«El olor a rojo es tan fuerte y típico que creo posible distinguir a un marxista y aún seguir su rastro con olfato poco ejercitado. El marxismo, religión de presidiarios, de fracasados, de envidiosos, de contrahechos, de vividores, de perezosos, de gente de cubil, tenía que oler así precisamente; a conciencia podrida, que huele peor que una ballena muerta, porque el marxismo materialista es una doctrina intestinal».
WFF