder era la clase universitaria, los hijos de los burgueses que más adelante se convertirían en la clase funcionarial y la ideología el “progresismo globalista”. Este formaría un consenso al que se atendrían no sin algunas reticencias tanto derecha como izquierda.
Las protestas de los gillets jaunes no ocurren en el vacío, sino que marcan una nueva etapa de un conflicto cuyos primeros escarceos han sido en el ámbito puramente democrático; el brexit, el fracaso del referéndum para integrar a las FARC en el sistema político colombiano, la elección de Trump, el resurgimiento de la derecha en toda Europa y el consiguiente hundimiento de la izquierda, el giro político en Italia, son las primeras andanadas en una lucha entre los sacrificados por esta nueva ideología; los perdedores de la globalización, los “deplorables”, tal y como lo expresase la infame Hillary Clinton, y los beneficiados por esta.
Hasta ahora las clases trabajadoras y medias han expresado democráticamente su descontento, tal y como les recuerdan los medios de comunicación, voceros de la ideología del progresismo globalista, “votando mal”, votando lo que no debían. A partir de ahora también han demostrado su disposición a luchar en las calles, no solo en las urnas. Habiendo perdido el voto y la calle al progresismo globalista ya solo le queda el recurso del pataleo, pero la batalla está perdida, la única cuestión es cuanto conflicto interno y tensiones deberemos sufrir hasta su derrota final.
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