JUAN CARLOS, GEO QUE PARTICIPÓ EN LA OPERACIÓN DEL PISO DE LEGANÉS: «TORRONTERAS LE GRITABA: '¡QUIETO, NO TE MUEVAS!'... Y A CONTINUACIÓN, ¡BOOM!»

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Juan Carlos (prefiere que sólo se conozca su nombre de pila) es inspector de Policía y la mayor parte de sus muchos años de servicio los ha pasado en el Grupo Especial de Operaciones (GEO). El 3 de abril de 2004 fue uno de los agentes de este grupo de élite que entró en el edificio de Leganés de la calle Carmen Martín Gaite en el que estaban atrincherados buena parte de los autores de la matanza del 11-M. En esa operación murió su buen amigo Francisco Javier Torronteras, al que alcanzó de lleno la terrible explosión provocada por los terroristas cuando, al verse acorralados, detonaron sus cinturones con Goma 2 Eco que llevaban adosados a sus cuerpos. Rompe su silencio con ABC sólo como homenaje al compañero caído.



-¿Cómo vivió el GEO el 11-M?

-Mi primera noticia la tengo cuando voy hacia el cuartel a trabajar y escucho en la radio del coche que acaba de producirse una explosión en una estación en Madrid. Todo era confuso, no recuerdo la emisora pero sí decir al periodista que se hablaba de ¡un muerto! Nos fuimos a realizar la actividad física y cuando regresamos nos enteramos de que había muchas víctimas, de las explosiones en varias estaciones, etc. Aquí, en Guadalajara, había mucha preocupación, pues todos tenemos familiares y amigos que a diario cogen los trenes de cercanías para ir a Madrid. Los operativos del GEO que ese jueves trabajamos seguimos con nuestra rutina normal. Nos llamó la atención que no nos mandasen a algún grupo de alerta a Madrid, por si se nos requería para algo estar disponibles más cerca con nuestro material preparado. Pero no, seguimos con unas prácticas que recuerdo que aquel día en mi grupo eran sobre secuestro. Hacía el papel de «malo» y me llevaban tras mi detención engrilletado en una furgoneta cerca de Azuqueca de Henares cuando unos agentes locales nos identificaron. Les llamó la atención que fuéramos policías nacionales y que con la que estaba cayendo hiciésemos prácticas en lugar de otro tipo de labor. Terminamos la jornada y cerca de la tres de la tarde nos fuimos a casa. Vinieron los días posteriores, la tragedia, el duelo, las elecciones generales... De lo que iba pasando nos enterábamos por la prensa. Había detenciones, los locutorios, etc, iban haciéndose cosas pero con el GEO no se contaba para nada. Nosotros seguíamos con nuestra rutina, entrenamientos y preparados para intervenir.
-¿En qué momento los activan el 3 de abril? ¿Qué es lo que les dicen?
-Aquel sábado yo empezaba mi turno de vacaciones de Semana Santa, pero esos días se juntaron varios servicios y teníamos mucha actividad. El Grupo de Alerta había salido en misión y quedaban pocos operativos disponibles en base por si surgía otra cosa. Algunos teníamos la costumbre en estos casos, si no íbamos a viajar, de dejar al compañero del servicio de Control Operativo el nombre en una lista para quedar disponibles si hacíamos falta. Yo me iba a ir a mi tierra con mi familia al día siguiente, por lo que comuniqué que podían avisarme si surgía algo. Así fue. Cuando me llamaron a media tarde de aquel sábado estaba en el cumpleaños de un sobrino. Se nos requería urgentemente en la base. En unos diez minutos llegué al cuartel. Como teníamos las bolsas con el material ya preparado, solo tuvimos que meterlas en los vehículos y salir. Lo único que nos dijeron fue que a la mayor brevedad posible nos dirigiéramos a Leganés. En aquellos años no llevábamos navegadores en los vehículos ni los móviles eran lo que son ahora. Lo único que teníamos a efectos de ayuda para entrar en la zona caliente era una guía Campsa. Fuimos a todo lo que daban los vehículos. Por el camino nos indicaron por teléfono que nos dirigiéramos a la zona de Zarzaquemada. Yo tenía un primo que vivía por allí y le llamé para que me indicase la forma más rápida de entrar desde la radial. Me lo dijo y de paso me adelantó que estaba habiendo mucho movimiento policial, cortes de calles, helicóptero, etc, por lo que supusimos que se avecinaba una buena. Cerca de la calle Carmen Martín Gaite, ya vimos el gran despliegue policial a montado y que se encontraba por allí gran parte de la cúpula policial. Los operativos del GEO nos reagrupamos según llegábamos e intentamos recabar toda la información posible, como siempre.

