Ya el 8 de mayo de 1933 el rabino Stephen Wise, sionista y miembro del "Brains Trust" del presidente Roosevelt, manifestó, el 8 de Mayo de 1933: "Soy partidario de la Guerra Santa contra Hitler. ¡Quiero la Guerra!" (Edward Edmondsson: I Testify, pág 195).
El 3 de Enero de 1936, en un mensaje al Congreso, Roosevelt acusa simultáneamente al Japón, a Alemania y a Italia de "volver a la ley del sable, y a la concepción fantástica de que tienen una misión a cumplir en el mundo. Esto, los Estados Unidos no pueden permitir que suceda, en aras de la Democracia y la Paz Mundial". Roosevelt acusa a tres países, alejados por miles de kilómetros del suyo, de que creen que tienen una misión a que cumplir en el mundo, y unos segundos más tarde, en la misma frase, declara que los Estados Unidos "no lo pueden permitir", en nombre de "la Democracia y la Paz Mundial".
En Octubre de 1937, en el "Discurso de la Cuarentena", Roosevelt amenaza a Alemania, Italia y el Japón con sanciones económicas.
Otro aspecto del insólito "Discurso de la Cuarentena", es que Roosevelt divide al mundo en dos partes: la de los países belicosos (Alemania, Italia y el Japón) que representan el 10% de la población mundial, y la de los países "amantes de la paz", que representan el 90% restante. Entre tales países pacíficos figuran los Estados Unidos, Inglaterra y Francia, las tres potencias coloniales cuyos imperios ultramarinos se han gestado, como es lógico, tras docenas de guerra, y figura también la URSS, cuyo reconocimiento diplomático por parte de los Estados Unidos sólo se produjo en 1933, a la llegada de Roosevelt al poder.
En septiembre de 1938 Alemania tiene un acuerdo a falta de firmar con Polonia. Unos meses después Inglaterra ofrece a Polonia un cheque en blanco falso.
Si Alemania ofrece el reconocimiento de unas fronteras, un pacto de Amistad y un Tratado Comercial, a cambio de una vía férrea extraterritorial y una autopista, así como el paso de la "Ciudad Libre de Dantzig" al Reich, Inglaterra ofrece más; es decir: la garantía de las fronteras polacas y un préstamo de veinticinco millones de libras sin intereses, a devolver en diez años, mientras los Estados Unidos, por intermedio de su embajador itinerante William C. Bullitt, ofrecen financiar, casi gratuitamente, la puesta a punto de la minería polaca y de su incipiente industria química. Polonia no deberá tolerar el tránsito alemán por su territorio y Dantzig continuará siendo libre. Aunque, con el tiempo, tal "libertad" es imposible, y más teniendo en cuenta que, rodeada por territorio de soberanía polaca, la tendencia natural será, irreversiblemente, de convertirse igualmente en posesión polaca. En una palabra, la propuesta de garantía inglesa le llega al Coronel Beck con gran oportunidad y ve enseguida las ventajas que puede obtener: escapar a las conversaciones con Hitler y, en vez del apoyo alemán, obtener el apoyo inglés, francés y ruso, más el no oficial, pero seguro, apoyo de la América de Roosevelt.