Que fruta era.
No hablaba español. La primera vez que nos vimos, a Eveline le dio un ataque de calambres en el shishi. ¿Qué te pasa?¿Necesitas ir al servicio? Parecía que se estuviera meando. Se doblaba y se echaba las manos al shishi. Tenia contracturas vaginales. Estaba avergonzada. Yo no podía creer lo que estaba viendo. Se me puso durísima. Clic.
Yo sabía como ella era. 21 años. Modelo. Desde los 16 años había estado viajando por Asia como modelo. allí soy una Diosa, decía. En mi pais soy una chica normal. Ella me enseñó a defenderme con el inglés. A los 21 años había visto más mundo del que yo nunca veré. Todo me lo contó en inglés.
El primer día que coincidimos por la casa ya le vi el shishi. Llevaba un pijama corto, un short y no llevaba ropa interior debajo. Cuando subió las escaleras para tender su ropa pude ver abrirse un poco su prieto coñito depilado. La combustión fue espontánea. Eso Eveline sabia hacerlo bien. Sabia hacerte entrar en calor. Clavaba el papel de Lolita y le ponía hacerlo.
La mu cerdita tenia novio, un chaval de su misma edad, igual a ella. Había buscado un espejo para verse mejor. Ella no era guapa y ya, simplemente. Era bella. Lo tenia todo. Tenia inteligencia, una buena familia, era culta, graciosa y el aspecto físico de un ángel. Etéreo. Decía que era mala persona. Simplemente era perversa.
Seguí una estrategia a rajatabla, casi militar, para meterla en mi cama. No echarle ni fruta cuenta. Ella al calentarme se calentaba. Y tenia que calentarse mucho. Primero vino a la playa con otros compañeros. Y le gustó. Se sintió una perrita detrás mia. Le gustaba eso. Le gustaba yo. Le gustaba estar conmigo. No intenté nada con ella. A la semana le escribí desde la playa, le envié fotos, tentándola, invitándola, sin más doblez en la propuesta que la propia propuesta y ahí me envió un mensajito con el emoji de un diablo juguetón
Si, me quiero ir a la playa.
Al volver, compré buenos vinos y bebimos. Siempre que me la follé me la ame con ella alegre y medio borracha. La primera vez que la tuve en mi cama tumbada, con esa piel tan tersa, tan fina y ese cuerpo turgente y perfecto sentí que yo era viejo, una animal viejo, un árbol ya crecido y ella un cervatillo que comía hierva fresca a mis pies.
Le hice un masaje despacio. Sin prisas. Aún no nos habíamos besado. Le quité el sujetador, con deleite, por detrás. Estaba abandona a mis manos. Le bajé los pantalones un poco para tener acceso a su ojo ciego. Se los bajé con delicadeza pero con violencia. Sin pensar si quería o no, ni decirle hasta donde se los iba a bajar. La unté de aceite. Le di un masaje siguiendo los pasos de la escuela. Cuando estaba abandonada le puse mi paquete duro en el ojo ciego para que sintiera mi erección. Y poco a poco me acerqué a su mejilla por detrás, poniendole mi pecho entero, mi cuerpo en su espalda, suavemente. Dulcemente empecé a deborar ese melocotón.
A ella le daba vergüenza besarme y cerraba los ojos. Apagué la luz. Lo que sentía en el pecho era fuego. Estábamos ardiendo. Se quedó en braguitas. En mi cama. Abrazada a mi. Ella me decía algo en Inglés pero no la entendía. Me lo repetía. No la entendía. Volvía a repetirmelo y seguia sin entenderlo. Cogió el teléfono, escribió allí y me lo enseño:
"Esto para mi no es un juego, es importante".
Me conmovió leer eso en esa pantalla efímera, en el traductor de google. No pude sino abrazarla. Su engaño había sido completo.
No hablaba español. La primera vez que nos vimos, a Eveline le dio un ataque de calambres en el shishi. ¿Qué te pasa?¿Necesitas ir al servicio? Parecía que se estuviera meando. Se doblaba y se echaba las manos al shishi. Tenia contracturas vaginales. Estaba avergonzada. Yo no podía creer lo que estaba viendo. Se me puso durísima. Clic.
Yo sabía como ella era. 21 años. Modelo. Desde los 16 años había estado viajando por Asia como modelo. allí soy una Diosa, decía. En mi pais soy una chica normal. Ella me enseñó a defenderme con el inglés. A los 21 años había visto más mundo del que yo nunca veré. Todo me lo contó en inglés.
El primer día que coincidimos por la casa ya le vi el shishi. Llevaba un pijama corto, un short y no llevaba ropa interior debajo. Cuando subió las escaleras para tender su ropa pude ver abrirse un poco su prieto coñito depilado. La combustión fue espontánea. Eso Eveline sabia hacerlo bien. Sabia hacerte entrar en calor. Clavaba el papel de Lolita y le ponía hacerlo.
La mu cerdita tenia novio, un chaval de su misma edad, igual a ella. Había buscado un espejo para verse mejor. Ella no era guapa y ya, simplemente. Era bella. Lo tenia todo. Tenia inteligencia, una buena familia, era culta, graciosa y el aspecto físico de un ángel. Etéreo. Decía que era mala persona. Simplemente era perversa.
Seguí una estrategia a rajatabla, casi militar, para meterla en mi cama. No echarle ni fruta cuenta. Ella al calentarme se calentaba. Y tenia que calentarse mucho. Primero vino a la playa con otros compañeros. Y le gustó. Se sintió una perrita detrás mia. Le gustaba eso. Le gustaba yo. Le gustaba estar conmigo. No intenté nada con ella. A la semana le escribí desde la playa, le envié fotos, tentándola, invitándola, sin más doblez en la propuesta que la propia propuesta y ahí me envió un mensajito con el emoji de un diablo juguetón
Si, me quiero ir a la playa.
Al volver, compré buenos vinos y bebimos. Siempre que me la follé me la ame con ella alegre y medio borracha. La primera vez que la tuve en mi cama tumbada, con esa piel tan tersa, tan fina y ese cuerpo turgente y perfecto sentí que yo era viejo, una animal viejo, un árbol ya crecido y ella un cervatillo que comía hierva fresca a mis pies.
Le hice un masaje despacio. Sin prisas. Aún no nos habíamos besado. Le quité el sujetador, con deleite, por detrás. Estaba abandona a mis manos. Le bajé los pantalones un poco para tener acceso a su ojo ciego. Se los bajé con delicadeza pero con violencia. Sin pensar si quería o no, ni decirle hasta donde se los iba a bajar. La unté de aceite. Le di un masaje siguiendo los pasos de la escuela. Cuando estaba abandonada le puse mi paquete duro en el ojo ciego para que sintiera mi erección. Y poco a poco me acerqué a su mejilla por detrás, poniendole mi pecho entero, mi cuerpo en su espalda, suavemente. Dulcemente empecé a deborar ese melocotón.
A ella le daba vergüenza besarme y cerraba los ojos. Apagué la luz. Lo que sentía en el pecho era fuego. Estábamos ardiendo. Se quedó en braguitas. En mi cama. Abrazada a mi. Ella me decía algo en Inglés pero no la entendía. Me lo repetía. No la entendía. Volvía a repetirmelo y seguia sin entenderlo. Cogió el teléfono, escribió allí y me lo enseño:
"Esto para mi no es un juego, es importante".
Me conmovió leer eso en esa pantalla efímera, en el traductor de google. No pude sino abrazarla. Su engaño había sido completo.
Última edición:
