El Mundo: 'Balconing' en el Obradoiro: el lado oscuro del Camino masificado de Santiago

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'Balconing' en el Obradoiro: el lado oscuro del Camino masificado de Santiago
El Año Santo y el fin de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo han multiplicado este verano el número de visitantes a la ciudad del Apóstol. Hasta 5.000 peregrinos llegan cada día a Santiago mientras los vecinos denuncian los problemas de orden público, la acumulación de basuras y la turistificación absoluta de la localidad
Una joven peregrina salta sobre una montaña de mochilas en la Plaza del Obradoiro.

Una joven peregrina salta sobre una montaña de mochilas en la Plaza del Obradoiro.XOAN A. SOLER / LA VOZ DE GALICIA

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  • ALFREDO MERINO
    Santiago de Compostela
Actualizado Viernes, 12 agosto 2022 - 22:42
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Hasta este año nadie había visto torear en la Praza da Praterías, a la puerta de la Catedral de Santiago de Compostela. En el ardiente verano que vivimos es uno de los lamentables espectáculos que se repiten en la ciudad del Patrono de España. Lo protagoniza una pareja de visitantes, uno el torero, otro el toro y lo aplauden la multitud que les rodea, venidos todos de los más variados rincones del orbe cristiano.
Atraídos por la celebración de un Año Santo excepcional, y del no menos extraordinario apoyo oficial, religioso y publicitario que ha recibido la festividad, prolongada durante dos años por las restricciones de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, cientos de miles de personas invaden Compostela. Bajo el disfraz de la fe, el turismo de masas ha conquistado Santiago.
Con jornadas en las que llegan a Santiago más de 5.000 peregrinos, las cifras de este año baten todos los récords. Los vecinos señalan que, si se estableciera proporcionalidad, este número supondría la afluencia a Madrid de 250.000 visitantes cada día.
El pasado 24 de julio, la Oficina del Peregrino selló la compostela 200.000. Esta acreditación certifica haber realizado al menos 100 kilómetros del Camino. Ha sucedido mes y medio antes que el récord más tempranero para dicho número, establecido en agosto de 2019. Desde ese día, han llegado 60.000 peregrinos más.
Compostela vive este verano un fenómeno idéntico al de otros destinos turísticos masificados como Venecia, Magaluf o Benidorm. Hordas de visitantes que desbordan las ofertas más optimistas y los colocan al borde del colapso. Proliferación de basuras y detritus humanos, problemas de orden público, turistificación galopante que arrasa las formas de vida tradicionales, extingue el comercio de toda la vida y expulsa a la población autóctona, convirtiendo los centros urbanos en parque temáticos, en este caso del Camino de Santiago.

TURISMO DE MASAS
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/08/28/5d65059cfdddff3d568b462e.html
  • REDACCIÓN:pHILIPP ENGEL Palma de Mallorca

Así es la vida en el pueblo cuando se acaba el desfase turístico
Es la oscura cara B de un itinerario único que se vende bajo el disfraz del misticismo y la interiorización. De la búsqueda de los porqués que mueve a los peregrinos verdaderos se ha pasado a la respuesta de una banalidad cantada a gritos obscenos, meadas en cualquier rincón y atentados a la convivencia.
Desde hace días proliferan en Santiago unos trabajados carteles. Escenifican la rebelión de los vecinos santiagueses,picheleiros les llaman el resto de los gallegos, contra la masiva oleada turística de la ciudad por losfodechinchos, despreciativa denominación que, al principio, nombraba a los madrileños que veraneaban en las playas gallegas y hoy señala a cualquiera que visita Galicia.
Firman el cartel la Asociación Veciñal Barrio de San Pedro A Xuntanza, la Asociación Empresarial Barrio de San Pedro y la Asociación Cultural Lavacolla activa. Bajo el epígrafe Decálogo de boas prácticas para o tramo final do Camino (Decálogo de buenas prácticas para el final del Camino), insta a los visitantes a no causar molestias a los vecinos ni al Patrimonio, respetando los espacios públicos y las formas de vida de sus habitantes.
'Balconing' en el Obradoiro: el lado oscuro del Camino masificado de Santiago

