pues llegaron a Espanha siendo bastante pequenhos:
https://www.lavozdegalicia.es/notic...a-castro-urdiales/00031707471901786447120.htm
El de 15 años es el que, según los investigadores, habría sido el autor material del brutal asesinato, que se produjo en el interior de la casa, concretamente
en la cocina, donde Silvia López recibió golpes, sobre todo en la cabeza, y pereció tras sufrir al menos una cuchillada en el cuello. Después, ambos hermanos habrían trasladado el cadáver, atado de pies y manos y con una bolsa de sarama en la cabeza, a la parte trasera del coche.
Llegaron a arrancarlo con la pretensión de huir, pero no sabían manejarlo y lo empotraron contra la pared del garaje, por lo que optaron por llamar a su abuela, decirle que les habían secuestrado y salir huyendo. Los encontraron pasadas las dos de la mañana en la zona de acantilados del parque Cotolino. Uno fue interceptado al momento por la
Guardia Civil, mientras que otro protagonizó una breve escapada por el bosque cercano.
Tras tomar declaración al hermano mayor y después de examinar el informe del equipo psicosocial, la Fiscalía de Menores de
Santander puso al adolescente a disposición del juzgado solicitando que adoptase la medida cautelar de internamiento en régimen cerrado durante seis meses por entender que hay indicios de asesinato. La jueza aceptó la petición y el chico
se encuentra ya ingresado en el Centro Socio-Educativo Juvenil de Parayas. La medida es prorrogable durante otros tres meses, tiempo en el que la instrucción debería haber avanzado lo suficiente como para saber cuándo se celebraría el juicio. La pena máxima a la que se enfrenta es de cinco años de reclusión en una entidad para menores.
Dos hermanos «tímidos»
Los dos hermanos
llegaron a España cuando tenían dos y cuatro años. Vivieron unos primeros años «muy duros», explican fuentes de su entorno, que insisten en que los chicos
nunca «han sido muy habladores». Son «más bien cerrados», de esas personas que tienden a no exteriorizar sus sentimientos. Solo hablaban de cosas dolorosas «entre ellos» y con sus amigos «más cercanos». A estos chavales, algunos de ellos compañeros de clase, era a los que les decían que las cosas en casa «no estaban bien».
E. y J., de 13 y 15 años, respectivamente, estudian
segundo y cuarto de la ESO en el colegio Menéndez Pelayo, situado en el barrio de La Loma. Lo primero que hacían al llegar a este centro concertado era rezar. Era algo habitual para ellos. Su progenitora, catequista desde hacía tres años en la parroquia de Castro, insistía mucho en su formación religiosa. De hecho,
iban a misa todos los domingos. Y, a veces, salían a leer durante las ceremonias, relata el párroco, que insiste en que jamás vio a los jóvenes poner una mala cara o quejarse por tener que ir a misa.
Acudir a actividades religiosas era, de hecho, una de las cosas que más hacían los hermanos. Sus compañeros de clase explican que
«nunca han salido mucho de casa» y que, al principio, «el mayor no decía nada o daba excusas cuando le decíamos para quedar, pero últimamente se quejaba del control que tenían en casa», añade un alumno.
Este mismo chico relata que los hermanos
sacaban buenas notas. En el centro educativo han confirmado que los chavales tenían un buen expediente académico y nunca habían dado problemas en clase. Un detalle al que también hizo referencia ayer la alcaldesa de Castro-Urdiales, Susana Herrán, que los calificó como
«excelentes académicamente» y con «una personalidad acorde a la edad que tienen».
Los que les conocen dicen que en los últimos meses habían notado un cambio en la actitud de los chicos, sobre todo en el mayor. Apuntan que cada vez tenían menos reparos a la hora de hablar de lo que les pasaba, de las
«constantes» discusiones con su progenitora y de que les regañaban con mucha frecuencia.
El mayor también había empezado a hablar de que eran adoptados. Lo hacía con unas pocas personas de su círculo más cercano, a los que había contado que no tenía apenas recuerdos de sus primeros años de vida, pero que
tenía cada vez «más conciencia» de que lo que había sufrido cuando estaba en Rusia «no era justo». «Es posible que le provocase sentimientos encontrados», reflexiona la progenitora de uno de sus amigos.