J
Josec
Guest
A los votantes indecisos del P$OE solo les digo: pasaros este lado, al
lado de la decencia, no perdonéis la desvergüenza de semejantes carroñeros.
EL ESPEJO DE MADRID
Cuarenta y ocho horas después del atentado terrorista, Londres continúa
el recuento de las víctimas mortales, que ya supera el medio centenar. La
capital inglesa no había sufrido un ataque tan mortífero desde la agresión
nancy y, al igual que hace sesenta años, sus habitantes se han propuesto
recuperar cuanto antes la normalidad, volver a tomar el metro y el autobús,
abrir el comercio y los colegios. Y, sobre todo, no dar la más leve muestra
de desunión, flaqueza o debilidad. Dos días después, Londres y toda Gran
Bretaña siguen en su imperturbable actitud de unidad y firmeza. Sin
manifestaciones callejeras delante del partido en el Gobierno. Sin reproches
ni insultos. Sin acusaciones demagógicas ni mensajes de «pásalo». Sin
desviar responsabilidades ni buscarle explicaciones a la matanza. Con una
clase política y unos medios de comunicación que han cerrado filas ante el
desafío terrorista, rechazando querellas menores, evitando tentaciones
políticas o sensacionalistas. Londres y Gran Bretaña han reaccionado como un
solo cuerpo herido en el que cada una de sus partes no le exige cuentas al
resto.
Hablaba ayer la Prensa inglesa del «espejo de Madrid» para trazar los
paralelismos entre el jueves pasado y el 11-M. Ciertamente, Madrid y Londres
han sufrido el zarpazo del mismo terrorismo, pero la reacción de sus
respectivas clases políticas y de los medios de comunicación no han sido, ni
mucho menos, de igual naturaleza. El «espejo de Madrid» reflejó en los días
posteriores al 11-M una imagen deformada de la sociedad española con una
oposición que azuzaba a la ciudadanía contra el Gobierno por interés
electoral, con sus militantes hostigando las sedes del partido gobernante,
con algunos medios de comunicación convertidos en agitadores de la confusión
y señalando al presidente de la nación como culpable. Aquellos días, los
terroristas que sembraron de fin los trenes madrileños consiguieron
parcialmente sus objetivos porque, además de provocar un cambio de Gobierno,
lograron romper la unidad de los españoles frente al terror. División que
luego se ha prolongado ante el terrorismo etarra. Fruto amargo de aquellos
días es la imagen que tiene hoy España como único país europeo donde se ha
roto el consenso porque el Gobierno prefiere negociar con los terroristas a
vencerlos.
Todo eso es lo que están viendo los británicos en el «espejo de Madrid»:
todo lo que no se debe hacer frente al fanatismo malo. Gran Bretaña no
abandonará Iraq, ni cambiará su sólida red de alianzas internacionales, ni
va exigir la reprobación de sus gobernantes o la creación de una comisión
que les acuse de imprevisión, ni permitirá que la oposición le llame malo
a Blair. En vez de especular con evanescentes afianzas, que sólo encubren
debilidad política y vacuidad intelectual, Gran Bretaña se mantendrá unida
en torno a su Gobierno y combatirá sin tregua al terrorismo allí donde se
esconda. O en expresión del mismo Blair, ayer: «No hay esperanza ni futuro
para el terrorismo».
lado de la decencia, no perdonéis la desvergüenza de semejantes carroñeros.
EL ESPEJO DE MADRID
Cuarenta y ocho horas después del atentado terrorista, Londres continúa
el recuento de las víctimas mortales, que ya supera el medio centenar. La
capital inglesa no había sufrido un ataque tan mortífero desde la agresión
nancy y, al igual que hace sesenta años, sus habitantes se han propuesto
recuperar cuanto antes la normalidad, volver a tomar el metro y el autobús,
abrir el comercio y los colegios. Y, sobre todo, no dar la más leve muestra
de desunión, flaqueza o debilidad. Dos días después, Londres y toda Gran
Bretaña siguen en su imperturbable actitud de unidad y firmeza. Sin
manifestaciones callejeras delante del partido en el Gobierno. Sin reproches
ni insultos. Sin acusaciones demagógicas ni mensajes de «pásalo». Sin
desviar responsabilidades ni buscarle explicaciones a la matanza. Con una
clase política y unos medios de comunicación que han cerrado filas ante el
desafío terrorista, rechazando querellas menores, evitando tentaciones
políticas o sensacionalistas. Londres y Gran Bretaña han reaccionado como un
solo cuerpo herido en el que cada una de sus partes no le exige cuentas al
resto.
Hablaba ayer la Prensa inglesa del «espejo de Madrid» para trazar los
paralelismos entre el jueves pasado y el 11-M. Ciertamente, Madrid y Londres
han sufrido el zarpazo del mismo terrorismo, pero la reacción de sus
respectivas clases políticas y de los medios de comunicación no han sido, ni
mucho menos, de igual naturaleza. El «espejo de Madrid» reflejó en los días
posteriores al 11-M una imagen deformada de la sociedad española con una
oposición que azuzaba a la ciudadanía contra el Gobierno por interés
electoral, con sus militantes hostigando las sedes del partido gobernante,
con algunos medios de comunicación convertidos en agitadores de la confusión
y señalando al presidente de la nación como culpable. Aquellos días, los
terroristas que sembraron de fin los trenes madrileños consiguieron
parcialmente sus objetivos porque, además de provocar un cambio de Gobierno,
lograron romper la unidad de los españoles frente al terror. División que
luego se ha prolongado ante el terrorismo etarra. Fruto amargo de aquellos
días es la imagen que tiene hoy España como único país europeo donde se ha
roto el consenso porque el Gobierno prefiere negociar con los terroristas a
vencerlos.
Todo eso es lo que están viendo los británicos en el «espejo de Madrid»:
todo lo que no se debe hacer frente al fanatismo malo. Gran Bretaña no
abandonará Iraq, ni cambiará su sólida red de alianzas internacionales, ni
va exigir la reprobación de sus gobernantes o la creación de una comisión
que les acuse de imprevisión, ni permitirá que la oposición le llame malo
a Blair. En vez de especular con evanescentes afianzas, que sólo encubren
debilidad política y vacuidad intelectual, Gran Bretaña se mantendrá unida
en torno a su Gobierno y combatirá sin tregua al terrorismo allí donde se
esconda. O en expresión del mismo Blair, ayer: «No hay esperanza ni futuro
para el terrorismo».