Entre las recomendaciones, se insta a evitar gritos y cánticos, "sean religiosos o no", que alteran el descanso de los vecinos y "son desagradables, sean por la mañana, mediodía o por la noche...". Recoge otras cuestiones tan de pasar por alto como el impacto de los bastones de trekking, inherentes a los peregrinos, señalando su escasa utilidad en la ciudad y el perjuicio que causan sus puntas metálicas al golpear en el enlosado de Santiago. Los bicigrinos también reciben un toque de atención, aconsejando la conveniencia de descabalgar su montura y marchar a pie por el centro de la urbe.
"Somos conscientes de la importancia de Santiago, como Patrimonio de la Humanidad y referencia de la fe cristiana. Nosotros solo queremos llamar la atención sobre la necesidad de mantener un turismo respetuoso con la ciudad, con los vecinos y también con todo lo que representa el Camino", explica Montse Vidal, presidenta de A Xuntanza.
"No estamos en contra de los establecimientos turísticos, prueba de ello es que uno de los firmantes es la Asociación Empresarial Barrio de San Pedro. También agradecemos las visitas, pero es necesario que no alteren la vida ciudadana. Queremos poner en el foco la necesidad de un debate social que busque un modelo de turismo que no la sobresature".
Agradecemos las visitas, pero es necesario que no alteren la vida ciudadana
Según datos de A Xuntanza, de los 12.000 vecinos que tuvo el casco antiguo de Santiago de Compostela, quedan menos de 3.000. El 80 por ciento de las viviendas de la almendra central santiagueña está dedicada a alojamientos turísticos y los servicios de proximidad, como tiendas y comercios tradicionales, se han transformado para atender las necesidades de los nuevos y más numerosos clientes: los turistas. En el centro urbano escuelas y centros de salud brillan por su ausencia.
"Hemos hecho nuestra parte: hemos sacado el problema a la calle. Ahora es el turno de que las Administraciones se impliquen en algo que es imprescindible para nuestra supervivencia", concluye Vidal.
Las voces de los vecinos santiagueses no han tardado en encontrar respuesta del presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, quien ha señalado la ausencia de inconvenientes "mientras la afluencia de peregrinos se produzca con civismo, orden y sin molestar a nadie. No estar de acuerdo con que acuda durante (algunos) días un número muy importante de peregrinos a Santiago es mezclar la ideología con los datos objetivos".
Unos datos objetivos que contradicen sus palabras. Según recoge el Instituto Nacional de Estadística, INE, el pasado junio llegaron 82.923 visitantes a Santiago, ciudad de 97.858 habitantes. Las molestias que producen algunos se perciben a simple vista.
El concejal de Presidencia, Relaciones Institucionales y Turismo de Santiago de Compostela, Sindo Guinarte, reconoce la existencia de un discurso de turismofobia en ciertos sectores, aunque afirma que es minoritario entre los santiagueses. "Somos conscientes de que en la zona vieja hay una percepción de molestias causadas por la afluencia de muchos peregrinos, pero no me atrevo a señalar que las protestas vecinales tengan un sesgo ideológico", declara a EL MUNDO.
El decálogo de comportamiento, en opinión de Guinarte, "está elaborado de forma muy respetuosa. Tiene ponderación y busca un equilibrio razonable para la convivencia entre peregrinos y residentes". Su departamento va a poner en marcha un plan de sostenibilidad turística, en colaboración con la Universidad de Santiago, "en el que se va a escuchar a todos los sectores implicados, como hosteleros, restauradores, comerciantes y, por supuesto, a los vecinos".
'Balconing' en el Obradoiro: el lado oscuro del Camino masificado de Santiago