-¿Qué recuerda de la intervención?
-Recuerdo muchas cosas, aunque algunas las he ido rescatando de la memoria con el paso de los años. Memoria retrógada, escuché en cierta ocasión a una psicóloga que lo llamaban. Y a mí sí me ha ocurrido. Valoramos varias formas de intervención, en concreto tres. La que al final se eligió, analizando después lo ocurrido, creo que fue la más acertada. El jefe de la Unidad, que estaba con nosotros, nos reunió y nos dijo que era la situación más complicada por la que había pasado el GEO. Que si alguno no quería participar en la posible operación, era libre de hacerlo. Ninguno nos negamos, a pesar de la lógica preocupación. Un vecino del piso donde se encontraban nos dijo que llevaban horas con cánticos y frases en árabe. Según nos dijeron, se había evacuado todo el edificio, cortado agua, luz, etc, y se puso en funcionamiento un potente inhibidor de frecuencias. Pidieron que dos fuésemos al sótano del edificio a cortar cableado de un cuadro eléctrico. Entre otro compañero y yo lo hicimos con nuestras navajas tácticas. Cuando terminamos y volvimos a reunirnos con el resto del equipo, nos dijeron que ya se había dado la orden de que teníamos que actuar.
La calle Carmen Martín Gaite, de Leganés, donde los cuatro terroristas del 11M que se escondían se inmolaron días después del atentado en la actualidad

La calle Carmen Martín Gaite, de Leganés, donde los cuatro terroristas del 11M que se escondían se inmolaron días después del atentado en la actualidad EFE
-¿Cuáles fueron los siguientes pasos?
-Nos fuimos a recoger el escudo de protección balística al todo terreno donde lo guardábamos y terminamos de equiparnos con los cascos, etc. Como ya dije optamos por la forma de intervención que pensamos más apropiada. Unos compañeros colocaron una carga explosiva en la puerta del piso y a una distancia más lejana de lo habitual por si tenían los explosivos cerca de ella y estallaban por 'simpatía'. La volamos y nos colocamos lo más rápido posible en los alrededores; descansillo, escaleras, etc, para comenzar un registro. Un asalto convencional, con la sorpresa rota hacía horas, no procedía, hubiésemos reventado todos. Subí el segundo a la carrera y me coloqué en el descansillo superior junto con otros dos compañeros para cubrir con los MP5 la entrada de la vivienda, mientras el resto formaba una hilera por la parte inferior. Según pasé junto a la puerta oí que hablaban alocadamente en árabe o algún dialecto joven; daba la impresión de que discutían... Cuando estábamos todos bien posicionados se les conminó a que salieran. Ellos nos disparaban y nos incitaban a entrar, con gritos como «¡entrad lactantes!». Como no nos hacían caso y no salían, y tampoco había rehenes, nos pusimos las máscaras y se lanzaron varios cartuchos de gas al interior para que saliesen y pudiésemos detenerlos.
«Nos temimos lo peor... Pero qué vas a hacer, apretar los dientes y cumplir lo mejor posible el protocolo de intervención»

