Feynman y la educación

Mijail

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Este fragmento esta extraído del libro "¿Está usted de broma Señor Feynman?", una especie de autobiografia del físico y premio Nobel Richard Feynman, un personaje muy curiosos si no lo conocéis Richard Feynman - Wikipedia, la enciclopedia libre.

Feynman narra las impresiones que le causaron los estudiantes brasileños, cuando estuvo un tiempo en ese país.

Descubrí un fenómeno muy extraño. A veces hacía preguntas que los estudiantes eran capaces de contestar inmediatamente; pero la próxima vez que volvía a hacer la misma pregunta ¡no daban pie con bola! Por ejemplo, en una ocasión estaba explicándoles la luz polarizada, y les di a todos unas tiras de polaroide.

El polaroide solamente deja pasar la luz cuyo vector de campo eléctrico se encuentre en una cierta orientación, por lo cual expliqué que se podía saber de qué modo estaba polarizada la luz observando si el polaroide se veía oscuro o claro. Tomamos primero dos tiras de polaroide y las giramos hasta que dejaron pasar a través de sí casi toda la luz. Por este procedimiento podíamos saber que las dos tiras estaban ahora admitiendo luz polarizada en la misma dirección, pues la que pasaba a través de una pasaba también a través de la otra. Pero entonces les pregunté cómo podíamos averiguar la dirección de polarización absoluta valiéndose de una tira de polaroide.

No tenían ni idea.

Yo sabía que para ello hacía falta algo de ingenio, así que les di una pista: “Mirad la luz que refleja hacia nosotros la bahía”.

Nadie dijo esta boca es mía.

Entonces dije yo: “¿Habéis oído hablar del ángulo de Brewster?

“¡Sí señor! El ángulo de Brewster es el ángulo para el cual la luz reflejada por un medio que tenga índice de refracción mayor que uno queda totalmente polarizada”.

“¿Y de qué forma queda polarizada la luz al ser reflejada?”

“La luz queda polarizada perpendicularmente al plano de reflexión, señor” ¡Incluso hoy, yo tengo que pensarlo primero! Ellos se lo sabían al dedillo. Sabían incluso que la tangente del ángulo de Brewster es igual al índice de refracción.

Yo dije: “¿y bien?”

Todavía nada. Me acababan de decir que la luz reflejada por un medio con un índice de refracción mayor que uno, como el agua de la bahía, estaba polarizada; me habían dicho incluso de qué modo estaba polarizada.

Yo les dije: “Mirad hacía la bahía a través del polaroide. Y después lo giráis”.

“¡Ooh! – dijeron-. ¡Está polarizada!”.

Después de mucha investigación acabé averiguando que los estudiantes se habían aprendido todo de memoria, pero no sabían el significado de nada. Cuando oían decir “la luz reflejada por un medio con índice de refracción mayor que 1”, no sabían que se estaba hablando de un medio material como el agua, por ejemplo (…) Todo había sido memorizado, pero nada había quedado traducido en palabras con significado. Así, si yo preguntaba: “¿Cuál es el ángulo de Brewster?”, me estaba dirigiendo al banco de datos del ordenador con las palabras clave precisas. Pero si decía: “¡Mirad el agua!”, no lograba efecto alguno, porque en el archivo “¡Mirad el agua!” no se había efectuado registro alguno.

Más tarde asistí a una lección en la escuela de ingenieros. La lección decía más o menos así: “Dos cuerpos, se consideran equivalentes, si iguales pares de fuerzas producen la misma aceleración”. Los estudiantes todos sentados escribiendo al dictado y cuando el profesor repetía comprobaban que lo habían tomado correctamente. Después escribían la frase siguiente, y así una y otra vez. Yo era el único que sabía que el profesor estaba hablando de objetos con iguales momentos de inercia, y aun así me costaba entenderlo.