Mientras se materializan tales medidas, recorrer este verano la rúa do Franco, apenas 300 metros, los últimos de la ruta jacobea, es una misión casi imposible. Desde su principio en el parque de la Alameda, hasta su final en el Obradoiro, es una lucha a brazo partido para ganar la posición metro a metro.
Conseguir mesa en su entorno es ciencia ficción, si no se ha hecho reserva con anterioridad, algo inhabitual en el turismo caminero. En estos casos, lo correcto es apostarse ante unos atribulados comensales que, más que a su plato, miran de reojo a los que de pie les rodean, animándoles con fieras miradas a despachar la ración cuanto antes.
Si hay suerte y la lista de espera está limpia, si no se cuela algún listillo y si hay sillas suficientes para sentarse, pues se come. Eso sí, después de una nueva espera de duración impredecible entre la comanda y la llegada de los platos a la mesa.
En ocasiones, las escaramuzas pueden prolongarse hasta mediada la tarde. Es aconsejable en estos casos proceder a la cena, saltándose el almuerzo. En horas tan inciertas y con tanto agobio acumulado es complicado distinguir la una del otro. Como sea, hay que hacerlo con la mayor diligencia posible; no tardaremos en vernos rodeados de ávidos aspirantes a ocupar nuestro sitio.
Sólo en junio llegaron 82.923 visitantes a Santiago, una ciudad con 97.858 habitantes
Dormir, bueno, encontrar cama en Santiago, es el mismo cantar. Desde la Asociación de Hoteleros compostelana señalan que hasta fin de año apenas queda una cama libre en la ciudad. Al espontáneo aluvión de airbnb surgido los últimos meses le pasa lo mismo. No queda una plaza.
"Estamos registrando niveles de ocupación muy altos, en algunos casos por encima de los de antes de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y hasta fin de año la ocupación va a ser similar", señala Thor Rodríguez, presidente de la Asociación de Hostelería de Santiago de Compostela. Sus datos confirman que ha vuelto el turismo internacional a Santiago, en una proporción cercana al 50 por ciento del total de visitantes. "Ha regresado el turismo inglés, francés, italiano y portugués, y está aumentando el norteamericano", afirma.
A pesar de que el peregrino es un turista que apenas gasta, los hoteleros muestran satisfacción con estos datos, aunque les preocupa la rentabilidad. La subida de las materias primas, en torno al 10 por ciento, y los costos energéticos, multiplicados por dos en un año, han reducido sus ganancias. "Hemos repercutido los precios, pero en menor medida de lo que deberíamos, pues preferimos tener menos ingresos para evitar perder clientes", explica el presidente de la asociación.
MÁS CANTIDAD DE TURISTAS, PERO MENOS GASTO
Hoteleros y restauradores han constatado un cambio en el hábito de consumo del turista que viene a Santiago, que es una tendencia general en el mundo: la reducción del gasto medio. "Es cierto que los locales están llenos y se ve mucho jolgorio, pero la hostelería no se está forrando, como se dice vulgarmente, las ganancias se han reducido y nos preocupa la llegada de una crisis después del verano, que algunas fuentes señalan similar a la de 2010".
Extenuados del largo tránsito, los peregrinos se tumban y recuestan sobre las losas del Obradoiro. A ras de suelo miran con indisimulada envidia salir maqueados, perfumados y repeinados a los huéspedes del Parador de los Reyes Católicos. Unos duermen en albergues otros en un hotel de cinco estrellas, pero unos y otros estarán menos de dos días en Santiago. La ciudad del Apóstol es destino de estancias breves.
Según señalan las estadísticas, como media, los turistas permanecen en Compostela un día y medio. "La mayoría son peregrinos o vienen en excursiones. Son estancias muy cortas. Queremos conseguir que se amplíen, que pasen más tiempo en la ciudad. Es algo que tenemos que analizar en profundidad para ver qué tipo de turismo queremos", señala Thor Rodríguez.
Por los muchos días que se necesitan para recorrerlo, el Camino de Santiago ha sido siempre asunto de jubilados y jóvenes estudiantes. Los primeros brillan por su ausencia este Año Santo o, al menos, pasan desapercibidos, disueltos entre las oleadas de juventud que invaden Compostela. Los segundos son absoluta mayoría.