-¿Existía una sensación especial de peligro?
-Por supuesto, desde un principio y cada vez mayor. Personalmente se elevó esta sensación más todavía cuando ellos, tras los disparos por su parte y el gas nuestro, nos dicen que va a salir un emisario. Ahí nos temimos lo peor... Pero qué vas a hacer, apretar los dientes y cumplir lo mejor posible el protocolo de intervención, evitando entrar en pánico. Le dijimos que se desnudara, que saliese sin ropa. Al momento escuche a Javier (Torronteras), que tenía en ese momento el escudo, que gritaba «¡quieto, para, no te muevas!», y a continuación.. ¡Boom!.
-¿Cómo son los movimientos posteriores a la explosión?
-Salimos todos despedidos por la onda expansiva. En mi caso caí hacia atrás, reboté con la pared y me quedé sentado de ojo ciego en el suelo. De los dos compañeros que estaban conmigo, el de la izquierda se quejaba de dolor en el brazo. Hasta el casco se le había salido de la cabeza. El de mi derecha buscaba su MP5 entre la escombrera. Me quité la máscara antigás para hablar con el resto del equipo, que estaba unos metros más abajo. Una mezcla de humo, polvo y gas me sacudió de lleno. Les grité que si me oían y nadie me contestó. Creí que estaban todos muertos. Días después alguno me dijo que con los tímpanos como habían quedado, no habían escuchado nada. Viendo los cascotes que había por las escaleras y pensando que el edificio se iba a ir abajo en cualquier momento, decidimos los tres subir hacia la terraza, gateando como pudimos y ayudándonos entre nosotros. La onda expansiva había rebotado hacia arriba por el hueco de las escaleras y hasta la puerta metálica de salida de la terraza se había desencajado.
Cuando salimos nos vino de maravilla respirar aire fresco. Uno cubría la puerta por si subía algún terrorista. Al asomarnos a la calle, nos preguntaron desde abajo a gritos que cuántos estábamos. Dijimos que tres y nos quedamos allí. Luego nos contaron que los compañeros de la UIP que tenían montado el anillo de francotiradores, al no poder haberlo montado nosotros por falta de efectivos, nos tuvieron en las miras al salir a la terraza. Menos mal que se portaron como auténticos profesionales y a nadie se le 'alegró' el dedo... Intenté hablar por teléfono con mi mujer, pero el inhibidor seguía activo y no pudo establecerse la llamada. Luego vinieron los bomberos y con una grúa con cajón nos bajaron a los tres.
-¿Cómo se vive una situación así?
-Tenía la sensación de que todo había transcurrido en mucho más tiempo del que en realidad fue. Se conoce como «dilatación temporal», un estado en el que parece que todo pasa a cámara lenta, debido al estrés. Más adelante nos fuimos enterando del número de terroristas que había en el piso, lo que había sucedido horas antes cuando uno que bajó a tirar la sarama 'mordió' a los compañeros que andaban por allí tras ellos y escapó, si había habido llamadas previas de familiares de alguno de ellos...
Reitero que la opción que elegimos, de entre varias, creo que fue la más acertada. Posteriormente, y ya con mucha más información, se dijo que por qué aprovechando que en el edificio desalojado solo estaban ellos, no había vecinos ni rehenes, luz, gas, agua, telefonía, todo cortado, no se había hecho un buen cerco con francotiradores incluidos y haber esperado, pues no había prisa. Las quinielas se aciertan con facilidad los lunes. Si hubo una prisa especial por actuar con la información que se tenía, no me corresponde responder a esa cuestión. Nosotros, los operativos del GEO, nos limitamos a obedecer lo mejor que pudimos.
«Un vecino del piso donde se encontraban nos dijo que llevaban horas con cánticos y frases en árabe»

-¿Cuándo se dan cuenta de que ha muerto un compañero?
-Nada más llegar abajo, a la calle, y mientras nos llevaban a un hospital de campaña que habían montado, me crucé con un compañero y con la mirada nos valió. Me dijo que había muerto Javier y que a otros los habían llevado de urgencia al hospital. Al resto nos atendieron en primera instancia en dicho hospital de campaña y luego nos llevaron a Guadalajara otros compañeros para hacernos más pruebas.
-¿Qué supuso la profranación de la tumba de Torronteras?
-Un gran jarro de agua fría. Una gran pena y una humillación. Puedes entender, por mucho que duela, que en una operación como la de aquel 3 de abril se asuman pérdidas humanas. Al fin y al cabo el GEO es una Unidad táctica antiterrorista, con pruebas de acceso exigentes, un curso de siete meses intenso y muy selectivo. Todo para que si llega el día y hay que responder, lo hagamos de la mejor manera. Pero la profanación fue un acto de total cobardía y maldad hacia Javier, su familia, compañeros y amigos.
-¿Qué supuso la fin de Francisco Javier Torronteras para el GEO?
-Una gran pérdida; era una persona muy querida, un buen compañero que llevaba años en la Unidad y con el que había compartido mucho.
-¿Cómo era su compañero desde el punto de vista profesional?
-Era un subinspector con mucha experiencia, con un gran currículum, muy condecorado por las numerosas operaciones en las que había participado: contra comandos etarras, delincuencia organizada, misiones de protección de diplomáticos en embajadas... Era un gran operativo. Me unía también a él nuestra común afición por las artes marciales, hicimos juntos cursos de instructores de defensa personal policial y formado parte de un equipo de kick-boxing que teníamos algunos operativos entrenando por las tardes.

-¿Se sintieron apoyados?
-En general, sí. Sobre todo por los compañeros de la Unidad, familiares y amigos. Pero también hubo críticas por haber actuado de esa manera, con esa prisa. Empezaron a salir 'ingenieros' por todos los lados. Nos condecoraron y muchos se alegraron y nos felicitaron, pero otros demostraron con sus comentarios envidia. Me gustaría haberlos visto en esa situación. Un año después nos atendieron en la Dirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo donde una trabajadora social, Ana María Cornejo, se sorprendió de que no hubiésemos ido antes. Lo hicimos cuando nos dijeron. Se volcó. Nos había querido recibir desde el principio pero alguien, desconozco el motivo, lo demoró. Ana María, que repito, se portó de maravilla, nos ofreció la ayuda de las asociaciones. Estoy en dos: la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11M y a la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Nos han ayudado con psicólogas, programas sociales, cursos, talleres...

 
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