No se me alcanzaba cómo podrían llegar a aprender nada de ese modo. Aquí estaba hablando de momentos de inercia, pero no había la menor discusión de cuánto cuesta abrir una puerta si se le pone un peso grande por fuera, ni si hay que hacer mayor o menor esfuerzo para abrirla al colocarlo cerca de las bisagras, ¡nada!

Después de la lección hablé con uno de los estudiantes. “Después de haber tomado ustedes todas esas notas, ¿qué hacen con ellas?”

“¡Oh!, nos las estudiamos –respondió-. Luego nos examinan”

Después estuve en un examen para el ingreso en la escuela de ingenieros; era un examen oral, y me permitieron presenciarlo. Uno de los estudiantes era absolutamente súper: ¡Lo contestó todo a la perfección! Los examinadores le preguntaron qué era el diamagnetismo, y él respondió impecable. Después le preguntaron: ¿Qué le sucede a la luz cuando llega oblicuamente a una lámina de material de un cierto espesor, y de índice de refracción N?”

“Sale paralelamente al rayo incidente, señor, pero desplazada”

“¿Y cuánto es el desplazamiento?”

“No lo sé, señor. Pero puedo calcularlo”. Fue y lo calcó. Era muy bueno. Pero para entonces yo ya tenía mis sospechas.

Después del examen me acerqué a aquel brillante joven, y le expliqué que venía de Estados Unidos y que deseaba hacerle algunas preguntas que no influirían en modo alguno en el resultado de su examen. La primera pregunta que le hice fue: “¿Puede usted darme algún ejemplo de sustancia diamagnética?”.

“No”.

Después le pregunté: “Si este libro fuera de cristal, y yo estuviera mirando a través de él un objeto situado sobre la mesa, ¿qué le sucedería a la imagen si yo inclinase el cristal?”

“Quedaría reflectada, señor, en el doble del ángulo que hubiera usted girado el libro”.

“¿No se estará confundiendo con un espejo, tal vez?”

“¡No, señor!”

En el examen acababa de decirnos que la luz se desplazaría paralelamente a sí misma, y por consiguiente la imagen debería desplazarse hacia un lado, pero no tendría por qué ser girada ángulo alguno. Más aun, había calculado incluso el valor de tal desplazamiento; sin embargo, no se había dado cuenta de que una lámina de vidrio es un material que tiene índice de refracción, y que su cálculo era válido en este caso, y respondería perfectamente a mi pregunta.

Una de las cosas que jamás conseguí de aquellos alumnos es que me hicieran preguntas. Finalmente, uno de los estudiantes me aclaró por qué: “Si yo le hago una pregunta en clase, al salir se me van a echar todos encima, diciendo: ¿Por qué malgastas nuestro tiempo haciéndole preguntas? Estamos tratando de aprender algo, y tú no haces más que interrumpirle con tus preguntas”.

Es una especie de competencia por superar a los demás en la cual nadie sabe lo que está pasando, y entonces cada cual se dedica a rebajar a los demás, haciendo como si realmente él si lo supiera. Todos fingen y hacen como que saben, y si uno de los estudiantes, al hacer una pregunta, admite por un instante que algo le resulta confuso, los demás adoptan una actitud activa, como si para ellos aquello fuera evidente y reprochándole al preguntón que les haga perder el tiempo.

Les expliqué lo útil que es trabajar con otros, lo fecundo que es la discusión de las cuestiones, el repasarlas y volverlas a discutir. Pero tampoco estaban dispuestos a hacer eso, porque sería un desdoro tener que preguntar a nadie. ¡Era lamentable! Todo el trabajo que hacían aquellas personas inteligentes, pero que se encontraban atrapadas en aquella curiosa situación mental, esta extraña y autopropagante “educación”, que carece de sentido, ¡Qué carece por completo de sentido!
 

Kirot

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Competimos todos y no se favorece nadie de esta clase de competición, todo por culpa del sistema monetario y capitalista, en una sociedad con una economía de recursos todo seria diferente.
 

