El sesgo de género en la sanidad: "Lo más fácil es llamarnos locas por nuestros problemas de salud"

Vlad_Empalador

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Así funciona el sesgo de género en la sanidad: «É moito máis doado chamarnos tolas»
Tamara Montero
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María Pedreda
Unas jornadas del Consello da Cultura y la Valedora do Pobo analizarán en Xinzo cómo la medicina invisibiliza a las mujeres. «El 50 % de la población tiene peor atención sanitaria» porque sus síntomas ni se estudian, ni se reconocen
19 ago 2022. Actualizado a las 05:00 h.
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Cuando a Sabela Landín le pusieron el Essure, en Estados Unidos ya se acumulaban los testimonios de mujeres que relataban una serie de síntomas tras la implantación del dispositivo, que se usaba como método anticonceptivo. «Imaxínate o que lle teriamos aforrado a moitas mulleres se isto trascendese aquí no 2010», dice desde el otro lado del teléfono la presidenta de la Asociación de Afectadas del Essure en Galicia (hay unas 1.600 con el dispositivo en Galicia, según sus cálculos) y que todavía hoy sufre secuelas.

La suya es una historia de «invisibilización absoluta», uno de los ejemplos con los que la Valedora do Pobo y el Consello da Cultura analizarán el próximo 23 de septiembre en Xinzo de Limia el sesgo de género en sanidad y cuyas consecuencias resume en una sola frase Jennifer Medina Miralles, enfermera especialista en enfoque de género y divulgadora en redes (@enf_genero):si la sintomatología de las mujeres no se estudia, no es parte de la teoría con la que se forma a la profesión sanitaria. «Es un problema del sistema sanitario, que no nos reconoce. Al no reconocernos, el 50 % de la población tiene peor atención sanitaria».
De falta de reconocimiento es de lo que trata precisamente el trabajo de fin de grado de Sara González Veiga, que se centraba en las consecuencias de la exposición al amianto de las mujeres de Ferrol y en como han pasado desapercibidas tanto para la sanidad como para la seguridad social: en España solo se reconocen como enfermedades laborales las que afectan a hombres y mujeres, pero no el cáncer de ovario, que en estudios en otros países sí se ha demostrado que tiene relación directa. Son profesiones muy masculinizadas, así que las estadísticas de mujeres son residuales y por tanto, no se estudian.
Y desde luego, el relato de Landín de la peregrinación por diversos servicios hospitalarios para intentar dar con la causa de sus síntomas (fatiga extrema, dolores articulares, cambios en la menstruación, mareos, ataques de asma, pérdida de capacidad pulmonar...) habla de eso, de falta de reconocimiento. «Dinche que todo o teu problema é que tes menopausia e depresión, co que che medican».
Sabela Landín tardó siete años en que le retiraran un dispositivo que no quería implantarse en el primer momento: prefería que su pareja se hiciese la vasectomía o una ligadura de trompas. Y ahí entra otro gran asunto: la violencia obstétrica. Porque su relato se inicia en una consulta en la que disuadieron al hombre de la vasectomía y le recomendaron el Essure a ella. No quiso y reclamó una ligadura, que también le negaron por ser demasiado joven. «Dicíanme que se cadra querería ter máis fillos,que era moi nova».