La última movida ha sido la Peregrinación Europea de Jóvenes, PEJ, que tuvo lugar entre el 3 y el 7 de agosto. A la llamada de las autoridades eclesiásticas acudieron a Santiago más de 12.000 jóvenes. El colapso de la ciudad fue absoluto. En la presentación de los actos, una muchedumbre cristiana enfervorecida no dejó un centímetro libre en la plaza del Obradoiro, presidida por el arzobispo de Compostela, Julián Barrio.
Fue el inicio de cuatro días de euforia, alegría y jolgorio que las repetidas llamadas de los moderadores fueron incapaces de apaciguar. Por supuesto, fueron una minoría, pero hay quien llegó a comparar la conducta de algunos de estos jóvenes cristianos con la de los hooligans ingleses.
Opinión opuesta a la del arzobispo Barrio, para quien los jóvenes solo se divirtieron "sanamente". "¿Le vamos a pedir al agua del mar que no sea salada?", respondió el prelado a la pregunta de los medios a propósito de los comportamientos incívicos de algunos asistentes a la PEJ.
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Hubo un tiempo en que los peregrinos entraban a la Catedral de Santiago como lo que era, su casa. No hablamos de cuando se encaramaban a la techumbre para echar a la pira los harapos y fardelejos que los acompañaron en el largo Camino, simbólico fuego purificador de cuerpos y espíritus. Hablamos de mucho después, de hace apenas 20 años.
Sin quitarse la mochila, lo primero que hacían era poner su mano en la huella de la columna bajo el Apóstol. Entonces el Pórtico pasaba desapercibido de tanta mugre y hollín que tenía. Luego se daban un cabezazo contra o santo dos croques.
Hoy no puede tocarse esa huella dulce para el tacto y reparadora del alma, esculpida a base de siglos de roce y sudor devoto y peregrino. Tampoco dar con la cabeza en la imagen del maestro Mateo, en la trasera del Pórtico. Hoy no se puede entrar en la Catedral con mochila. Estas quedan amontonadas en el Obradoiro, donde se convierten en improvisada piscina a la que se lanzan sus propietarios desde la balaustrada catedralicia, en singular balconing peregrino.
La larga fila de aspirantes a entrar al templo desciende desde Platerías a la rúa do Franco. Compite con la cola que se extiende al otro lado, en el Obradoiro, donde montan guardia los que quieren ver el Pórtico de la Gloria, recuperado su esplendor después de la larga restauración concluida poco antes del inicio de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Se escucha de nuevo el griterío. Unos espontáneos acaban de iniciar otra corrida en Praterias; por el tumulto, debe ser una gran faena.
Toros y bares, fiesta y descoloque. Esencia de la España turística del siglo XXI, en este caso pasada por el tamiz peregrino. Lo que pasa este verano en Compostela bajo la excusa del misticismo jacobeo no se distingue de lo que ocurre en tantos otros centros del turismo de la geografía ibérica.
Un turismo adocenado y vacío, sin más norte que el desparrame. Un turismo en el que lo suyo es bailar medio desnudo encima de la mesa de cualquier terraza del paseo marítimo, echar monedas en la plaza Mayor a las indigentes, beber en la playa por la noche hasta perder el sentido o recorrer el centro de Santiago en etílico tropel, cortando el tráfico y cantando a grito pelado a las tres de la madrugada.
Santiago de Compostela, igual que el resto de España, se dispone a remontar las cifras que dejó alicaídas la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Su principal apoyo es ese turismo que nadie quiere pero que todos consienten. Produce trastorno, pero aporta el 20 por ciento de su PIB a la ciudad. Molestias o supervivencia. Contradicción que se antoja de muy difícil solución. Mientras llega, en Santiago hace rato que pasó la medianoche y en la rúa do Franco los bares aún no han echado el cierre ¡tomemos la penúltima ronda!
 
Lo que les joroba es que los chavales, son mochileros, y no se dejan la pasta en los bares, tiendas, etc.
Si fueran turistas extranjeros, con fajos de billetes gastando los en la ciudad, ya verias como no les molestaban
 
Perdonen señores santiagueses por desgastar sus adoquines, para la próxima iré levitando....
 
A todo esto, decir que esta supuesta campaña de los vecinos viene por parte de asociaciones "culturales" y agitadores de Twitter en la órbita del BNG/Podemos. Ni de coña es el sentimiento general de los compostelanos.
 
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