Folken90

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Competimos todos y no se favorece nadie de esta clase de competición, todo por culpa del sistema monetario y capitalista, en una sociedad con una economía de recursos todo seria diferente.
Pero si lo que está diciendo es que en los USA no es así.

En España las clases son exactamente iguales a como las describe en Brasil.
 

scott adkins

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Este fragmento esta extraído del libro "¿Está usted de broma Señor Feynman?", una especie de autobiografia del físico y premio Nobel Richard Feynman, un personaje muy curiosos si no lo conocéis Richard Feynman - Wikipedia, la enciclopedia libre.

Feynman narra las impresiones que le causaron los estudiantes brasileños, cuando estuvo un tiempo en ese país.
"Brasil es el pais del futuro" dicen siempre sus habitantes,el problema esque llevan un siglo diciendolo,que venga de una vez ese futuro leches.

Siiiiii ya se que España tanbien es un churro pesados jeje.
 
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filo_de_papel

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Tremendo.

Que lo diga alguien como Feynman es todavía más acojonante.

La estupidez de los loros.

Un saludo!
 

species8472

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Me recuerda a nuestro sistema de oposiciones. Seguimos teniendo mandarines en vez de tecnocratas.
 

Mijail

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Hay que aclarar que esta anécdota será de los años 60 del siglo pasado, pero es una música conocida para muchos.No es cuestión de aprobar o suspender exámenes sino la sensación de estar haciendo cosas sin saber muy bien el porqué.Bueno la continuación de la historia