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«Hay una banalización de la sintomatología de las mujeres», lamenta Medina Miralles, que habla algo así como «una luz de gas con nuestros síntomas y nuestras vivencias». Se le resta importancia en muchas ocasiones y eso ha llevado también a que las propias mujeres no se reconozcan como enfermas, que resten importancia a cómo se sienten, explica.
Y además, no se ha investigado. No solo en las patologías que solo afectan al sesso femenino, como es el caso del Essure, del cáncer de ovario provocado por el amianto y de la fibromialgia, que ni siquiera se consideraba una enfermedad real. Ocurre en todo: por ejemplo en la prueba de medicamentos. El ciclo sensual y hormonal afecta a la eficacia de los tratamientos, por lo que la mayor presencia masculina en los ensayos ensombrece los efectos en las mujeres. ¿El último caso? La banderilla del cobi19, que produce alteraciones menstruales.
Ocurre también en muchas otras enfermedades. Otro ejemplo. Los síntomas del infarto que conoce mayormente la población son los que sufren los hombres. A las mujeres, por ejemplo, no les duele el brazo. Y eso impide reconocer su propia dolencia.
Si no hay investigación, no se diagnostica. Esa es una de las patas que sustentan en androcentrismo sanitario: las mujeres están infradiagnosticadas. «¿Cómo puede ser que venga una mujer a la consulta de primaria o la atienda en casa y la respuesta a su dolor sea que exagera?», se lamenta Medina Miralles, que habla de una autocrítica necesaria en una profesión en la que existe el sesgo inconsciente: «Te forman y tú lo llevas a la práctica. La rutina sigue y tú no eres consciente de ese sesgo hasta que alguien o algo te hace ver que no estas dando la respuesta correcta o estás medicando a una paciente y quizá a su marido no medicarías de la misma manera».
A los ansiolíticos y a los tratamientos psiquiátricos fueron derivadas muchas de las mujeres víctimas del Essure. «É máis doado chamarnos tolas», lamenta Sabela Landín. Y es entonces cuando llega otra pata. Como no se diagnostica, se busca una respuesta farmacológica. Así que las mujeres están muchas veces sobremedicadas.
Un estudio en el País Vasco ha demostrado que hay una tendencia mayor a pautar antidepresivos a mujeres que a hombres y que además, a ellas se le hacen menos pruebas diagnósticas de imagen y analítica antes de recurrir al tratamiento psiquiátrico.
Y después, está el factor social. El género, que impone una serie de roles a las mujeres: sumisión, cuidados. Y trabajo doméstico, porque las mujeres se veían afectadas por el amianto, por ejemplo, lavando la ropa de sus maridos. Así que el género es un factor crítico en la atención sanitaria. Y en la invisibilización de la mujer en el sistema.
«Se se mirase a profesión dos seus homes, seguro que moitos cancros de mulleres en Ferrol terían que ver co amianto». Lo dice convencida Sara González Veiga, que habla de una doble discriminación en el caso de las mujeres afectadas por el amianto en Ferrol: la primera tiene que ver con la falta de reconocimiento de su enfermedad al no ser trabajadoras y la segunda la falta de cualquier tipo de prestación porque su trabajo es doméstico. No remunerado. No reconocido.
Y no solo eso. El trabajo de González Veiga también habla del ámbito de la prevención de riesgos. «Nas medidas de protección, como un casco, ou unhas luvas, os modelos que se usan son os dos varóns». Así que las mujeres no tienen equipos de protección para ellas, sino que adaptan los de sus compañeros (ocurre por ejemplo en los chalecos antibalas de la policía). Otra doble discriminación. «Se loitamos polos dereitos das persoas traballadoras, que mínimo que tamén ter ás mulleres presentes», que son la mitad de la población.
Divulgar, investigar, legitimar
¿Qué se puede hacer para desactivar el sesgo de género en la medicina? Lo primero, nombrarlo. Jenifer Medina Miralles habla de la necesidad de divulgar una situación que afecta a todas, en todos los países. «He trabajado en varias provincias, organismos e incluso en otros países y la respuesta es la misma. Es algo generalizado», explica mientras llama una reflexión conjunta del sistema. «Llevamos muchísimos años en los que muchísimas mujeres son infradiagnosticadas, supermedicadas y muchas fallecen sin saber lo que les ocurre».
Lo segundo, investigar y tener presentes a las mujeres para generar una teoría igualitaria. Los estudios deben incluirlas en la proporción necesaria y los resultados deben desagregarse por sesso, por ejemplo.
Y finalmente, «legitimar lo que una mujer siente. La base es respetar lo que dice la paciente». Y que las pacientes puedan también reconocer sus síntomas. Conocer su propia anatomía y sus procesos. «Estamos desconectadas de nuestro cuerpo y de nuestra naturaleza», afirma la enfermera especialista en enfoque de género.
De nuevo, el sistema usa como medida al varón (hace un tiempo se hizo viral una imagen del interior de los pechos femeninos, que no suele mostrarse en las enseñanzas básicas de biología) y es precisamente ese género, el que impone roles, el que lleva a que las mujeres desacrediten sus propios síntomas si el personal sanitario no los legitima, explica Medina Miralles.
 
Saludos a todos.

La salud mental NO está tratada en la seguridad social.
Demasiado grave el asunto sobre todo en la juventud.
 
perdona pero no me pienso leer ese tocho de cosa porque me darían ganas de cunetear a alguien...

supongo que es alguna hdlgp lloriqueando porque ve discriminaciones de jenaro en el médico...

que se vaya a cualquier playa y compare las cicatrices de cirugía del hombre con las de la mujer... y luego que me diga quién es el discriminado...

entre otras muchas historias que podría contar... desde que el pediatra pase de ti porque eres hombre, hasta ir esquivando carteles que dicen que eres un maltratador...
 

La pobre pachamama asignándonos a cada uno el rol que nos corresponde y vienen cuatro iluso y en un par de décadas le arruinan el trabajo de miles y miles de años.
 
O sea, una charo se siente mal atendida en la sanidad pública, que está completamente dominada por charos y la culpa es de los hombres?

Exacto. Lo suyo sería que a todas estas chaladas solo las viesen mujeres ¿Pero sabes una cosa? Las primeras que se niegan son ellas, tanto por una parte como por otra.
 
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