M. Priede
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Este proceso se completó con la salida a luz en 1980 de la tercera edición del 'Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales' (DSM, por sus siglas en inglés), que marcó el fin del reinado de los conceptos freudianos en psiquiatria y la victoria de la psiquiatria biológica. Un triunfo de los factores genéticos y biológicos como causas del trastorno sobre los sentimientos reprimidos de la teoría de Sigmund Freud.
La responsabilidad de este desastre está en el cerebrocentrismo que ha invadido la psicología y la psiquiatría. Ahora todo se debe a la química cerebral y a la genética, de ese modo la industria hace caja y al paciente se le desvincula del asunto (se tiene depresión como quien agarra una gripe y por eso se cuenta a los demás con la mayor naturalidad que se está a tratamiento con psicofármacos). Esa industria y ese mito cientificista aun no han entrado en China, pero están a punto de conseguirlo. El día que lo consigan más de 100 millones de chinos van a descubrir que son depresivos sin que antes lo supieran, que dice el catedrático Marino Pérez; excuso decir los que padecen ansiedad y no digamos si es alguna modalidad de psicosis.
Existe una vasta crítica demoledora a toda esta pseudociencia amparada por la industria farmacéutica. Estoy leyendo un libro interesantísimo Las raíces de la psicopatología moderna, de Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología en la Universidad de Oviedo, donde demuele toda esta mitología cientificista, muy visible desde que los psiquiatras, para ganar prestigio ante los demás médicos y científicos, ya que antes se sentían ninguneados, empezaron a vestir bata blanca. También destruye el mito de la genética: todo el mapa genético consta de no más de 30.000 genes, el resto se ha descartado, cuando resulta que es más del 90% del genoma (Máximo Sandín también ha ridiculizado este mito de los genes).
Un gen no es un chip, es otra cosa bien diferente y que puede tener distintos desarrollos dependiendo del contexto, del medio (una tortuga nace macho o hembra dependiendo de si la temperatura de incubación de las narices está por encima o por debajo de los 30º), de la unión con otros genes y de la arquitectura que conjuntamente van armando, que a su vez es determinante en el cambio de papel que los genes tenían en un principio y por tanto en el desarrollo de las fases posteriores del organismo que se está formando. Es decir, que la 'construcción' final no depende sólo de los genes sino especialmente, sobre todo, del 'edificio' que el genoma junto con los órganos y tejidos que van apareciendo elaboran paso a paso, sin ser idéntico en dos individuos (aquello que decían los estoicos de que "No existen dos hierbas iguales")). De ahí que tengamos más de un 90% de genes comunes con los chimpancés y sin embargo las diferencias sean tan enormes. Habla también del misterio que sigue envolviendo el desarrollo de un embrión, cuya teleología (finalidad) no aparece por ningún sitio y sin embargo el resultado final ahí está. Como decía Gustavo Bueno ridiculizando a un científico en un congreso, cuando éste le acusó de racista por hablar de razas diferentes y porque eso no aparece en el genoma, "Pues peor para el genoma", que le contestó Bueno. Claro, a ver si ahora vamos a negar la evidencia en nombre del sectarismo científico y del mequetrefismo de lo políticamente correcto.
Son estos científicos de la industria de los psicofármacos lo que no logran explicar por qué ante los mismos síntomas y la misma medicación los efectos resultan totalmente enfrentados. Logran, en el mejor de los casos, atenuar los síntomas, pero no curar ninguna patología mental, es más, frecuentemente conducen a la persona a una tragedia al desinhibirla y alejarla de responsabilidad en sus actos, y por culpa de la medicación. El 100% de los individuos que cometen matanzas están bajo medicación o bien se la han retirado recientemente. También la mayor parte de los suicidas. En Keiser Report se hacían eco de una noticia que me dejó boquiabierto: el 68% de la población blanca del Estado de Nevada, aquejado de altos niveles de paro, es adicta a alguna droja ilegal o bien a algún psicofármaco. Se pasan a las drojas ilegales (sobre todo heroína, ya que ha aumentado la pureza de la misma) cuando el seguro médico deja de pagarles los medicamentos y en el mercado neցro resultan más caros que el opio. El porcentaje de muertos por sobredosis es realmente espectacular.
Como es larguísimo (aunque imprescindible para entender el problema, que sólo se puede entender desde una crítica al reduccionismo científico, en este caso al cerebrocentrismo, y desde una perspectiva tanto de la psicología como de la filosofía materialista, y por eso me he tragado horas y horas de vídeo) pongo un enlace general a todas sus charlas.
La más interesante es la que dio en la Fundación Gustavo Bueno, pero como la exposición es complicada y Marino Pérez no tiene el don de la elocuencia, resulta muy espeso; eso no quiere decir que no sea importantísimo lo que dice. En otras conferencias sobre psicología se le nota que está dentro de lo que es su materia docente y no resulta fatigoso seguirle.
youtube marino perez cerebrocentrismo - Buscar con Google
Hay entrevistas también muy didácticas:
marino perez cerebrocentrismo - Buscar con Google
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