Al finalizar el año académico, los estudiantes me pidieron que diera una charla sobre mis experiencias educativas en Brasil. En esa charla no habría solamente estudian tes, sino también profesores y funcionarios del Ministerio de Educación, por lo cual les hice prometer que podría decir todo lo que quisiera. Me aseguraron: «¡Pues claro! ¡Este es un país libre!»
Así que entré llevando el texto de física elemental que usaban en el primer curso de la universidad. Este libro era tenido por especialmente bueno, porque tenía distintos tipos de letra negrita para destacar lo que por ser más importante había que aprender de memoria, letra menos cargada para las cosas de menor importancia, y así sucesivamente.
Alguien me dijo enseguida: «No irá usted a decir nada malo del libro, ¿verdad? El autor está aquí, y todo el inundo piensa que es un libro muy bueno.»
Me prometieron que podría decir lo que quisiera, fuera lo que fuese.»
El salón de actos estaba totalmente lleno. Comencé definiendo la ciencia como la comprensión del comporta miento de la naturaleza. Seguidamente pregunté: «¿Qué razones serias hay para enseñar ciencia? Evidentemente, ninguna nación puede considerarse civilizada a menos que... yak... yak... yak.» Allí estaban todos sentados y felices, afirmando con la cabeza, porque yo sabía que así era como pensaban.
Entonces voy y digo: «Como es obvio, todo esto es absurdo, porque ¿qué necesidad tenemos de compararnos con ningún otro país? Si es preciso enseñar ciencias, tendrá que serlo por alguna buena razón, por una razón sensata, y no solamente porque otros países lo hagan.» Hablé entonces de la utilidad de la ciencia, de su contribución al bienestar de la humanidad, de todo eso. Realmente los estuve pinchando un poquito.
Entonces añado: «¡El principal propósito de mi charla es poner de manifiesto que en Brasil no se está enseñan do ciencia!»
Puedo verlos removerse, inquietos, pensando: «¿Pero qué dice? ¿Que no se enseña ciencia? ¡Eso es una solemne majadería! ¿Pues qué son todos los cursos que damos?»
A continuación les digo que una de las primeras cosas que me chocaron al llegar a Brasil fue ver a niños de es cuela elemental comprando libros de física en las libre rías. Hay en Brasil tantísimos niños pequeños estudian do física, niños que comienzan mucho antes que los de los Estados Unidos, que es sorprendente no encontrar apenas físicos en Brasil; ¿a qué se debe eso? Hay muchísimos niños estudiando física, y trabajando duro, pero no se ven los frutos.
Después les hice una parábola. Imaginen un helenista, un enamorado del griego, que sabe que en su país apenas si hay niños estudiando griego. Este hombre viaja a otro país, donde observa encantado que todo el mundo estudia griego, incluso los niños pequeños de la escuela ele mental. Asiste al examen de un estudiante que aspira a graduarse en griego, y le pregunta: «¿Qué ideas tenía Sócrates acerca de la relación entre Verdad y Belleza?» El estudiante no sabe qué responder. Pero cuando le pregunta: «¿Qué le dijo Sócrates a Platón en el Tercer Simposio?», al estudiante se le ilumina el rostro y arranca, «Brrrrrrrr~up» y le suelta entero, palabra por palabra, en un griego maravilloso, todo lo que Sócrates dijo.
¡Pero de lo que Sócrates hablaba en el Tercer Simposio era de la relación entre Verdad y Belleza!
Lo que este helenista descubre es que los estudiantes de este otro país aprenden griego a base de aprender a pronunciar las letras, después, las palabras, y después, frases y párrafos. Son capaces de recitar, palabra por palabra, todo lo que Sócrates dijo, sin darse cuenta de que esas palabras en realidad significan algo. Para el estudian te no son más que sonidos artificiales. Nadie las ha traducido en palabras que los estudiantes puedan comprender.
Alcé entonces el libro de física elemental que estaban utilizando. «En ningún lugar de este libro se hace mención alguna de los resultados experimentales, excepto en un lugar en el cual se habla de una bola que desciende ro dando por un plano inclinado, y en el cual se dice cuánto ha recorrido la bola al cabo de un segundo, de dos segundos, de tres segundos, y así sucesivamente. Los números tienen "errores" es decir, si uno los mira, piensa que está viendo resultados experimentales, dado que sus valores son algo mayores o algo menores que los teóri cos. El libro habla incluso de la necesidad de tener que corregir los errores experimentales. Espléndido hasta aquí. Lo malo es que cuando se calcula el valor de la constante de aceleración a partir de esos valores se obtiene el resultado correcto. Pero una bola que descienda rodando por un plano inclinado, si el experimento realmente se lle va a cabo, presenta una inercia al giro, y si se hace el experimento, producirá un valor que es cinco séptimos del correcto, a causa de la energía extra que es necesario aportar para hacer girar la bola. Así pues, incluso en este único ejemplo donde se dan "resultados experimentales", éstos han sido obtenidos de un falso experimento. ¡Nadie hizo rodar la bola mencionada, pues jamás hubiera podido obtener tales resultados!»
