pacomer
Será en Octubre
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Semana Santa. La tradición nacionalcatólica hispanistaní impone en la estética y el contenido unos pasos y unas homilías, que poco tienen que ver con el galileo histórico crucificado por sedicioso político contra Roma y peligro ambulante contra la casta sacerdotal saducea.
Este galileo, seguidor de Juan Bautista, la auténtica superstar del momento. Era un tekton, un proleta rodeado de la miseria del momento: campesinos arruinados por la explosión de una burbuja de fincas agricolas, burbuja cuyos principales beneficiarios y promotores fue la misma casta sacerdotal saducea, que acumulaban grandes capitales que luego prestaban, a pesar de la prohibición contenida en el deuteronomio al respecto. Un galileo, Jesús, rodeado de masas famélicas en paro, que vagabundeaban por la Palestina del siglo I en busca de curro como aparceros, o en su defecto, algo que llevarse la boca. Campesinos que aún trabajaban o conservaban alguna parcela de tierra, que tenían que pagar los impuestos de siempre a la casta del Templo, más encima, los nuevos impuestos al invasor romano, quedándose prácticamente al borde de la subsistencia.
A todo este público rural esquilmado, empobrecido y desencantado se dirigía Jesús con un mensaje revolucionario y una promesa de justicia inmediata: Los que sois perseguidos y no teneis ni un mendrugo que echaros a la boca por culpa de los castuzos, vais a ser vengados y Dios mismo intervendrá a nuestro favor para instaurar un nuevo orden mundial en el que el que ahora no tiene nada, lo tendrá todo, y el castuzo será castigado. Un nuevo orden, donde la propia naturaleza se renovará, en una especie de palingenetica, y las tierras producirán frutos y comida como nunca.
Este mensaje era sin duda peligrosísimo, pues detrás del ropaje religioso, se escondía un movimiento revolucionario político -así ocurría en la antiguedad- donde lo religioso no se podía desligar de lo político. El incidente del Templo, colmó la paciencia de la Casta sacerdotal, y atrajó la atención de Pilato, un sanguinario prefecto romano que según Flavio Josefo y Filón de Alejandría mandó a cientos a la cruz sin juicio alguno- y Jesús considerado un peligro político anticastuceril de primera magnitud es eliminado de la forma más cruel posible para que siente un ejemplo atroz sobre un pueblo vapuleado y escarmentado.
Lo cínico de todo este asunto es que las castas de ayer y hoy, y fundamentalmente la hispanistaní, usen a un personaje que las hubiera flagelado para hacer propaganda de su ideología ultraconservadora y castuceril.
Este galileo, seguidor de Juan Bautista, la auténtica superstar del momento. Era un tekton, un proleta rodeado de la miseria del momento: campesinos arruinados por la explosión de una burbuja de fincas agricolas, burbuja cuyos principales beneficiarios y promotores fue la misma casta sacerdotal saducea, que acumulaban grandes capitales que luego prestaban, a pesar de la prohibición contenida en el deuteronomio al respecto. Un galileo, Jesús, rodeado de masas famélicas en paro, que vagabundeaban por la Palestina del siglo I en busca de curro como aparceros, o en su defecto, algo que llevarse la boca. Campesinos que aún trabajaban o conservaban alguna parcela de tierra, que tenían que pagar los impuestos de siempre a la casta del Templo, más encima, los nuevos impuestos al invasor romano, quedándose prácticamente al borde de la subsistencia.
A todo este público rural esquilmado, empobrecido y desencantado se dirigía Jesús con un mensaje revolucionario y una promesa de justicia inmediata: Los que sois perseguidos y no teneis ni un mendrugo que echaros a la boca por culpa de los castuzos, vais a ser vengados y Dios mismo intervendrá a nuestro favor para instaurar un nuevo orden mundial en el que el que ahora no tiene nada, lo tendrá todo, y el castuzo será castigado. Un nuevo orden, donde la propia naturaleza se renovará, en una especie de palingenetica, y las tierras producirán frutos y comida como nunca.
Este mensaje era sin duda peligrosísimo, pues detrás del ropaje religioso, se escondía un movimiento revolucionario político -así ocurría en la antiguedad- donde lo religioso no se podía desligar de lo político. El incidente del Templo, colmó la paciencia de la Casta sacerdotal, y atrajó la atención de Pilato, un sanguinario prefecto romano que según Flavio Josefo y Filón de Alejandría mandó a cientos a la cruz sin juicio alguno- y Jesús considerado un peligro político anticastuceril de primera magnitud es eliminado de la forma más cruel posible para que siente un ejemplo atroz sobre un pueblo vapuleado y escarmentado.
Lo cínico de todo este asunto es que las castas de ayer y hoy, y fundamentalmente la hispanistaní, usen a un personaje que las hubiera flagelado para hacer propaganda de su ideología ultraconservadora y castuceril.