« He descubierto algo más —proseguí—. Si abrimos el libro al azar, y leemos las frases de esa página, podré hacerles ver lo que pasa, a saber, que no es ciencia, sino memorismo, en todos los casos. Así pues, soy lo bastante osado como para hojear el libro, abrirlo al azar delante de ustedes, señalar un párrafo cualquiera, leerlo y hacer les ver lo que digo.»
Así lo hice. Brrrrrrrp metí el dedo, abrí el libro y comencé a leer: «Triboluminiscencia. Triboluminiscencia es la luz que emiten los cristales al ser comprimidos o triturados...»
Dije: «¿Tenemos ciencia aquí? ¡No! Lo único que tenemos es la explicación del significado de una palabra por medio de otras palabras. Nada se ha dicho acerca de la naturaleza, ni cuáles son los cristales que producen luz al comprimirlos, ni por qué producen luz. ¿Han visto ustedes a algún estudiante ir a casa y comprobarlo? No puede.»
«En cambio, si se hubiera escrito: Si tomamos un terrón de azúcar y lo trituramos con unos alicates en la oscuridad, se puede ver un destello azulado. Algunos otros cristales manifiestan el mismo efecto. Nadie sabe por qué. Este fenómeno se denomina "triboluminiscencia". Seguramente alguien intente comprobarlo en cuanto vuelva a casa. Entonces aprenderá algo sobre la naturaleza por experiencia.»
Recurrí a tal ejemplo para hacerles comprender mi punto de vista, pero no hubiera importado nada por dónde abriera el libro; era igual por todas partes.
Finalmente dije que no alcanzaba a ver cómo podía ser nadie educado en este sistema autopropagante, en el cual la gente aprueba exámenes y enseña a otros a aprobar exámenes, pero en el que nadie sabe nada. «Sin embargo, —añadí—, tengo que estar equivocado. Había en mi clase dos estudiantes que lograron muy buenos resultados, y uno de los físicos que conozco se ha formado enteramente en Brasil. Así pues, tiene que haber gente capaz de abrirse paso a través del sistema, a pesar de lo malo que es.»
Bueno, después de mi charla, el director del departamento de educación científica se levantó y dijo: «El Sr. Feynman nos ha dicho algunas cosas que nos han resultado muy duras de oír, pero estoy convencido de que ama la ciencia, y de que sus críticas son sinceras. Así pues, me parece que deberíamos escucharle. Cuando vine aquí sabía que nuestro sistema de educación científica padecía alguna enfermedad; acabamos de enterarnos de que tenemos un cáncer.» Y se sentó.
Esas palabras dieron a otras personas libertad de ha blar, y se produjo un gran revuelo. Todo el mundo pedía la palabra y hacía sugerencias. Los estudiantes formaron una comisión encargada de multicopiar por adelantado las lecciones, y organizaron otras comisiones para hacer esto y aquello.
Entonces ocurrió algo que para mí fue totalmente inesperado. Uno de los estudiantes se levantó y dijo: «Yo soy uno de los dos estudiantes a quienes aludió el Sr. Feynman al final de su charla. Yo no me he educado en Bra*sil; yo me he educado en Alemania, y acabo de llegar a Brasil este año.»
El otro estudiante que había logrado buenos resulta dos en mi clase tenía algo parecido que decir. Y el profesor que yo había mencionado se levantó y dijo: «Me eduqué aquí en Brasil durante la guerra, cuando afortunadamente todos los profesores se habían ido de la universidad, así que todo lo que aprendí fue estudiándome lo yo solo. En consecuencia, en realidad no se puede decir que me haya formado en el sistema brasileño.»
No me esperaba eso. Sabía que el sistema era malo, pero el 100 por 100 de fallos... ¡Era un cosa terrible!
Dado que había ido a Brasil en virtud de un programa patrocinado por el Gobierno de los Estados Unidos, el Departamento de Estado me pidió que presentara un in forme relativo a mis experiencias en Brasil, en el cual ex puse la esencia del discurso que acababa de dar. Posteriormente averigüé merced a una confidencia que la reacción de un determinado funcionario del Departamento de Estado fue: «Esto demuestra lo muy peligroso que es enviar a Brasil a personas tan ingenuas. ¡Qué tío más bobo; lo único que puede hacer es daño! No entendió los problemas.» ¡Muy al contrario! Mi opinión es que esta persona del Departamento de Estado era lo bastante ingenua como para pensar que porque vio una universidad con una lista de cursos aquello lo era.
 

bic naranja_borrado

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Leí ese libro. Cuando tiene que hablar sobre las implicaciones de su trabajo para conseguir hacer la bomba atómica con lo que ello supuso, pasa un poco más de puntillas. También me dejó muy frío la forma en que trata la muerte de su mujer. No me acabó de gustar el señor Feynman.
 

Vorsicht

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Leí ese libro. Cuando tiene que hablar sobre las implicaciones de su trabajo para conseguir hacer la bomba atómica con lo que ello supuso, pasa un poco más de puntillas. También me dejó muy frío la forma en que trata la muerte de su mujer. No me acabó de gustar el señor Feynman.
Ser buen científico no lleva implícito ser persona ejemplar. Si repasamos la historia está llena de ejemplos, y el más significativo: Newton.:roto2: